Esta semana Uruguay desplazó a Chile como el país con menor riesgo país de la región, de acuerdo a la medición a cinco años del instrumento financiero de seguros contra incumplimiento crediticio (CDS, su sigla en inglés). Pese a obedecer principalmente a la mejora del escenario económico uruguayo, se trata de la más reciente señal de alerta respecto a la percepción que el mercado tiene de Chile, que se suma a las rebajas de la calificación soberana que aplicaron el año pasado las agencias Standard & Poor’s y Fitch.

De acuerdo a Carmen Reinhart, economista jefa del Banco Mundial, Chile debe estar atento a esa tendencia y cautelar que no se pierda el grado de inversión en el futuro, un elemento que a su juicio colaboró en que sea uno de los países que mejor ha sorteado la recuperación tras el colapso económico mundial de 2020. Para ello, indica, la tarea fundamental será el cuidadoso trabajo de normalización de las políticas fiscal y monetaria que deberán llevar a cabo el gobierno y el Banco Central, respectivamente.

A propósito de la entrega del World Development Report, la economista además destaca a Pulso que el presente ejercicio será desafiante, particularmente para los mercados emergentes, tanto por la persistencia de la inflación como por el alza de tasas que se avecina en la Reserva Federal de EE.UU.

¿Cuál es el balance del Banco Mundial sobre la recuperación pospandémica de la economía mundial?

-No puedo dar una respuesta común para todos los países. Por ejemplo, en el caso de Chile y de EE.UU. la recuperación de 2021 ya los dejó en un nivel de ingreso per cápita superior a lo que había en el antes del Covid, es decir, la recuperación en esa dimensión fue completa.

Pero esa no es la situación de la mayoría de los países, que ha tenido una recuperación mucho menor, muy parcial y retrasada, y mi temor es que muchos de los objetivos que había en temas sobre medioambiente e, incluso, sobre igualdad para las mujeres, van a sufrir a consecuencia de que en una cantidad significativa, sobre todos los países de bajos ingresos, es muy frágil. Con esto no estoy exagerando, porque casi 60% de los países de bajos ingresos o está en una crisis de deuda, o está en alto riesgo de una.

Además, las políticas de estímulo, no solamente la monetaria y fiscal, sino que también las dirigidas al sector financiero, como la moratoria, se van eliminando o reduciendo, dejando al sector financiero con una mayor carga de deuda morosa.

En estos países, en especial donde el sector financiero no está bien monitoreado, bien capitalizado, el impacto en desigualdad es bastante adverso, porque los hogares de menores de ingresos y las firmas más pequeñas son los últimos en recibir crédito y los primeros a los que se les corta.

¿A qué atribuye que Chile se cuente entre los que sortearon bien la recuperación?

-Chile ha mantenido una posición fiscal que le permitió hacer más en la frontera fiscal durante la pandemia, en relación a la mayoría de los países emergentes. Lo que vimos fue una caída simultánea del 90% de los países. Si se enfrenta un shock de esa magnitud con espacio fiscal, con una deuda que no es un problema, tienes más espacio para responder. Ese fue un elemento muy importante en la capacidad de recuperación de Chile. Ahí se parece más a las economías avanzadas, que también entraron con espacio fiscal a la crisis.

Por otra parte, Chile es un país percibido con poco riesgo por las agencias crediticias, que lo califican con grado de inversión. Además, después de la gran crisis bancaria de los ‘80, hubo mucha mejoría en la transparencia en el sector financiero.

Pero recientemente hemos visto un aumento del riesgo país, lo que se suma a que los cambios más recientes en las agencias de calificación han sido en una dirección negativa. ¿Cambió la percepción de riesgo que se tiene de Chile?

-A Chile le va relativamente bien en el contexto de América Latina, pero América Latina no es la región a la que le va mejor, para nada. Si uno empieza a ver comparaciones, con Asia en particular se ha perdido competitividad. Chile dejó de ser la estrella del mundo emergente en términos de riesgo.

No estoy hablando en ningún caso que esté cerca de una crisis o algo por el estilo, pero sí estoy diciendo que la tendencia hay que mirarla, porque es más fácil perder credibilidad que ganarla y hay que tener mucha cautela, no sencillamente proyectar que si se ha tenido una buena calificación en los últimos 20 años, por eso se va a estar bien. La cautela implica mirar más allá de América Latina, poner atención en la competencia de Asia y también de Europa del Este.

