Christoph Schiess: "El libre mercado es bueno para el desarrollo de la economía, pero no es suficiente"
El empresario está optimista, pese a la profunda crisis que vive el país. Sabe que el impacto se sentirá por un tiempo largo, pero tiene la convicción de que el modelo económico de desarrollo actual -que fue muy importante- no puede seguir tal como está.
El líder de los negocios de la familia Schiess, Christoph Schiess, cambió su agenda a partir del estallido social. No solo la que delinea su trabajo en la presidencia de Tanica, holding presente en el rubro inmobiliario, hotelero y en áreas productivas, sino también la de su rol como presidente de Endeavor Chile. Este empresario de origen alemán no tiene la visión tradicional del sector privado chileno. No le teme a que la sociedad sea quien determine, de manera consensuada, una nueva Constitución. Tampoco es de los que creen en la rentabilidad como variable única para medir los negocios. Y, en medio de lo que define como una tormenta, llama a los empresarios a invertir en Chile.
¿Está optimista o pesimista?
-El impacto que hemos vivido en Chile no es menor. Afectará nuestro desarrollo por varios meses, por no decir años, pero de naturaleza soy una persona optimista. En toda crisis hay muchas oportunidades. Creo que es súper importante, ante todo, tratar de entender esta crisis, las razones de esta crisis y, por sobre todo, su profundidad. Porque claramente esto no es terminar con la violencia de la calle y todo sigue como antes. Aquí se demostró rabia, injusticia y sentimientos que se habían acumulado varios años. Y como sociedad, las élites políticas y económicas, no lo hemos leído bien hasta después de esta crisis.
¿Cuál es el diagnóstico al que ha llegado?
-Son muchas las razones. Dentro de todo hemos tenido un desarrollo muy exitoso en los últimos 30-40 años, periodo en que nuestra economía a base del modelo de los Chicago Boys se desarrolló sobre libre mercado y creció fuertemente nuestra economía extractiva, pero igual persistió como una economía relativamente simple, aunque también hemos sido grandes desarrolladores de retail. Pero si uno mira para atrás, por un lado hemos descuidado a las clases socioeconómicas más bajas y vulnerables, a los jóvenes, los "ninis" (ni estudia ni trabaja), en darles oportunidades y darles calidad de educación para que de verdad puedan surgir. En todo el aspecto social hemos tenido una falta de lectura y de apoyos. Si uno compara con la Ocde, Chile es uno de los más bajos en gasto social. Claramente, tenemos que aprender que el libre mercado es bueno para el desarrollo de la economía, pero no es suficiente. Hay ciertas áreas que no se cubren con eso. Hay que apoyarlo con políticas del Estado y sociales.
Segundo, al modelo económico, que ha sido exitoso para llegar a un ingreso per cápita sobre US$ 25 mil, le ha faltado que así como han crecido las grandes empresas -que han derivado en sistemas oligopólicos porque tenemos dos o tres que dominan el mercado-, crezcan debajo de ellas empresas de tamaño mediano. Tenemos un ecosistema de emprendedores muy importante, han crecido muchas empresas pymes, pero en Chile llegan a las 75 mil UF. Nos falta desarrollar empresas que generen mayor valor agregado, que den sueldos interesantes y dignos, que estén mucho más basados en el conocimiento y know how de las personas.
Son pocos los países que han logrado una reducción tan drástica de la pobreza como Chile, pero esa clase media que se benefició del sistema ahora parece odiarlo. ¿Qué hay detrás de eso?
-En los últimos 20 años la clase media ha tenido un crecimiento muy importante, pero, por otro lado, esa clase media es uno de los segmentos que están más endeudados, porque este avance que ha tenido en su vida, de comprar casa, autos, gran parte ha sido financiado por créditos, y muchas veces con tasas bastante altas, porque no tienen las condiciones de negociar. Entonces, han avanzado, pero traen consigo una tremenda mochila. Sumado a esto, en los últimos cinco años y también por una reforma y redefiniciones que se estaban empezando a hacer en Chile, nuestra economía ha crecido a una tasa menor, más cercano a 1,5%. Entonces, si uno se va financiando hacia adelante, y la economía ya no tiene ese desarrollo, entonces la deuda crece más. Eso es una razón adicional de por qué vimos a ese millón de personas en Plaza Italia el segundo viernes del estallido social. Eso demostró que así no podemos seguir.
