Una serie de centros universitarios están enfocados en definir cuál es la identidad genética de los chilenos. Se trata del proyecto denominado "1000 Genomas", que ya logró descifrar los datos de cerca de 100 personas y otras especies no humanas.
En la iniciativa, participan por la Universidad de Chile: el Centro de Regulación del Genoma (CRG), el Centro de Gerociencia Salud Mental y Metabolismo (GERO), el Centro Avanzado de Enfermedades Crónicas (ACCDiS) y el Centro de Modelamiento Matemático (CMM). Además, también es parte el Instituto Milenio de Biología Integrativa de Sistemas y Sintética (MIISSB), de la Universidad Católica.
El proyecto es parte de los Centros Científicos y Tecnológicos de Excelencia, a través de los Fondos Basales del Programa de Investigación Asociativa (PIA). Y aunque existen líneas de investigación en todas las áreas, destacan en aulas, laboratorios y trabajo de campo, algunas preferencias por resolver problemas locales.
La iniciativa 1000 Genomas pretende implementar una plataforma informática que pueda recoger y analizar este gran volumen de datos, que abarca desde la toma de muestras hasta la secuenciación. Con esta experiencia estamos alcanzando un nivel similar a lo que hay en los países desarrollados, como es el caso de China, quien está analizando el genoma de 1 millón de sus habitantes, y de países de Europa, que acaban de lanzar programas para analizar 100 mil personas.
Detectar fracturas
En otro ámbito totalmente diferente, pero siempre con foco en lo local, el Centro para el Desarrollo de la Nanociencia y Nanotecnología (Cedenna) de la Universidad de Santiago de Chile, trabaja en múltiples áreas, tales como diseño de envases nanotecnológicos o filtros para la remoción de arsénico en conductos acuosos.
Pero en el área minera, está abordando el problema de la detección de materiales "inchancables", los cuales provocan detenciones no programadas, disminuyendo la capacidad productiva y exponiendo al personal a ambientes altamente peligrosos.
Así un grupo de científicos diseñaron un sensor portátil inalámbrico, el que es capaz de detectar fracturas que anticipen el quiebre en los dientes de las palas que recogen el material rocoso y lo trasladan a la chancadora. Estos dientes se van desgastando debido al impacto con los distintos tipos de roca y, en ocasiones, se desprenden durante el proceso de excavación y "carguío", cayendo a la moledora junto con el mineral.
El sensor permite monitorear en tiempo real fracturas de elementos metálicos en la minería. Tiene un carácter innovador frente a lo que actualmente está disponible en el mercado, basado en propiedades que surgen a escala nanométrica.