Muchos me incentivaron a escribir una continuación de mi columna del mes pasado, con la idea de insistir en un trabajo conjunto del empresariado, para cooperar en una salida eficiente e institucional de la crisis actual.

En ese artículo me referí a la declaración de agosto de 180 empresarios estadounidenses a favor de un cambio en la forma de hacer negocios que no solo estuviera al servicio de los propietarios, sino que también de los demás participantes del mercado (stakeholders) y de la comunidad.

Esta expresión no terminó en Estados Unidos. En septiembre, fue el turno de los empresarios de la comunidad económica europea (csreurope.org) que, en base a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (un.org), dieron su receta para enfrentar los actuales desafíos.

El foco de ambas fue idéntico: Un compromiso de redistribución de una parte del valor obtenido por la propia empresa en favor de la comunidad. Entonces, ¿por qué no en Chile?

Me consta que muchos están haciendo grandes esfuerzos en el interior de sus respectivas empresas para mejorar las condiciones de sus trabajadores, proveedores y clientes; pero pienso que, lamentablemente, esta suma de energías individuales no será suficiente. El estamento empresarial debe dar señales positivas del futuro, en forma conjunta y colaborativa, con una mirada de "administración multistakeholders".

La idea no es nueva. En el siglo pasado su principal defensor fue el filosofó R. Edward Freeman y se presentó con diversos nombres que enfatizaban la necesidad de la moral y los valores en la gestión de los negocios. En su inicio, fue la responsabilidad social corporativa (CSR); posteriormente, la transparencia y ética empresarial; y, hoy -con cierta ironía no buscada- la sustentabilidad.

No creamos solo en los cambios legales, que serán un piso mínimo y que en el mediano plazo tampoco bastarán. En el entendido que las empresas son las que realmente tiran el carro de la economía y del empleo, su rol vital hoy y mañana es el de recuperar las confianzas.

Un manifiesto conjunto, concreto, realista, sin egos y mirando al bien común, que reenfoque las prácticas, buscando impactos positivos que lleguen a la comunidad. No es fácil, pero sería un potente mensaje que ayudaría a contrarrestar el mal uso que algunos grupos están haciendo de este fenómeno global del descontento social que, además de válido, es responsabilidad de todos.