“No te escucho bien… está granizando muy fuerte”, dice Antonio Correa, CEO y fundador de Chipax, desde algún lugar cerca de Osorno. Es que, aunque vive en Santiago, lleva cerca de un mes manejando su empresa desde el sur de Chile, acompañando a sus padres. En realidad, al ser una startup que basa su servicios en la nube, no tiene problemas en que -bajo el contexto de la pandemia- parte de su equipo esté repartido en lugares como Puerto Varas, Parral, Talca y Santiago.

“Chipax”, es una mezcla entre Chile y Paz. “Porque lo que hacemos es darles tranquilidad a las pymes de todo el país, principalmente en lo que se refiere al flujo de caja, con un software online”, explica Antonio, resumiendo en una frase el negocio.

De hecho, la historia comenzó hace unos cuatro años en Medularis, donde Antonio trabajaba. Empresa tecnológica que, justamente, estaba perdiendo su paz. “Los dueños me pidieron hacerme cargo de un gran desorden que existía. Estaban pensando en quebrar, cerrar o vender la empresa. Tuvimos que sufrir el proceso de analizar y agrupar información de muchos lados distintos, como el Servicio de Impuestos Internos, los bancos, pasarelas de pago, tarjetas de crédito y software de remuneraciones. Y todo lo hicimos básicamente con planillas de Excel”, recuerda.

Se juntaron tantas planillas y datos cruzados que el remedio empezó a ser peor que la enfermedad. Fue cuando a este ingeniero civil se le ocurrió desarrollar una aplicación web para reunirlas y ordenarlas. Ese fue el primer atisbo de Chipax. El software funcionó bien y ayudó a que la empresa se ordenada y sanara sus números.

Pero Antonio se quedó con el “bichito”. Habló con el dueño de Medularis, negoció su salida y se llevó la aplicación para emprender con, obviamente, ellos como primer cliente. Golpeó las puertas de amigos y familiares para el financiamiento inicial y consiguió $33 millones. Contrató a su primer empleado (un desarrollador de software) y estuvieron seis meses trabajando. “Fue cuando me di cuenta de algo fundamental: necesitaba un socio”, dice Antonio. Convenció a su primo Joaquín Brenner (actual COO) y a su mejor amigo del jardín infantil, colegio y universidad, Francois Gueneau de Mussy (CTO).

A fines de 2016 ya tenían tres clientes. Se ganaron un fondo semilla de Corfo ($60 millones), el cual invirtieron básicamente en marketing. El 2017 lo terminaron con 50 clientes; el 2018, con 150; el 2019, con 450, y ahora tienen 600. La meta para cerrar el 2020 es alcanzar los 1.200 clientes. Entremedio, incorporaron a un cuarto socio: Felipe Urzúa (CRO). “Creo que nuestra diferenciación es que, a pesar de ser una plataforma web, nos enfocamos mucho en la satisfacción y comunicación constante con el cliente. De hecho, el chat de soporte es una herramienta fundamental”, dice el CEO de Chipax.

Lo bueno, lo malo y lo feo de 2020

El 2019 iba como avión. Habían levantado una primera ronda de inversión por US$300.000, donde entraron Chile Ventures, Platanus (dueños de Fintual) y el inversionista ángel Juan Cristóbal Pavez. En enero de 2020 estaban justo en el proceso de una nueva ronda y… llegó la pandemia. “Se nos frenó todo lo avanzado, pero nos pusimos la meta de que Chipax pudiera continuar. Hicimos un plan para bajar los gastos y conseguir financiamiento como fuera. Levantamos capital mediante notas convertibles, con inversionistas y deudas con Créditos Covid (que aún se están tramitando). Lo más emocionante fue ver cómo todo el equipo de Chipax (26 personas) se puso la camiseta. Bajamos los sueldos de forma grupal y todos aperraron”, dice Antonio.

Este emprendedor reconoce que les impactó bastante en términos financieros, principalmente en marzo y abril, debido a que muchos clientes comenzaron a pedir descuentos y “la verdad no queríamos dejarlos botados. En este negocio es clave mantener las suscripciones de los clientes”, dice Antonio, y prosigue: “Pero también tuvimos un fuerte impacto en el ánimo de nuestro equipo, ya que nos dedicamos mucho a escuchar las historias detrás de los mismos dueños de las pymes y habían algunas muy tristes. Y no siempre teníamos cómo ayudarlos. Eso fue muy desgastante”.

Pero en mayo comenzó a repuntar el negocio y junio sigue la misma tendencia. Y si bien proyectaban una facturación de US$1,2 millones para 2020, están felices con el ajuste a US$1 millón. Acaban de lanzar nuevos servicios, como el de factura electrónica y están preparando la ronda de inversión que quedó frustrada en enero, con la meta de lograr US$2,5 millones antes de que termine este año. Dinero que tiene dos objetivos claros: expandirse más en Chile y abrir México en 2021.