La startup fundada por Camila Svec (33) nació desde un principio con un propósito. “Aún no sabíamos cuál era, pero la idea era armar algo que generara valor, más allá que simplemente producir dinero. Rentable y que ayudara a la sociedad”, recuerda la ingeniera comercial. Corría 2018 y ella, junto a su actual marido, colega y socio, Jordan Butler (39), trabajaban dirigiendo las áreas comerciales en empresas de diferentes rubros.
Renunciaron a sus trabajos con la convicción de que encontrarían el foco. Probaron muchas cosas y de a poco maceró la receta final. “Nos dimos cuenta que el sector industrial no ocupaba mucho las energías renovables en su producción. Así, nos fuimos a ver qué pasaba en la minería, tomando en cuenta la importancia que tiene en el PIB”, cuenta. Investigaron más en profundidad en “la billetera de Chile” y se percataron que en las faenas se utilizaban muchas torres de iluminación portátiles y… a diésel. “Ahí estaba el nicho: torres de iluminación a energía solar. Había una oportunidad comercial y a la vez, ayudábamos al planeta”, dice.
Pero otra cosa es con guitarra. Y Camila Svec no sólo tenía sobre sus hombros el riesgo de emprender. También estaba terminando de sacar su carrera de ingeniería comercial de manera vespertina y, en esos meses, quedó embarazada de su primera hija (hoy tiene dos). “Fue una locura en realidad. Había incertidumbre, todo se veía cuesta arriba. Lo que hoy es sencillo, en ese momento era el doble de trabajo. Llegaba como a las 10 de la noche a mi casa y ahí, en vez de ponerme a dormir, conversábamos con Jordan sobre nuestros sueños y del futuro de nuestra empresa. No alcancé a sentirme tan embarazada. No alcancé a leer, por ejemplo, libros de embarazo, preparar un baby shower, ni arreglar la habitación del bebé tres meses antes. Todo esto, de alguna forma me lo salté, porque mi cabeza estaba concentrada en nuestro proyecto”, relata Svec.
En 2019 participaron de una licitación de Codelco por 20 torres a diésel, sin tener claro si les aceptarían una propuesta de equipos con paneles fotovoltaicos. La ganaron. El problema es que tenían que entregar las torres en 45 días y no tenían nada. “Solo $5 millones en nuestras cuentas y mucha fe”, dice riendo. Tuvieron que -en ese periodo- hacer planos, mandar a fabricarlas al extranjero y adaptarlas en Chile, entre otros elementos. Fueron a los bancos a pedir préstamos y no consiguieron ni un peso. “Finalmente, lo que hicimos fue ir con la orden de compra a amigos y conocidos que se transformaron en inversionistas. Así fue como conseguimos capital. Cerca de $ 50 millones”. Y llegaron con todo a los 45 días.
“Son torres que ni siquiera han tenido posventa y siguen funcionando. Esto nos abrió por completo el mercado. Nosotros no inventamos las torres solares, sino que las adaptamos a la realidad local”, señala Svec.
Hoy no solo tienen torres de iluminación, sino también otros productos como generadores móviles, semáforos, torres de comunicación y torres de vigilancia. Todas funcionan gracias al astro rey. Son más de 1.500 equipos repartidos por todo Chile, de los cuales 1.000 son solo de iluminación.
Una torre estándar de CleanLight mide entre siete a nueve metros de altura. A los siete metros ya iluminan hasta 1 hectárea. El banco de baterías permite operarla continuamente durante 20 horas sin acceso a radiación solar, pero con acceso a radiación, las baterías se autorrecargan, por lo que pueden usarse continuamente por cinco años. Luego hay que cambiar el banco de baterías y volver a usarla cinco años más, hasta tres veces.
Desde lo de Codelco fue todo venta orgánica, por lo que se enfocaron en contratar un buen equipo de ventas. Otro de sus primeros clientes fueron Colun y Sacyr, además de la mayoría de las grandes empresas mineras y sus proveedores. “La idea era ver dónde se ocupaban torres diésel y ofrecer su reemplazo”, comenta la empresaria. El año pasado facturaron US$ 5,3 millones y este año esperan tener un leve crecimiento, ya que el alza del 2021 fue muy rápida, según indica Svec.
CleanLight tiene dos modelos de negocio: venta y arriendo de unidades, donde la mayoría está dentro de esta última modalidad. “Nos dimos cuenta que es más rentable, así que nos enfocaremos más en esa línea”, dice. Una torre de iluminación estándar está entre $ 700 mil y $ 1 millón mensual, dependiendo de las características. Mientras que la venta de una unidad fluctúa entre $ 8 millones y $ 12 millones.
Están organizando un levantamiento de capital que se espera esté listo antes de que termine 2022 y alcance los US$ 8 millones, el que tiene como objetivo la expansión internacional, cuenta Svec desde Miami, donde se encuentra para encabezando esa salida de las fronteras chilenas, mirando principalmente a Colombia y Perú. Mientras tanto, Jordan Butler está a cargo de la ronda de inversión. “La magia va a ser cómo replicamos este negocio en otros países, ya que en Chile topamos techo”, concluye Camila Svec.