Imaginemos por un instante un mundo en el que se puede decir lo que sea en las redes sociales; sin filtro y sin más estándar que el número de caracteres que exige la aplicación. Así, se podría insinuar que alguien recibe dinero por traficar personas, se podría echar a correr el rumor de que una empresa coimea parlamentarios o asegurar que existe una mafia que nos roba los ahorros previsionales.
¡Es libertad de expresión! ¿Qué más da? Así, mediante las redes, se va minando la reputación de la política y la justicia, se destruye la credibilidad de instituciones y de organismos que eran pilares de nuestra sociedad, se destruye la confianza en la democracia y en la utilidad de la fiscalización. Total, ¡todos son corruptos, ladrones y coimeros!
El debate lo ganaría quien tenga más likes, seguidores y bots, pero no necesariamente más cordura ni menos aún más sensatez. Así es la libertad de expresión, ¿no?
Bueno, esta terrorífica distopía ocurre cada día en el mundo y en Chile. Por supuesto que soy defensora acérrima de la libertad de expresión, pero ello no tiene que ver con falsedades ni con la destrucción ex profeso de la reputación de personas o del sistema democrático. Hay suficientes estudios y análisis que hablan de una preocupante relación entre la aparición del concepto de posverdad y la caída en la confianza en la democracia.
¡Excelente clima para los negocios! Obviamente un sarcasmo, pero sirve para explicar qué riesgos se ciernen cuando la reputación es destruida sin que haya herramientas para detener las fake news y, sobre todo, para reparar el daño causado. De seguro recuerdan el caso del actor Morgan Freeman, quien fue acusado de acoso sexual hace meses. Después se reveló que todo se trató de un fraude de una reportera que, debido a sus tendencias racistas y sus ganas de lograr notoriedad, fabricó evidencias para acusar a Freeman. Y ¿quién restituye su reputación? Esto no tiene nada de nuevo, obviamente. Fake news ha habido siempre.
Forbes acaba de situar a Chile como el mejor país para hacer negocios en Sudamérica en 2019. La reputación es una cualidad esencial para un adecuado clima de negocios, y para atraer inversión y ganar un espacio en el actual escenario de guerra económica entre gigantes. Requerimos seriedad, responsabilidad y generar un debate de altura respecto de los efectos de las acusaciones falsas, la destrucción de la reputación y cómo cuidar nuestra credibilidad en el mundo. Estamos todos invitados.