Tras el segundo retiro de los fondos de pensiones, cuyos trámites para cobrarlo comenzaron esta semana, la discusión debería trasladarse ahora a la reforma previsional, la cual parte con un orificio gigantesco debido justamente a los dos giros autorizados para hacer frente a la crisis del Covid-19, a pesar de las críticas casi unánimes de los expertos en la materia.
La discusión actual sobre los cambios al sistema de pensiones se ha centrado en la cotización adicional, a dónde será dirigida y cómo se contabilizaría, entre otros temas. Esto, además en medio de cambios demográficos que condicionan las modificaciones y un mercado laboral en el cual casi un tercio de sus trabajadores es informal, por lo cual no realizan cotizaciones.
En este contexto, un informe realizado por el Centro de Estudios Públicos (CEP) recoge la experiencia internacional sobre reformas previsionales, reflejando la tendencia que se evidencia, particularmente en los países donde se encuentran los mejores sistemas del mundo.
El estudio, realizado por los investigadores del CEP, Daniela Leitch y Rafael Sánchez, y el decano de la Facultad de Economía de la Universidad Diego Portales, Mauricio Villena, describe los cambios que están haciendo los países mejor evaluados, concluyendo, entre otras cosas, que están en transición desde sistemas de beneficio definido (monto de pensión definida) hacia sistemas de contribución parecido al chileno.
El informe indica que ha habido “olas de transformaciones” en los sistemas de pensiones. La primera de ellas en la década del 90, con la creación de los sistemas de capitalización individual, que implicaba contribuciones definidas, cambio motivado por “la dificultad de mantener los crecientes costos fiscales de los sistemas de reparto con beneficio definido establecidos en la posguerra y, la difusión internacional del modelo chileno implementado en 1981, llevada a cabo por el Banco Mundial”.
Una segunda ola de transformaciones se comenzó a evidenciar tras la crisis subprime en 2008, donde la contribución definida se siguió integrando a los sistemas y pasó a adoptarse también por los organismos públicos, no solo privados. Así, “la contribución definida se materializa mediante pensiones ocupacionales públicas o privadas, la creación de las cuentas nocionales y el enrolamiento automático en pilares voluntarios privados”. A estos cambios se suma más recientemente un aumento en las tasas de contribución (como en Suiza, Canadá e Israel) y también de la edad de retiro.
El estudio muestra que las edades de jubilación son mayores a la chilena y, en general, no se diferencian por sexo. Además, se están elevando en forma gradual, llegando hasta los 67 años (Noruega). En varios casos, se está indexando la edad de jubilación a la expectativa de vida (Países Bajos, Dinamarca, entre otros). Son sistemas que se están ajustando continuamente, o que cuentan con mecanismos de ajustes automáticos de forma de ir adaptándolos a los cambios en las condiciones demográficas y fiscales, justamente para evitar los problemas generados por el envejecimiento de la población, sostiene el documento.
De acuerdo a Rafael Sánchez, uno de los autores, estos gatillos automáticos “permiten lidiar con los temas políticos que usualmente esquivan ajustes dolorosos en el corto plazo, pero necesarios en el mediano y largo plazo”.
De hecho, resalta el trabajo, en el último ranking sobre sistemas de pensiones que elabora Mercer (Mercer CFA Global Pension Index o MCGPI), Chile se ubicó en la posición 13 a nivel global, tres puestos menos que el año pasado. Esa caída se explica, en parte relevante, por el menor puntaje de nuestro país en adecuación, es decir en lo poco adecuado de los montos de pensión respecto de los salarios (como la baja tasa de reemplazo), donde se ubica en el puesto 27.
Según se señala, esta baja tasa de reemplazo “surge de una serie de elementos que son clave considerar al realizar comparaciones entre países. En primer lugar, tenemos que las tasas de reemplazo dependen del apoyo fiscal que entreguen los gobiernos, lo que repercutirá en el costo macroeconómico del sistema de pensiones. En segundo lugar, dependen de los parámetros del sistema de pensiones tales como tasas de cotización y edades de jubilación”.
Demografía y mercado laboral
Además, Chile tiene un porcentaje de empleo informal muy por encima de los países del top 10 del ranking, más que doblando la tasa de Australia (29% versus 11%, al momento del informe), cuyo sistema es más similar al chileno. También la densidad de cotizaciones en Chile es muy baja comparada con otras economías mejor ubicadas. Según datos de la Superintendencia de Pensiones, al 2020 la densidad promedio en Chile es del 53%, mientras que en Suecia es de alrededor del 90%. Otro elemento es que la tasa de cotización chilena “es sustancialmente más baja” que la mayoría de los países que nos superan en el ranking.