En esto también afecta una dimensión que va más allá de la parte económica: el riesgo sociopolítico. Cuando empezaron las protestas en Chile, cambió la percepción de la estabilidad. Eso es algo bastante obvio, que no solamente importa la parte económica, sino que también la sociopolítica.

En ese sentido, ¿cómo Chile puede procurar cautela, considerando que enfrenta un contexto sociopolítico complejo a propósito de la Convención Constitucional y el gobierno de Gabriel Boric, comprometido con cambios estructurales?

-Es una tarea que es más fácil de decir que de hacer. A raíz de la pandemia, no solo Chile, sino casi todos los países hicieron un gran esfuerzo fiscal de estímulo. Expandir durante una crisis es más fácil de hacer, porque hay más coherencia social. Lo más complejo surge cuando lo tienes que retirar. Ese es un tema que va a continuar complicando, el cómo normalizar las políticas fiscal, monetaria y también el tema de las pensiones, que fue parte de la respuesta que tuvieron frente a la pandemia. El retiro del estímulo hay que hacerlo con mucho cuidado de que no agrave la situación de desigualdad social, con mucho cuidado con los recortes que hay que hacer. Por eso no envidio a los políticos, a los gobernantes, ni a los gobernadores de bancos centrales, porque en estas condiciones es fácil equivocarse.

Pero yo creo que Chile va a enfrentar bien ese proceso, porque está en una situación mejor que la mayoría de los países. Tiene ventajas el retirar estímulos monetarios en una economía que ya recuperó el nivel que tenía en el 2019, que hacerlo sin haberse recuperado.

¿Qué tan compleja le parece la escalada inflacionaria que se observa a nivel mundial y de la cual Chile no es ajeno?

-En el World Development Report abordamos el impacto del aumento de tasas de interés que, obviamente, se relaciona con la inflación. Al respecto, quiero recordar el trabajo de hace más 30 años que realizamos con Guillermo Calvo y Leonardo Leiderman, en el cual describimos que cada vez que hay un ciclo de aumentos de tasa de interés, en particular de EE.UU., se ajusta el panorama de flujos de capital para los países emergentes, incluyendo Chile. Esto va a complicar más el proceso de retiro de estímulos monetarios y fiscales de los mercados emergentes y es una cosa a tener en cuenta.

Por otra parte, desde el año pasado vengo señalando que en la inflación están operan factores poco permanentes, pero también hay muchos persistentes, que vienen de la parte de la oferta. Esto no se trata de que esté sobrecalentada la economía de EE.UU., porque en la mayoría de los países no hay sobrecalentamiento, lo que vemos en realidad es que se están recuperando.

Este es un fenómeno global. Los costos de transporte, lo shocks a la oferta son muchos. Ahora tenemos también un disparo en el precio del petróleo. Adicionalmente, estamos empezando el tercer año con Covid, ha durado mucho más de lo que pensábamos.

Hay un conjunto de eventos que hacen que la inflación, desde mi punto de vista, tenga un componente persistente, más parecido a lo que se dio en los años 70 que al aumento transitorio que tuvo lugar en los países desarrollados tras la crisis de 2008 y 2009.

La inflación es un impuesto sumamente regresivo entre países y al interior de cada país. Uno de los canales principales para eso es relativo a la canasta de consumo, porque mientras más pobre el hogar más grande la carga. En tanto, a través de países, en EE.UU., por ejemplo, el consumo de alimentos es de alrededor de 15%, en el otro extremo, para países de bajos ingresos ese componente es superior a 60%.

Entonces, los bancos centrales se ven en una situación en la que si no aprietan enfrentan el problema inflacionario, que es muy regresivo, y si aprietan también desaceleran el crédito y quitan impulso a la economía.

Si 2021 fue el año del rebote, ¿qué va a caracterizar a 2022?

-Está bien caracterizar a 2021 como el año del rebote, del colapso de 2020, porque para la mayoría de los países todavía no hay recuperación. Este año yo diría que, desafortunadamente, podemos enfrentar muchas sorpresas negativas. Hasta el momento tenemos riesgos por el aumento de tasa de interés y el impacto siempre grande que tiene en los mercados emergentes. En segundo lugar, tenemos la desaceleración en China, que enfrenta problemas domésticos como el de Evergrande, que es mucho más que el de esa empresa porque abarca a todo el sector de bienes raíces y hay que recordar que, después de la crisis de 2008 y 2009 China fue una gran locomotora para el crecimiento de los emergentes.