Un ciudadano argentino que hoy tiene 40 años de edad ha tenido que lidiar más de la mitad de su vida con complejas crisis económicas en el país transandino. Luego de la pandemia y de agotadoras pujas políticas al interior de la coalición gobernante, nuevamente Argentina se encuentra al borde del despeñadero y busca con celeridad el camino hacia la estabilidad económica.

Desde que fue investido como nuevo “superministro” la tarde de este miércoles en la Casa Rosada, el abogado, hincha de Tigre y hábil político de 50 años Sergio Massa no solo se convierte en el tercer titular de Economía en menos de un mes, sino también en la esperanza del Presidente Alberto Fernández y del kirchnerismo de poder manejar con éxito el complejo momento económico.

Sergio Massa, nuevo ministro de Economía de Argentina REUTERS/Matias Baglietto

Con casi nulo financiamiento externo y reservas del Banco Central en el límite, la economía argentina ha estado financiando su abultado déficit fiscal con emisión monetaria, en medio una fuerte alza del riesgo país y una inflación que finalizará este año por sobre el 60%.

“No soy ‘superministro’, ni mago, ni salvador”, afirmó Massa en un intento por bajar las expectativas al tomar el bastión de los ministerios de Economía, Desarrollo Productivo y Agricultura, lo que hizo recordar a Domingo Cavallo, el singular “superministro” del expresidente Carlos Menem a principios de los 90 y arquitecto de la convertibilidad uno a uno del peso contra el dólar.

La nueva era que comienza con Massa fue precedida de fallidos intentos por detener el fuerte deterioro de los principales indicadores económicos del país transandino. De hecho, la anterior ministra de Economía, Silvina Batakis, sólo duró 24 días en el cargo, tras la dimisión de Martín Guzmán, quien en marzo había sellado un acuerdo de ajuste fiscal con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el que fue duramente objetado por la oposición y el kirchnerismo.

“La Argentina vive en una crisis permanente. De hecho, tenemos una crisis grande cada siete años. Ahora estamos en una crisis permanente desde el año 2018, que empezó con la economía y después siguió con la pandemia”, afirma desde Buenos Aires el doctor en Economía de la Universidad de Columbia y execonomista principal del Banco Mundial, Miguel Kiguel.

El reflejo más evidente del deterioro que hoy vive la economía argentina se refleja en su mercado cambiario. Como si fuese un puzle complejo de armar, la economía transandina tiene al menos una decena de cotizaciones de dólar para distintos tipos de agentes u operaciones producto del cuestionado cepo cambiario (restricción a la compra de divisas). Los llamados dólar blue, sojero, Netflix y solidario, por ejemplo, están presentes diariamente en la vida del consumidor trasandino.

El nuevo y tortuoso capítulo

Sin embargo, la nueva tarea de Sergio Massa de estabilizar la economía siembra dudas entre economistas y analistas que siguen de cerca la crisis. Tras su llegada al gobierno esta semana, el nuevo ministro anunció medidas destinadas a fortalecer las reservas del Banco Central, bajar el déficit fiscal al 2,5% del PIB para este año y eliminar subsidios y aumentar tarifas de electricidad y gas, entre otros. Sostener el peso frente al dólar y atacar la inflación serán sus prioridades, añadió al momento de asumir el también expresidente de la Cámara de Diputados.

Para el economista Gabriel Caamaño, socio de la consultora Ledesma en Buenos Aires, existe hoy una necesidad urgente de ajustar con fuerza el gasto fiscal en Argentina, pero repara en que nadie quiere pagar los costos del “apriete de cinturón”.

“Nadie quiere ser el que pague con su capital político ese ajuste. Los anteriores ministros Batakis y Guzmán no pudieron ¿Va a poder Massa? Tengo mis dudas. El escenario más probable es que Massa aplique racionalidad en el margen y no lance un verdadero plan de estabilización que solucione los desequilibrios macroeconómicos. Buscará anclar mejor las expectativas para tolerar un camino menos tortuoso para las elecciones de 2023, que para el gobierno hasta hace dos semanas parecía ciencia ficción llegar”, afirma Caamaño.

Andrés Borenstein

Coindice el economista de Econviews y académico de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Torcuato di Tella, Andrés Borenstein, quien cree que un verdadero plan de estabilización para la economía argentina sólo vendrá para quien asuma después de las elecciones de 2023. Con todo, apunta que varias medidas lanzadas por Massa esta semana van en la dirección correcta, aunque repara que muchas de ellas son poco concretas y se quedan en las “intenciones”.

Si bien cree que Massa tiene un mayor “volumen” político que sus predecesores para negociar ajustes, Borenstein opina que resolver los problemas actuales de la economía argentina no son sencillos. “Supongamos que a Massa le creemos y tiene un ‘veranito’ (prosperidad transitoria), pero ¿cuánto va a durar ese ‘veranito’? Massa no es un (Lionel) Messi a quien perdonamos todo. A Massa la sociedad no le va a perdonar ninguna”, agrega el economista de Econviews.

Miguel Kiguel

Miguel Kiguel añade nuevas dudas a la dura misión el abogado peronista. El economista de Columbia cree que vienen nuevas pujas políticas a raíz de los cambios que impulsará el ministro y asegura que faltaron medidas directas para aminorar el deterioro cambiario. “Si bien se anunció menos emisión monetaria para financiar el Tesoro, no está claro cómo se va a lidiar con un proceso de inercia inflacionaria muy grande”, añade Kiguel, quien afirma que el ministro Massa deberá enriquecer su equipo con la presencia de macroeconomistas. De hecho, el viernes Massa designó como viceministro al reconocido economista Gabriel Rubinstein, quien se desempeñó como directivo del Banco Central de Argentina.

“En Argentina claramente hay un problema político que es el que impide resolver los problemas económicos y básicamente se basa en que no hay consenso en la sociedad de cómo avanzar”, concluye.

El problema de fondo

Los expertos argentinos coinciden en que la tarea de Massa es también revertir la fuerte imagen negativa que tiene el gobierno tras la pandemia y afirman que cualquier reforma a futuro requiere credibilidad y cohesión política.

“Los temas de fondo de Argentina son varios y no se solucionan con una sola acción. Reducir el déficit fiscal es prioritario. Para eso se necesita cohesión política porque implica reducir el gasto público. Esto viene de la mano con una disminución fuerte de la oferta monetaria para reducir la inflación y salir con un programa que mejore la brecha cambiaria entre los distintos tipos de cambio”, precisa Gustavo Scravaglieri, socio líder de Impuestos (ITTS) de EY Latinoamérica Sur y Argentina.

Andrés Borenstein va más allá en materia de reformas de largo aliento. “En el largo plazo, la estabilidad macro es condición principal para reformas estructurales en el funcionamiento del Estado, en las leyes laborales e impositivas, el funcionamiento del federalismo y la apertura comercial”, sentencia el economista.