Finalmente, el informe muestra que la población chilena es aún joven respecto de los países mejores ubicados, pero por encima de las naciones con similar PIB per cápita, “haciendo desaconsejable moverse hacia esquemas de reparto”, sentencia el estudio.P
Países Bajos: el mejor sistema del mundo también se ajusta
Catalogado como el mejor sistema de pensiones del mundo, el sistema de los Países Bajos posee un pilar básico universal (AOW, por sus siglas en neerlandés), un pilar ocupacional de carácter privado y un tercer pilar de ahorro voluntario individual, relata el informe.
El pilar básico o AOW funciona como un sistema de reparto, el cual es financiado vía contribuciones de los trabajadores, equivalentes a un 18,25% del salario. Este beneficio, considerado como un ingreso básico para vivir, corresponde, aproximadamente, a un 70% del salario mínimo y se entrega de forma vitalicia sin reducirse por la existencia de otros ingresos.
Como segundo pilar se encuentra la pensión ocupacional, un sistema privado obligatorio para la mayoría de los trabajadores del país y que engloba a casi todos los sectores de la economía cubriendo al 85% de la fuerza laboral. En este sistema las empresas, incluso a veces industrias completas, se asocian con fondos de pensiones privados a los cuales tanto trabajadores como empleadores hacen contribuciones. En julio de este año, el Parlamento acordó reformar ese pilar para pasar de uno principalmente con beneficios definidos a uno totalmente de contribución definida. Esto se comenzaría a implementar en 2022, obligando a todos los trabajadores a moverse al nuevo sistema.
Además hay un tercer pilar voluntario, similar a los APV chilenos.
Australia: el modelo previsional más similar al chileno
Australia presenta un sistema de pensiones muy parecido al chileno, con gran predominio del ahorro individual a partir de contribuciones definidas y un rol mucho más importante del sector privado. Aquí la colectividad en el ahorro es baja, pudiendo los cotizantes elegir por sí mismos el tipo de fondo en el que desean estar, indica el informe CEP.
El primer pilar es de carácter público, financiado vía impuestos generales y se orienta a personas que hayan ahorrado poco o nada para su vejez. Al igual que ocurre con la PBS y el APS en Chile, este pilar otorga solo un ingreso mínimo cuyo monto está sujeto al nivel de otros ingresos. Al año 2020, el monto máximo de este beneficio es de US$ 1.162 mensuales.
El segundo pilar australiano, denominado Superannuation, es un sistema que funciona de forma similar al pilar de ahorro obligatorio en Chile: los fondos van a “super funds”, equivalente a lo que son las AFP, y son invertidos en distintos instrumentos financieros. En este punto, el sistema australiano difiere de lo que ocurre en Chile en que las personas pueden elegir no solo sus fondos, sino que también tienen la opción de elegir en qué invertir, si así lo desean, a través de “self-managed super funds” (SMSFs). Otra diferencia importante entre el sistema australiano y chileno tiene que ver con la estructura de la industria, mucho más fragmentada, con cerca de 85 fondos registrados.
Australia también tiene un pilar voluntario similar al chileno.
Suecia: uno de los primeros en la implementación de cuentas nocionales
Suecia fue uno de los primeros países de Europa en comenzar reformas radicales a su sistema de pensiones luego de experimentar un rápido envejecimiento de la población, lo que llevó las tasas de dependencia del 17% en 1960 al 25% en 1980, indica el informe. Esto, sumado a un pobre desempeño de su economía, puso el sistema bajo mucho estrés, obligando a cambiarlo para dar paso a una estructura de tres pilares basada en la contribución definida.
Hoy Suecia posee un pilar básico no contributivo, o Pensión Garantizada, con el propósito de proveer de un ingreso mínimo a la población cuyos ingresos por trabajo fueron bajos.
En tanto, el pilar contributivo obligatorio se compone de dos partes: una pensión general y una pensión ocupacional.
La pensión general es pública y concentra la mayoría de las contribuciones. La pensión general se compone a su vez de dos tipos de pensiones: la Pensión por Ingresos y la Pensión con Premio. La primera funciona como un sistema de cuentas nocionales (NDC) -uno de los primeros del mundo en implementarlo junto a Italia- y provoca reducciones en la pensión garantizada, mientras que la segunda es un sistema de capitalización individual cuyos ingresos no reducen la pensión garantizada.
La pensión ocupacional es un sistema mayormente de capitalización individual derivada de aportes adicionales que hace el empleador, ya sea mediante acuerdos colectivos o por medio de trato directo con el trabajador.