La profunda crisis social que atraviesa Chile y el reconocimiento transversal de que "todos tendremos que ayudar", ha puesto nuevamente la discusión sobre impuestos "al 1% más rico".
Thomas Piketty, en su libro "Capital e Ideología", aboga por un socialismo participativo y por fuertes impuestos al 1% más rico, que revela el usual desconocimiento de las realidades del capitalismo familiar. ¿Un alza en el impuesto para luchar contra las desigualdades no arriesgaría destruir valor para todos los stakeholders, al amenazar a pymes, que son el corazón del capitalismo familiar?
Habría que desmitificar la expresión del "1%". Basados en las Encuesta de Finanzas del Consumidor de EEUU, M. Carney y R. Nason de la U. de Concordia en Canadá, dicen que el "1%" está compuesto por cerca de 1,6 millones de hogares norteamericanos con activos promedio de US$ 29 millones. Su principal fuente de ingresos proviene de la propiedad y gestión de pequeñas y medianas empresas (según la clasificación pyme de ese país), en su mayoría correspondientes a empresas familiares con facturación promedio de US$13 millones y 30 empleados.
En Chile, el 78% de las empresas son familiares. Estas generan el 60% de las ventas y se concentran en los sectores comercio, agrícola, manufactura, transporte, inmobiliario y construcción. Representan, además, 63% del empleo. Aunque no se sabe exactamente cuántas de ellas estarían incluidas en el "1%", debiéramos esperar una composición similar a la de EEUU, pero con un menor volumen de negocios relativo, con US$10 millones (o menos) de ventas promedio.
Esto se separa de la imaginación colectiva del "1%" solo compuesto por CEO con sueldos multimillonarios. Por el contrario, en base a nuestra propia experiencia, los dueños de empresas familiares de ese tamaño no suelen caracterizarse por estilos de vida particularmente fastuosos. Más bien son familias comunes, que trabajan duramente por desarrollar y mantener sus negocios.
Esto sugiere cautela frente a la tentación de tomar medidas voluntariosas en el enrarecido ambiente actual. Si dañamos el tejido productivo pyme con recargas tributarias excesivas, el remedio podría resultar peor que la enfermedad.
¿Cómo conciliar el imperativo moral de que "todos tenemos que ayudar" con la realidad de que no todos tienen grandes disponibilidades de recursos líquidos ni excesos que recortar, y en que muchos tienen sus fondos "trabajando" como capital operacional? Quizás se debiera partir por distinguir entre rentistas y empresarios familiares, como lo han propuesto los mismos Nason y Carney.
También se podría complementar mayores tributos con un nuevo Estatuto de Empresas de Talla Intermedia (ETI), como se hecho en Francia, emulando las exitosas mittlestand alemanas, para reinyectarle energía a las pymes, y ahí el aliado natural del gobierno debiera ser la Asociación de Emprendedores, que tiene el conocimiento y la cercanía con esa base empresarial emergente.
Hagamos las distinciones correspondientes. Potenciemos la capacidad productiva, de empleo, innovación y desarrollo de los empresarios que mueven las industrias, sin perjuicio de los aportes que todos deberemos hacer por construir un país más equitativo, justo y con la paz social que anhelamos.
*Basado en artículo co-escrito con Rania Labaki, EDHEC Francia.