¿Cómo se logra ese equilibrio entre crecimiento y mayor distribución?
-El primer gran acuerdo se logró por la nueva Constitución y pacto social, y ahora como sociedad todos tenemos que seguir trabajando intensamente en distintas mesas de trabajo y ver cómo ayudamos a esto. Desde el lado del empresariado, tenemos un desafío muy importante, y ante todo tenemos que jugárnosla en estos próximos meses y años por Chile, para ayudar a esta economía que ha crecido bastante, pero es una economía todavía relativamente simple. Tenemos que avanzar hacia una más compleja, que se compone de un trabajo mucho más colaborativo. Tienen que crecer dentro de todas estas pymes, muchas más empresas de tamaño medio, como el Mittelstand de Alemania, que son estas empresas mucho más innovadoras, que desarrollan su capital humano con una visión de más largo plazo. Como empresarios tenemos el desafío de ayudar a que esas empresas crezcan. Por ejemplo, el pago a 30 días a las pymes, encuentro lamentable que en Chile tengamos que sacar una ley para que les paguen en ese plazo. Como ciudadanos y empresarios tenemos que estar interesados en fomentar que crezcan estas empresas. Justamente con Endeavor se da una fórmula súper interesante. Se juntan empresarios y altos ejecutivos a elegir emprendedores que han desarrollado productos de interesante contenido, y a través de mentorías, asesorías y contacto, ayudan a que estas empresas se desarrollen. En estos 20 años hemos podido desarrollar empresas que son mucho más innovadoras y que tienen sueldos que parten sobre los $ 500 mil.
¿Qué pasa con el empresariado chileno si se debe sacar una ley para pagar a 30 días?
-Pienso que de alguna forma el modelo de los Chicago Boys, que fue muy valioso para Chile, para abrir nuestros mercados y ser más competitivos, estaba muy enfocado en la eficiencia y la rentabilidad, la última línea. Esto está bien cuando se parte de muy abajo, pero lo que ha estado en discusión en Chile en los últimos 15 años es transformar a las empresas, meter la variable de responsabilidad social, pero no para la foto; debe estar en el ADN de los que conforman la empresa, partiendo por los dueños, para que todas las decisiones se tomen pensando en el desarrollo más integral y cada vez más centrado en las personas. Me encantaría hacer un llamado a toda una nueva generación de empresarios y que han formado family offices, que por definición tienden a tener inversiones financieras. Entonces, mi desafío es que un porcentaje de ese patrimonio sea invertido en emprendimientos.
Y como aparte de hablar hay que hacer las cosas, yo estoy muy feliz con mi family office, que por definición tengo invertido prácticamente dos tercios de mi patrimonio en startups y empresas en edad temprana, y donde también por definición los gerentes son socios de la empresa y empujan la firma. El desafío es que se desarrolle una clase media de empresas que inviertan en investigación y desarrollo. Sería súper importante que las empresas informen cuál es su gasto en I+D.
Como empresariado, tenemos que jugárnosla estos próximos meses y años por nuestro país, y en vez de invertir todo en instrumentos financieros, dejar un porcentaje -ojalá cada vez más creciente- para invertir en nuevos productos, nuevos proyectos. Es la única forma en que surgirán nuevas élites futuras de desarrollo económico.
En la discusión pública sobre la salida de esta crisis se ha hablado de tener un Estado más grande, con un alza de impuestos a los que más tienen. ¿Le molesta?
-Hay varios aspectos a considerar. Está claro que el Estado tiene que hacerse de ciertos fondos para ayudar a solucionar problemas sociales que han estado descuidados. Esto puede ser un mix entre cobrar más impuestos y revisar y hacer más eficiente todo el gasto que existe hoy. Igual que en una empresa privada, donde uno siempre puede decir que un 10% o 20% de los gastos se pueden revisar, hoy el gasto del gobierno es, en varios aspectos, bastante ineficiente. Ahora, cobrarles más impuesto a los privados, a todos les cuesta firmar el cheque llegado el momento, pero dada la situación que vive Chile hay que estar muy abierto a esto. Lo que sí, es muy importante que Chile mantenga una relación competitiva con el resto de los países del mundo. Porque al final, el capital -independiente si es el de los chilenos o extranjeros- es un poco como el agua. Si Chile se pone poco competitivo en materia de impuestos, de mediano a largo plazo, las inversiones que iban a venir al país pueden terminar en otros mercados.
