El ánimo empresarial en Chile es quizás una de las variables con mayor volatilidad y en ocasiones los líderes gremiales parecieran confundirse entre una exigua materialización de expectativas (por razonables que estas sean) y episodios económicos críticos.
En el último tiempo, los indicadores coyunturales han mostrado una desaceleración, entre otras razones, porque progresivamente las bases de comparación han comenzado a hacerse más exigentes. Esta desaceleración marginal ha contribuido a impacientar a varios representantes del mundo empresarial, que le exigen a la actual administración resultados inmediatos. Entre los proyectos que son reclamados desde el sector privado están los cambios al esquema tributario, la reforma laboral, una reestructuración del sistema de capacitación y una reformulación del sistema de evaluación ambiental.
No cabe duda de que estas reformas son un imperativo ineludible para la actual administración. Sin embargo, la sensatez obliga a, por un lado, entender el panorama político que enfrenta el gobierno para llevar adelante estas reformas y, por otro, reconocer los innegables resultados económicos recientes. Este año la economía crecerá en torno al 4% y el 2019 la mayoría de los analistas proyecta un crecimiento entre el 3,5% y el 4%, lo que contrasta con el débil 1,7% promedio del último cuatrienio. La inversión, por su parte, se prepara para anotar un incremento en torno al 6% este año y el Banco Central anticipa que el 2019 puede crecer a un ritmo similar, dejando atrás cuatro años de caídas consecutivas. De concretarse el crecimiento que espera el mercado para este año y el próximo, nuestro país crecerá en el bienio 2018-2019 a un ritmo similar que el mundo y por sobre las economías avanzadas y nuestros socios de la Alianza del Pacífico. Es sintomático que en el cuatrienio previo la expansión de Chile estuvo por debajo de estos bloques.
¿Son necesarias las reformas? Sin duda. ¿Se puede ir más rápido? Posiblemente. Pero en un contexto económico internacional más adverso y volátil, con un panorama político cada vez más difuso y, además, con transformaciones estructurales profundas en diversos sectores -producto de la disrupción tecnológica-, es destacable que la economía chilena haya logrado desacoplarse de la región y crezca por sobre las economías avanzadas, lo que, en la práctica, significa que acortamos la distancia con el umbral del desarrollo.