Se están cumpliendo los primeros 100 días del segundo gobierno de Sebastián Piñera. Y si bien la percepción es que han sido mejores en comparación con el primero, no es para conformarse. Así lo vislumbra el economista, socio de Gemines, Alejandro Fernández, quien resiente más que los gafes de nombramientos, la renuncia a rebajar el impuesto a las empresas. Sin esa medida, admite, es difícil enfrentar el desafío de aumentar el crecimiento potencial.
"La instalación ha sido como ocurre siempre con algunas pifias, defectos, pero si se compara con 2010, ha sido claramente mejor, mucho más fluido. El Presidente ha tenido una actitud diferente; antes tenía que estar en todo, resolverlo todo, y si bien es el mismo personaje que no puede evitar hacer los chistes que hace, se nota el aprendizaje. Y, probablemente, ayude el que la oposición está muy desorganizada".
En el primer gobierno se criticaba la ausencia de relato, ¿lo encuentra ahora?
-No sé si relato es la forma adecuada o correcta de definir lo que faltó en Piñera uno, pero usemos ese término. El gobierno anterior falló por la concentración excesiva, exclusiva en los resultados económicos y, aunque hubo un crecimiento alto no evitó que fuera derrotado estrepitosamente en las elecciones parlamentarias y presidenciales. Ahora, después de la cuenta pública se ve una intención de incorporar elementos adicionales a los puramente económicos.
¿Como cuáles?
-Hay un énfasis más humano, más cercano, de adoptar temas que habitualmente complican al votante. La manera como se presentó el tema de la infancia, el buscar acuerdos con la mayoría de los sectores es algo que le gusta a la gente, que no quiere peleas ni encontronazos. Que haya capturado también las demandas feministas implica una ampliación del ámbito de políticas que permiten dar este relato y evitar reducirlo a los números fríos, porque si al final de los cuatro años se dice logramos un crecimiento tres veces más alto, tal vez no sirva para entusiasmar mucho. Acá hay mucha gente que votó por Piñera no porque le gustara mucho, sino porque estaban muy insatisfechos con el gobierno anterior, así que hay que encantarlo, convencerlo.
¿Comparte las críticas que señalan que el Presidente está escuchando mucho a la calle?
-Escuchar lo que dice la calle no es ni bueno ni malo, un líder, un estadista debe encaminar esas demandas y enfrentarlas como algo que debe tener prioridad. Acá el principal problema que tiene el gobierno es con la UDI, que es el sector más conservador, porque lo que pretende el Ejecutivo es ocupar el centro político que está huérfano, abandonado por la Nueva Mayoría y la DC, y este es el lugar donde se ganan las elecciones. Esta opción me parece sensata y razonable, aunque eso signifique darles importancia a elementos que no han sido tradicionales dentro del ranking de la derecha. Entonces, considerando la desorganización de la oposición, creo que los problemas el gobierno los tendrá dentro de su coalición.
¿Cómo lo ve a futuro?
-En los temas valóricos hay algo que le pesa mucho a la derecha y es que han estado en contra de todo: de poner fin a los hijos ilegítimos, a la píldora del día después, al divorcio, al aborto y ahora a la adopción homoparental. Siempre han andado tarde, entonces debe producirse una modificación importante en la percepción cómo la sociedad evalúa a la derecha, eso tiene que cambiar.
¿En qué términos se puede evaluar este gobierno para considerarlo exitoso?
-Será exitoso si después de cuatro años los electores deciden darle otra oportunidad a la misma coalición. Aunque ciertamente el camino se ve difícil, porque no cuenta con mayoría en el Congreso, creo que la clave estará en el tema previsional y salud, lo que salga de ahí, la posibilidad de generar consensos, es lo que finalmente permitirá evaluar bien o mal la gestión. Hasta el momento no ha pasado gran cosa, lo único relevante que ha enviado es el proyecto para crear un Consejo Fiscal Autónomo, pero eso le interesa al 0,5 % de la población, no tiene ningún efecto político.
Cuando habla de pifias en la instalación, ¿a qué se refiere?
-La sociedad cambia a una velocidad que a veces los políticos no perciben, porque viven en un mundo muy cerrado. Sin duda, el tema del embajador argentino se pudo haber evitado; si hace cinco o 10 años el Presidente hubiese nombrado a su hermano, no habría generado problema, pero ahora fue diferente. Ahora hay que guardar las formas, ser más cuidadoso, porque hay una reacción más dura de la población respecto de lo que hacen o no los políticos, y se está aprendiendo a golpes, metiendo la pata. Por ello, siempre será preferible reconocer que se cometió un error antes que tratar de defender una decisión a cualquier precio.
¿Lo dice por el impasse del viaje a Harvard del ministro de Hacienda, Felipe Larraín?
- Lo de Harvard refleja una desprolijidad bastante importante, porque al margen de cualquier consideración, era un viaje privado, y lo prudente era que lo financiara él; igualmente es un error tratar de transformar esto en un factor que lo inhabilite para ejercer el cargo. Fue un error de juicio, pero me parece que no debiera trascender demasiado ni afectar su gestión ni invalidarla, o llegar a una remoción, eso sería un poco exagerado.
Tras este episodio y del recorte al Sename que fue revertido, ¿se puede decir que Larraín goza del mismo peso político que antes?
-Siempre ha sido cierto, y lo fue también en el gobierno anterior, que Piñera es tan ministro de Hacienda como Larraín. No obstante, en esta oportunidad creo que la posición de Larraín ante el Presidente se ha debilitado, por mucho que uno quiera minimizar la relevancia de lo que sucedió, tiene un efecto.
¿Qué le pareció la decisión de no rebajar el impuesto a las empresas como había comprometido?
Creo que el Presidente se equivocó. Aunque podría haber sido realista, debió haber sido una carta de negociación, entregarlo así graciosamente desde el punto de vista político no genera ningún beneficio. En ningún caso creo que la oposición será más proclive a la negociación, por el contrario, creo que será igualmente dura. El Presidente entregó un punto gratuitamente y generó alguna molestia entre sus propios partidarios.
En cuanto al desempeño económico, ¿qué espera?
-Las proyecciones indican que en los próximos años el país va a crecer un poco menos que un 4%, lo que es bien pobre si se tiene como aspiración ser desarrollado en un plazo razonable. En la evaluación final, este nivel puede ser considerado satisfactorio en comparación con el gobierno anterior, pero revelará que la economía sigue con carencias importantes, sin subir el crecimiento potencial, el solo hecho de restablecer la trayectoria de equilibrio en las cuentas fiscales es muy poco, es como pasar de curso con la nota mínima.