Los inversionistas están siendo seducidos por la sustentabilidad. En el mundo bursátil, los bonos verdes, usados por los emisores para financiar proyectos con fines medioambientales, están robándose las miradas.
Para los analistas, abundan las razones de su creciente atractivo. Pablo Bawlitza, gerente de finanzas corporativas de BCI, explicó que la creciente importancia mundial por el cambio climático ha desarrollado la proliferación de fondos de inversión destinados a cartera de activos con calificación verde o ESG; al mismo tiempo, los esfuerzos de cuidado ambiental han derivado en una gran cantidad de convenios y acuerdos internacionales que han puesto restricciones relevantes a la inversión en bonos no vinculados a actividades ESG.
“Los bonos verdes corresponden a instrumentos financieros de renta fija que califican en una de las categorías ESG (sustentables). En particular se refieren a bonos cuyo uso de fondos o los compromisos asumidos por el emisor están vinculados a actividad de protección y control de contaminantes provocados por las actividades de las empresas emisoras o sus filiales”, dijo Bawlitza.
Raimundo Alcalde, jefe de ESG de LarrainVial Asset Management, destaca el rol de los bonos vinculados a la sostenibilidad (SLB por sus siglas en inglés), ya que las compañías que los emiten se comprometen a llevar a cabo ciertas metas predefinidas de sostenibilidad. “Si alguno de estos objetivos no se cumple, la empresa aumentará la tasa de interés del bono, beneficiando a los inversionistas y también presionando a la empresa para mejorar su desempeño en sostenibilidad”, dijo.
Basándose en la emisión de los bonos sostenibles por parte de las empresas, Alcalde asegura que los denominados verdes ocupan un papel preponderante: entre enero y marzo de 2024, los SLB representaron casi un 11% de todos los bonos corporativos en circulación en Latinoamérica. “De hecho, de todas las emisiones durante el primer semestre, un 27% fueron sostenibles y, en todo esto, los verdes dominan”, agregó.
En concreto, casi un 70%, tanto de los SLB en circulación como de las nuevas emisiones en el primer semestre, son bonos verdes. “Su popularidad puede ser explicada por el apetito que ha tenido el mercado para estos instrumentos, dada la urgencia de mitigar los efectos del cambio climático en la región y la relevancia que ha cobrado para las empresas el impacto ambiental que tienen sus operaciones en la sociedad. Por otro lado, y ligado a esto último, cada vez más inversionistas han comenzado a integrar factores ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) en sus análisis de inversión, entonces al invertir en un bono verde existe una especie de garantía de que esa inversión tendrá un efecto ambiental positivo y además puede ayudar a la empresa en su recorrido hacia operaciones más sostenibles”, señaló.
Chile, Brasil y México son líderes del mercado de bonos en Latinoamérica, en particular mediante la emisión de bonos sostenibles y vinculados a la sostenibilidad. Según un reporte de S&P Global del 27 de febrero de este año, los SLB siguen siendo relativamente más frecuentes en América Latina que en cualquier otra región.
El interés en finanzas orientadas al cuidado medioambiental no sólo queda en el ámbito corporativo. En 2019, Chile se convirtió en el primer país del continente americano en emitir bonos verdes soberanos.
Alcalde señala que reguladores a nivel mundial y local han aportado a impulsar la popularidad de estos instrumentos: “En Europa, a través del desarrollo de la Taxonomía de la Unión Europea de actividades sostenibles, marco por el cual se regirán las finanzas sostenibles en el viejo continente para cumplir con sus objetivos de descarbonización y el Pacto Verde Europeo, una serie de iniciativas políticas que buscan la neutralidad climática del continente para 2050″.
Apunta a que algo similar ha ocurrido en Latinoamérica con la Taxonomía Verde de Colombia. Hace cinco años, en Chile se firmó el Acuerdo Verde voluntario entre el Gobierno, reguladores y sector financiero con la mirada puesta en alcanzar los objetivos a los que el país se ha comprometido en materia climática; mientras que en 2021 se comenzó a trabajar en la creación de una Taxonomía Verde, con la idea de desarrollar un sistema de clasificación sostenible que permita facilitar los flujos de capital hacia actividades medioambientalmente sostenibles, recuerda Alcalde.
“Dados todos estos factores, y sumado al escrutinio que han tenido en el último tiempo otro tipo de bonos sostenibles como los SLB donde en muchos casos se ha cuestionado la ambición de los objetivos de desempeño, vemos que la oferta y demanda por bonos verdes seguirá al alza”, precisó el jefe de ESG de LarrainVial Asset Management.
Reinalina Chávarri, directora del Observatorio de Sostenibilidad del Departamento de Administración de la Facultad de Economía y Negocios (FEN) de la Universidad de Chile, está convencida de que los bonos verdes estimulan la participación de las entidades financieras e inversionistas institucionales, a través de sus estrategias de negocios, para contribuir a la descarbonización de la economía.
Esta herramienta cuenta con la posibilidad de ofrecer inversiones a mayor plazo en actividades o proyectos con bajo impacto en emisiones de gases de efecto invernadero y que, al mismo tiempo, generan resultados positivos no sólo en el medioambiente, sino que también sobre las personas. Para la académica estos principios sirven para orientar las decisiones de inversión de una compañía o un conglomerado de negocios: “Es lo que conocemos como finanzas sostenibles”.
Según Chávarri, a corto plazo, la sustentabilidad es una definición estratégica de las empresas: mirar el largo plazo con sus impactos y riesgos. “Lo anterior, permite diseñar e implementar estrategias con metas e indicadores que muestran de manera objetiva que, al adherir a dichos principios de inversión, es posible crecer y desarrollarse al mismo tiempo”, agregó.