¿Comparte la idea postulada por su esposa, Jeanette von Wolfersdorff, respecto de que "una empresa entregue un 10%, 20% o 25% de sus acciones a un fondo que no puede ser privado para filantropía"?
-La propuesta es bastante innovadora, y se está discutiendo en algunos países más desarrollados, por saltarse de alguna forma la "burocracia estatal". Personalmente, me identifico más con un modelo filantrópico similar al giving pledge usado en EE.UU. Por ejemplo, como familia definimos con mi padre hace más de 20 años algo similar para "devolver a Chile" a través de la Fundación Teatro del Lago y su Escuela de Artes. Pero independiente del porcentaje de las acciones, y más allá de si es público o privado, creo que es importante que las empresas y personas naturales sean libres de decidir si quieren invertir, donar o aportar a alguna causa. Cuando tienes un proyecto que te identifica es gratificante poder ser un aporte al desarrollo de este. Pero lo importante en el Chile actual es que nos esforcemos todos y apostemos por nuestro país.
¿Y sobre la idea respecto de los impuestos a los súper ricos que propuso Andrónico Luksic?
-El impuesto al patrimonio se ha aplicado en varios países, depende mucho del porcentaje, si es una sola vez, si es permanente… Lógicamente, lo que es permanente va a marcar si Chile como economía es competitiva con el mundo o no. Como decía, cada uno puede decidir lo que quiere hacer. Pero estamos en un momento en Chile que es importante entender la profundidad de la crisis y pensar todos cómo podemos contribuir a un Chile mejor. Hay que redefinir ciertas reglas, hay que hacer en varios temas un cambio de actitud, funcionar con una base de más respeto y cómo ayudar para que otros puedan surgir.
¿Ese cambio de actitud se refiere al empresariado para enfrentar ciertos cambios que antes no estaban dispuestos a conversar en materias más sociales?
-Parte de las razones de la crisis es que ha habido varias reformas que llevan años durmiendo en el Congreso o se han discutido con peleas de cada lado. Ha faltado un poquito más de grandeza para buscar un consenso y un equilibrio pensando en el país, y en el futuro. Estoy convencido de que este país tiene la capacidad y las ganas de salir adelante. Creo firmemente que en un tiempo, que es difícil de establecer, se van a definir las bases para un país con reglas nuevas, ojalá en consenso.
Está optimista y llama a los empresarios a invertir. Pero la confianza empresarial muestra un desplome de las expectativas del sector privado. ¿Cómo se hace esto con un cambio constitucional en el horizonte?
-Haciendo una comparación con la navegación a vela, entramos a una tormenta que durará un tiempo. Entonces, por un lado hay que amarrarse, estar más atento al timón y ver por dónde vienen los vientos fuertes. Pero las tormentas pasan. Y después, muchas veces sale el sol, y eso es lo que puede pasar en Chile.
¿Ya tiene una definición sobre si es necesario hacer una nueva Constitución? ¿Le preocupa la incertidumbre?
-La definición uno la hace el último día. Personalmente, pienso que cualquier apertura a algo trae riesgo, pero pienso que Chile tiene una clase media que está muy endeudada, pero que también es bastante capaz e inteligente. La población de Chile es muy capaz de sentarse y buscar consensos en cómo seguir adelante. Por lo tanto, no tengo ningún mayor problema con esta definición de una nueva Constitución. En otros países se ven cambios a la Constitución cada 40 o 50 años, y Chile no es el mismo de hace 40 años. Entonces, darle a la población la posibilidad de, en conjunto, definir cuáles son las bases y a dónde queremos ir, me parece valioso. Lógicamente, hay que trabajarlo, hay que participar. Lo que sí, si de alguna forma se puede hacer, trataría de acortar el periodo definido, porque es un periodo de incertidumbre y puede frenar decisiones de inversión.
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