China desveló el viernes un paquete de deuda de 10 billones de yuanes (1,40 billones de dólares) para aliviar las tensiones de financiación de los gobiernos locales y estabilizar el debilitado crecimiento económico, mientras se enfrenta a nuevas presiones por el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.

Las medidas suponen un alejamiento de las estrategias de estímulo total para reactivar el crecimiento que China ha desplegado en el pasado y buscan reparar los balances municipales como objetivo a más largo plazo, en lugar de inyectar directamente dinero en la economía.

El ministro de Finanzas, Lan Foan, dijo que se avecinan más estímulos y algunos analistas señalaron que es probable que Pekín no quiera gastar toda su munición antes de que Trump asuma el poder oficialmente en enero.

En una aparente reacción a las elecciones estadounidenses y a la intensificación de los riesgos para el comercio, el medio de comunicación estatal CCTV informó de que el gabinete chino aprobó ampliar la cobertura del seguro de crédito a la exportación e intensificará el apoyo a las empresas comerciales.

No obstante, de momento los inversores que especulan con una bazuca fiscal pueden sentirse decepcionados.

“No veo nada que supere las expectativas”, dijo Huang Xuefeng, de Shanghai Anfang Private Fund Co, en Shanghái. “No es enorme si nos fijamos en los déficits fiscales. El dinero se usa para reemplazar deudas ocultas, lo que significa que no crea nuevos flujos de trabajo, por lo que el apoyo al crecimiento no es tan directo”.

Las administraciones locales, que se enfrentan a un elevado endeudamiento y a la caída de los ingresos, han recortado el sueldo de los funcionarios y acumulado deudas con empresas del sector privado, ahogando los flujos de dinero hacia la economía real y avivando las presiones deflacionarias.

Sus tensiones, derivadas de una grave crisis inmobiliaria desde 2021 que diezmó los ingresos procedentes de las subastas de suelo residencial a promotores -una fuente clave de fondos para ciudades y provincias-, habían puesto en peligro el objetivo de crecimiento de China para 2024, cercano al 5%.

Las perspectivas a largo plazo de China se ven aún más empañadas por la amenaza de Trump de imponer aranceles superiores al 60% a todos los productos chinos, lo que ha sacudido los fabricantes chinos y acelerado la deslocalización de fábricas al Sudeste Asiático y otras regiones.

Los exportadores afirman que los aranceles reducirán aún más los beneficios, perjudicando de paso al empleo, la inversión y el crecimiento. Según los analistas, también exacerbarían el exceso de capacidad industrial de China y las presiones deflacionarias que alimenta.

El paquete de medidas, presentado al término de una reunión parlamentaria de una semana de duración, incluye el aumento de la cuota de endeudamiento de los gobiernos locales en 6 billones de yuanes durante los próximos tres años. También da luz verde a los municipios para utilizar con el mismo fin otros 4 billones a lo largo de cinco años en emisiones que Pekín ya había aprobado.

Pekín utiliza el término “deuda oculta” para referirse a los préstamos, bonos y créditos en la sombra de los vehículos de financiación de los gobiernos locales.