Desde el fin del programa de transbordadores, la Nasa se quedó sin naves espaciales. Por eso, cada vez que un astronauta viaja a la Estación Espacial Internacional, deben pagarle a Rusia US$ 82 millones por cada asiento que ocupe en sus naves Soyuz.

Para evitar seguir con esta dependencia -cuyo contrato vence en 2019- en 2015 la agencia lanzó el programa Commercial Crew, con el que privatizó la fabricación de sus futuras naves. Tras una licitación, que ganó SpaceX, compañía de Elon Musk y Boeing, conocida por el desarrollo de aviones comerciales, la Nasa le pagó más de US$ 2,6 mil millones a cada una.

Las primeras pruebas con astronautas deberían comenzar a fin de año, pero Boeing reconoció un problema en los motores de interrupción de su nave CST-100 Starliner en la última prueba estática realizada en junio en el White Sands Test Facility de la Nasa en Nueva México, lo que retrasaría los plazos de su lanzamiento inaugural.

Se trata de una pieza fundamental, ya que es utilizada solo en situaciones de emergencia. No es la primera falla. Ya en 2017 se registró un evento similar. A través de un comunicado la compañía señaló que los motores se encendieron con éxito y funcionaron durante toda la prueba, pero durante el apagado del motor, se produjo una anomalía que provocó una fuga del propulsor. "La seguridad del vuelo y la mitigación de riesgos son la razón por la cual llevamos a cabo estas pruebas rigurosas, y las anomalías son una parte natural de cualquier programa de prueba", dijo la empresa.

La Oficina de la Contraloría del Congreso sugirió que la Nasa no tiene un plan de contingencia para asegurar el acceso ininterrumpido de EEUU al espacio. En un informe agregó que no existe una estrategia coherente para medir el riesgo que corren los tripulantes en estas nuevas naves espaciales.

Tras la falla, los ensayos programados para agosto y diciembre quedaron por confirmarse, así como también la expedición final al espacio con astronautas, que podría posponerse para 2019.

Pero David Southwood, exdirector de Ciencia y Exploración Robótica en la Agencia Espacial Europea (ESA) dice a PULSO que estos imprevistos están en el cronograma. "Es cierto que los recientes problemas sufridos por CST-100 parecen ralentizar el desarrollo, pero por otro lado, cuando estás haciendo algo que no se ha hecho antes, ocurren imprevistos. Aunque significa que debes restablecer tus predicciones, no significa el final de la historia", señala.

Klaus von Storch, ingeniero aeroespacial, coincide y dice que lo ocurrido no es inesperado. "Existe un programa que va pasando por distintas etapas de prueba, por lo que están totalmente considerados ciertos riesgos, es parte de. Una vez falló un lanzador con un satélite de US$ 160 millones y finalmente se desvió de la ruta y lo detonaron para que no caiga en áreas pobladas. Es un riesgo asociado y por eso hay futuro. Es bueno que pase ahora y no en un vuelo tripulado".

Explica que los requerimientos de seguridad en la carrera espacial son mucho mayores a los que había antiguamente. "Por ejemplo, si antes era un accidente de cada cien, ahora se habla de uno cada 270. En la medida que vas disminuyendo el riesgo, aumentas los costos y se alargan los espacios de tiempo para implementar nuevas tecnologías".

Robin Seemangal, periodista especializado de la revista Wired, dice a PULSO que lo que pasó es lo que se conoce como incidente durante una prueba de los motores. "Algo falló o no funcionó según los estándares de la Nasa", explica.

Agrega que "las inclusiones de SpaceX y Boeing en el programa Commercial Crew marcan el traspaso del riesgo y la responsabilidad de los vuelos espaciales tripulados del sector público (Nasa) a la industria privada".