“Hoy más que nunca Codelco y nuestro querido país necesitan del compromiso con el que los trabajadores del cobre han actuado históricamente” afirma el Presidente Ejecutivo de Codelco a principios de esta semana. Sin lugar a dudas el compromiso de los trabajadores es fundamental. Sin embargo, en este contexto de pandemia mundial, este llamado no será suficiente.
Con un precio del cobre que bajó de los US$ 2,10 la libra esta semana, y con costos directos C1 de US$ 1,44 y neto a cátodo C3 de US$ 1,95 (observados durante el tercer trimestre de 2019), los márgenes se estrechan, especialmente en algunas divisiones con costos sustancialmente más altos. Dicha situación impacta directamente la caja de la empresa que en los años recientes ha estado bajo mucha presión, no sólo para el financiamiento de sus gastos operacionales sino también para atender los crecientes costos de capital de su cartera de proyectos. Lo que está sucediendo era previsible: el Estado de Chile ha sido renuente en la reinversión de utilidades de su empresa y el sistema empieza a crujir. Su mirada sobre Codelco (y digámoslo también, de todo Chile sobre su minería) es la de la vaca lechera. La perspectiva estratégica de largo plazo ha brillado por su ausencia, y hoy precisamente empezamos a ver sus perniciosas consecuencias. Justamente, para poder financiar sus proyectos sin mucha ayuda del dueño – proyectos que por lo demás sólo cumplen con el objeto de reemplazar producción, ha sido necesario que Codelco se endeude a niveles extraordinarios para una empresa de sus características.
La empresa tiene la ratio deuda/ebitda más alto de la industria minera global y solo ayer S&P alertaba sobre una inminente rebaja de su rating. Además, la coyuntura impacta las arcas fiscales justo en el momento en que el Estado requiere de recursos para paliar la crisis económica producto del Covid-19.
Y una vez más, uno se pregunta si es razonable que continúe en vigencia el aporte previsto en la anteriormente llamada “Ley Reservada del Cobre”, que aún grava a Codelco con el 10% de sus ventas brutas para destinar recursos a las Fuerzas Armadas. El dicho, tantas veces repetido en estos días de que las crisis son oportunidades, podría de una vez por todas aplicarse para derogar este gravamen sobre la empresa de todos los chilenos que, de seguir por esta senda, corre el serio riesgo de no tener un peso para cumplir sus obligaciones. Y finalmente, cuando sabemos a ciencia cierta que esta crisis del siglo avanza sin misericordia, ¿no es esta una emergencia suficientemente grave para al menos destinar los recursos a nuestra amenazada infraestructura sanitaria?