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Como no recordar al protagonista de En búsqueda de la felicidad, caracterizado por Will Smith. Quizá la imagen más simbólica del emprendimiento y la perseverancia de Chris Gardner se plasma cuando se le ve cargando por toda la ciudad una surrealista máquina para tratar de venderla. La cuidaba más que a sí mismo.
Algo similar les ocurrió a Rubén Klein y Patricio Abusleme con un aparato inventado por ellos, pero en las calles de Santiago. Visitaron a cientos de posibles clientes con su “maquinita”. Pocos entendían qué hacía. Hoy, los socios de Bluetek recuerdan con orgullo ese periodo y miran a su alrededor varios productos que tienen para diversas industrias. También ven con alegría su facturación, que para este año la proyectan en más de US$ 1 millón.
Su historia nació en 2015 a partir de un ritual que tenían ambos: juntarse a almorzar una vez a la semana para intercambiar ideas y experiencias de sus trabajos y alimentar una amistad que venía desde el colegio. Abusleme era gerente en BMW y Klein tenía una empresa de servicios. “Un día el Pato me comentó que había una necesidad en su rubro: matar los olores y bichos dentro de los ductos de ventilación y cabinas de los autos”, recuerda Klein.
Con $ 2 millones de inversión propia empezaron a investigar distintas tecnologías y a importar un par de productos para ver cómo funcionaban. Luego de dar varias vueltas decidieron fabricarlo ellos mismos. Empezaron con los pilotajes y en 2016 desarrollaron un Producto Mínimo Viable (MVP por sus siglas en inglés). Lograron un par de clientes de la industria automotriz, gracias a los contactos de Abusleme. Y el servicio empezó a gustar. “Había muchas máquinas a nivel mundial, pero ninguna con la regla de negocios que nosotros queríamos implementar. Fue cuando armamos toda la electrónica enfocada al segmento que estábamos llegando”, cuenta Klein. Básicamente, era un dispositivo que se conectaba a los ductos de ventilación de un vehículo para purificar y desinfectar el aire.
“Hacíamos la combinación perfecta. Yo venía del sector corporativo y vivo en el mundo de las ideas, además de generar confianzas con los inversionistas. Pero Rubén sabe aterrizar las ideas y ejecutarlas muy bien. Él tenía la experiencia de desarrollar productos desde cero. Eso para mí era difícil. Finalmente somos un complemento muy importante. Así nacimos”, recuerda Patricio Abusleme.
Ambos hicieron verdaderos tours por los talleres de concesionarios de marcas de autos con sus dispositivos a cuestas. Se lo dejaban un tiempo para que lo probaran. A veces en comodato y así, los talleres les ofrecían el servicio de limpieza de aire a sus mismos clientes. Era muy simple. Solo tenía dos botones y se conectaba a la entrada de 12 voltios de los vehículos.
Pero dentro de las constantes mejoras lograron hacerla funcionar con corriente de 220 voltios. Y eso dio un giro al negocio. Les abrió otros rubros como la hotelería, las oficinas y los casinos. En definitiva, en cualquier lugar donde la purificación del aire fuera clave. “De todas formas, nos costaba venderlo. Nos veían como bichos raros. Había que explicarlo muy bien y desde un principio conseguimos estudios con algunas entidades como, por ejemplo, el Dictuc, para comprobar que realmente el lugar quedara limpio. Hay que imaginar que… ¡estábamos vendiendo aire!”, dice riendo Abusleme, y agrega: “pero en realidad lo que pasaba es que aún no le veían el valor a esto, algo que, más adelante, cambiaría absolutamente con la pandemia”.
Corría 2018 y, mientras por un lado, con Klein empujaba Bluetek, Abusleme seguía trabajando en el mundo corporativo. Ahora con la marca Lamborghini. Ese año se ganaron un fondo de Sercotec ($ 7 millones) que los ayudó a dos cosas: fabricar más máquinas y viajar a venderlas a Perú. “Fue un hito muy importante, porque se validó aún más el producto y logramos clientes importantes como Derco y concesionarios en regiones”, señala Klein.
La oportunidad
Ya en agosto del 2020 y en plena pandemia, Abusleme estaba ahora con Ferrari, pero hubo una reestructuración y tuvo que salir de la empresa. Fue cuando decidió que no iba a arreglar más su CV para meterse de lleno al emprendimiento con su amigo de la infancia. Y, claramente, el interés global y masivo por recintos libres de virus era el mejor caldo de cultivo para dar el gran impulso.
“El Covid puso en evidencia la importancia de cuidar el aire. Ya llevábamos cinco años y era hora de golpear puertas de los venture capital u otros privados que quisieran invertir. Fue cuando en octubre del año pasado llegamos al Centro de Innovación y Negocios (CIN) de la Región de Valparaíso, donde nos dieron 10 minutos para presentar nuestro proyecto a 12 grandes empresarios de Viña del Mar y Valparaíso. Pero jamás habíamos hecho un pitch… Fue fome. Árido. Hasta yo me aburrí contándolo”, indica Abusleme.
A los asistentes les gustó, pero uno fue más allá y les ayudó a levantar US$ 1 millón. Y aunque los fundadores de Bluetek no han podido convencerlo de que salga del anonimato, reconocen que es alguien que “tiene una visión distinta al empresario tradicional y se arriesga mucho”, dice Klein.
Hoy, esta startup está operando en Chile, Perú, Ecuador y acaba de abrir una franquicia en Uruguay. Tienen cerca de 50 clientes, entre los que se cuentan los talleres automotrices, la aviación privada, la gran minería (por ejemplo, Codelco), cadenas de restaurantes como Johnny Rockets, clínicas, hospitales, flotas de buses y colegios, entre otros sectores. “El aire es tan esencial y transversal que en cualquier lugar cerrado es donde podemos trabajar”, asegura Abusleme.
Mientras realizamos la entrevista, ambos muestran un nuevo producto que lanzaron hace ocho meses y que cabe en la palma de la mano. Funciona con una tecnología basada en “plasma frío” y se instala en los ductos de ventilación de oficinas corporativas o en los equipos convencionales de aire acondicionado de las casas, además del de los autos. El look es muy Apple… “En realidad nos encanta darles ese estilo a nuestras máquinas”, indica Klein, para pasar a una explicación más académica: “El dispositivo de plasma frío consiste en dos cepillos de fibra de carbono que irradian permanentemente iones positivos y negativos. Con eso logramos adherirnos a las paredes de los microorganismos, inactivando los virus, incluyendo el coronavirus, además de matar las bacterias hongos y alérgenos”. Los aparatos son diseñados en Chile y se fabrican en Asia, principalmente en China y Singapur.
Ahora, Bluetek apunta a obtener un segundo levantamiento de capital por US$ 3 millones, terminar el 2021 con una cartera de más de 100 clientes y acelerar, durante el segundo semestre el proceso de internacionalización para instalarse también en Colombia y México.