Analfabetismo funcional y brecha de productividad
Una cruda realidad desnudó el último estudio de la Fundación Don Bosco: más de 5 millones de adultos en Chile no tienen cuarto medio. Esto, porque el golpe que genera esta cifra se siente aún más fuerte al pensar que hace cinco años, la corporación CreceChile reveló datos de la encuesta Casen, que ya señalaban que 5,2 millones de ciudadanos no había terminado cuarto medio.
Lamentablemente la cifra se mantiene casi inalterable.
Eso se traduce en que la productividad en Chile sigue siendo un desafío pendiente, aun cuando como sociedad nos gusta compararnos con todos los indicadores de la Ocde, lo que parece es que este jaguar es más bien un gato "enchulado". Tenemos una conducta bipolar frente a los grandes temas país, sobre todo respecto de las más básicas necesidades de la fuerza de trabajo en Chile.
Queremos llamar la atención sobre el analfabetismo funcional, ya que este grupo de personas constituyen el motor de la economía nacional, pero las hemos abandonado como sistema, al no entender que muchas veces no son capaces de comprender las instrucciones que leen o no tiene las habilidades necesarias para desarrollar las operaciones matemáticas fundamentales.
Ese segmento de la población necesita una mirada más estratégica y de largo plazo, donde el sector público y el sector privado pueden aportar mucho.
Una acción puntual y específica que nos podría ayudar a disminuir esta brecha en un mediano plazo sería utilizar los recursos que administran los Organismos Técnicos Intermedios de Capacitación OTIC que, siendo supervisados por SENCE, podrían implementar un plan nacional de recuperación de estudios para esos cinco millones de compatriotas. Podemos destinar parte de
los recursos anuales de becas de oficios para contribuir con nuestro pequeño grano de arena a ir acortando esta brecha.
Esta es una medida que debería incorporar la referida modernización del Servicio Nacional de Capacitación y Empleo, poniendo este tipo de programas dentro de las prioridades nacionales. Más aún, éstos no requieren un cambio normativo, sino que demandan el acuerdo de los agentes del mercado y un liderazgo común que nos convoque a estas tareas país.
Sólo en la medida que desarrollemos las capacidades de nuestros trabajadores, vamos a aumentar nuestra productividad como país, y con ello estaremos mejorando la vida de miles de compatriotas que han tenido menos oportunidades.
Ello en la medida de que los sectores público y privado tomemos estos temas seriamente, sin perder más tiempo en divagaciones normativas, para enfrentar de manera más concreta y solidaria los suficientes desafíos existentes, pero se requiere la voluntad política para asumirlos.
Uno de los grandes aportes del Sistema Nacional de Capacitación es que muchas veces cubre las brechas o baches que el sistema educacional formal ha dejado en los estudiantes que egresan sin las herramientas necesarias para desenvolverse en el mundo del trabajo.
Y aunque estas iniciativas no hacen noticia y no están en las grandes discusiones de la alta política pública, son aquellas que si logran concitar la voluntad general podrían ser un importante aporte para nuestro país.
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