Australia ha completado el récord de crecimiento ininterrumpido entre los países desarrollados: 27 años y contando. Esto se explica por las reformas económicas que implementó después de la "crisis asiática", su ubicación estratégica en la floreciente región asiática y el fuerte crecimiento de la población. Probablemente sea el mejor país de referencia para el camino hacia el desarrollo que debe seguir Chile.
El PIB de las actividades ligadas a los recursos naturales en Australia llega a un 10%, mientras que el sector manufacturero alcanza a 6,3%. El restante 84% se explica por una amplia variedad de servicios y actividades.
En Chile los ratios son 15%, 9% y 76%, respectivamente. Mientras las semejanzas entre ambos países están en el tamaño de sus sectores de recursos naturales, (ambos están entre los mayores países mineros y mayores exportadores agrícolas del mundo), las diferencias son relevantes.
La productividad de la minería y agroindustria australiana es 42% y 46% superior a la productividad de sus competidores.
Hay otras diferencias relevantes. Australia ha desarrollado una alta competitividad en servicios: décimo país receptor de turistas en el mundo, tercer receptor de estudiantes universitarios, sexto lugar en fondos de inversión, séptimo en emprendedores globales, y más de 40% de la fuerza laboral con calificaciones terciarias.
El caso australiano demuestra que es posible tener el más alto nivel de desarrollo económico y los mejores niveles de vida del mundo (seis ciudades australianas están entre las 40 mejores ciudades del mundo), con una base fuerte de recursos naturales, complementada con industrias de servicios de alta calidad.
En Chile estamos perdiendo el foco estancados en la anticuada retórica de la maldición de los recursos naturales y pensando que el desafío está en la manufactura "tradicional".
Australia ha desarrollado industrias competitivas aprovechando sus ventajas. Chile cuenta con interesantes fortalezas, como su rol de plataforma en Sudamérica especialmente hacia el Pacífico, su estabilidad y bajo riesgo-país, alta utilización de tecnologías y nuevas generaciones mejor formadas, entre otras.
Es hora de poner estos factores a trabajar, pero sin dejar de lado la imprescindible necesidad de fortalecer las industrias de recursos naturales. El ejemplo de Australia es claro. Otros caminos son apuestas de dudosa probabilidad de éxito.