Mientras más tiempo estén en la Copa del Mundo el capitán de Inglaterra, Harry Kane, y su equipo, mayor será el impulso para la economía del Reino Unido. Pero si hay una industria que ganará pase lo que pase, es la de las apuestas.

Se estima que los británicos apostarán unos 2.500 millones de libras (US$3.310 millones) en la Copa del Mundo, según datos publicados por London Times, o un aumento del 5o% respecto del torneo anterior. La cifra es prácticamente la misma que se calcula que gastarán los fanáticos en comida, bebidas, artículos promocionales, bares, discotecas y cafés, si Inglaterra gana.

Este auge debería hacer reflexionar, sobre todo porque 2 millones de personas en el Reino Unido se consideran en riesgo de convertirse en jugadores compulsivos. Reducir la publicidad, sin tomar medidas drásticas contra las plataformas de apuestas, es una manera de dar un empujoncito a los consumidores sin cambiar nada en sus elecciones.

La propagación de la tecnología y décadas de una regulación bastante permisiva, donde es frecuente ver tiendas de apuestas en las calles británicas desde la década de 1960, han sentado las bases para la situación actual. El mercado de juegos de azar en línea del Reino Unido es el más grande de Europa, con ingresos brutos de US$5.700 millones, según la consultora GBGC. Mercados como Francia están ganando terreno, pero mantienen al sector bajo un mayor control.

Sin embargo, la publicidad y el marketing son lo que realmente mantienen la maquinaria funcionando. Las decenas de millones de televidentes británicos que sintonizan un canal para ver un partido de la Copa Mundial se encuentran a menudo con alguna celebridad promoviendo animadamente las apuestas en línea, en algún momento entre los himnos nacionales de los equipos y el comienzo del partido. Es difícil conciliar las escenas relucientes de grupos de amigos haciendo sus apuestas ganadoras entre tragos de cerveza con la realidad.

Los anuncios son la conclusión lógica de una campaña de desregulación que comenzó hace una década y que condujo a anuncios tan directos que han llevado a algunos políticos y a la Iglesia de Inglaterra a exigir más restricciones. Los acuerdos de patrocinio entre clubes y marcas de apuestas se han disparado.

Tardíamente se han comenzado a restringir las reglas y normas, especialmente respecto al tono y las promociones financieras seductoras de algunos anuncios. Pero la ubicuidad de los anuncios y los mensajes agresivos no han cambiado. Los impresionantes márgenes operativos de dos dígitos de los sitios web de apuestas dejan en claro quiénes son los verdaderos ganadores.

Los organismos de la industria han argumentado en el pasado que la oposición a los anuncios es emocional en lugar de basada en la evidencia. El Dr. Mark Griffiths, de la unidad de investigación de apuestas de la Universidad de Nottingham Trent, descubrió lo contrario. De acuerdo con su investigación, la normalización de las apuestas deportivas podría afectar a sectores vulnerables de la sociedad: alrededor del 70% de los niños han visto anuncios de apuestas en las redes sociales, de acuerdo con la Comisión de Apuestas, mientras que los jugadores compulsivos mencionan la publicidad como un factor provocador.

Una ofensiva directa contra los juegos de azar en línea es probablemente más paternalista de lo que la sociedad del Reino Unido respaldaría, mientras que además solo fomentaría un mercado negro. Pero los consumidores se beneficiarían de un empujón en la dirección correcta. Las campañas publicitarias y de concientización sobre los riesgos de los juegos de azar podrían equilibrar la balanza un poco mejor. Una propuesta de Raian Ali, de la Universidad de Bournemouth, sugiere regresar los datos recolectados por las plataformas de juego a los consumidores, para que los jugadores puedan ver el registro completo de su actividad y el dinero gastado (y perdido).

Estas medidas tendrían mucho sentido. Pero los futuros esfuerzos regulatorios aún deben apuntar a la maquinaria de marketing de un mercado de apuestas cada vez más impulsado por volúmenes y masificado. Una reducción o prohibición en los anuncios de apuestas sin duda ayudaría con la adicción al juego. Pero, al igual que con la publicidad del alcohol y los cigarrillos, donde actualmente se aplican fuertes restricciones en el Reino Unido, es poco probable que las empresas se restrinjan voluntariamente. Apostar por menos exposición podría ser beneficioso para la sociedad a largo plazo.