Este jueves, bajo la idea de ir “contra el inmovilismo”, se desarrollará un nuevo Encuentro Nacional de la Empresa (Enade), en el que, por fin, el país volverá a hablar de crecimiento. Ello es alentador después de años en que, de tanto darlo por hecho, Chile sacó el pie del acelerador.
Pese a que la reflexión ha sido “cómo retomar el crecimiento”, en ella subyace una premisa incorrecta. El crecimiento no ha sido una constante de la cual nos alejamos excepcionalmente, sino al revés: mirado en perspectiva histórica, es el crecimiento el que ha sido una excepción en nuestros 214 años de vida independiente.
Materialmente, mirado por ingreso per cápita, esperanza de vida, personas bajo la línea de la pobreza y otros indicadores, estamos nítidamente mejor que a fines de la década del 50, cuando yo nací. Pero eso no es porque hayamos crecido en forma permanente, sino porque a contar de 1990 vivimos 16 años de alta productividad y crecimiento. La Productividad Total de los Factores (PTF) viene cayendo desde 2006 y hoy se ubica apenas un 26,5% por encima de la de 1960. Es decir, casi toda el alza en productividad de las últimas seis décadas se concentra en esos 16 años.
Entonces, aparte de volver a crecer, debiéramos plantearnos otro desafío: cerrar la brecha con las economías desarrolladas. Hoy, los países ricos tienen ingresos promedio que son más de 10 veces el de los pobres, pero los modelos matemáticos clásicos sólo logran explicar diferencias de dos a tres veces.
La trayectoria de la economía chilena nos ha servido para subir en la tabla de posiciones de la división de ascenso, pero no para llegar a Primera A. Nos movimos mejor que nuestros pares durante 16 años, pero luego empezamos a dar un paso adelante y otro paso atrás, alternando gobiernos con visiones opuestas sobre la estrategia para Chile. Nos desviamos del sueño de convertirnos en un país desarrollado gracias al libre mercado, la apertura al comercio global y la fortaleza de las instituciones, claves en el propósito de competir de igual a igual por los recursos materiales y humanos disponibles en el mundo.
Como país debiéramos asumir el crecimiento como una política de Estado, al igual que trabajar para cerrar la brecha con los países desarrollados. Buscando en la academia fórmulas para disminuirla, se pueden identificar al menos cinco factores, todos relacionados a los incentivos.
1) El capital humano. ¿Qué estamos haciendo por retener y atraer al país a los más talentosos? ¿Qué ventajas comparativas les ofrecemos? En mi generación, todos los que estudiamos fuera de Chile queríamos volver al país. Hoy, gran parte de los que estudian posgrados en el extranjero prefieren quedarse allá. ¿Cómo los incentivamos a volver?
2) El entorno, las instituciones, la cohesión social. Las instituciones son algo integral, un hábitat conformado por la estabilidad política, el desarrollo del mercado financiero, el funcionamiento de los mercados libres, el sistema educativo y de salud, la seguridad jurídica y otros aspectos. Entre otros, la polarización política y la delincuencia impactan en la vida diaria y son relevantes para entender nuestro estancamiento.
3) Las reglas del juego. Si las reglas cambian constantemente o no se respetan, se frena la inversión. Cuando un país en vías de desarrollo no puede asegurar que pagará sus deudas, termina sin acceso al capital para financiarse. Igual efecto produce la inestabilidad tributaria, porque Chile, con nueve reformas desde el retorno a la democracia, genera grandes dificultades para saber si el esfuerzo de la inversión va a recuperarse.
4) La calidad de la educación y el costo del empleo. Más que en el número de años y la cobertura, el problema está en la calidad de la enseñanza, en el apoyo recibido por los niños y en el entrenamiento laboral. La formación en el trabajo es tan importante como la escolaridad. Pero cuando el costo laboral es regulatoriamente alto, como lo es cada vez más en Chile, crece el desincentivo a esa inversión.
5) La motivación. El Nobel de Economía Robert Lucas concluyó que las diferencias de ingresos provienen en gran medida de lo que inspira a las personas a ser productivas hoy. Y esto es su sueño de legar a sus hijos un mejor futuro. Nada es más perjudicial para el crecimiento que bajar a los niños de los patines, porque heredar una buena vida a los hijos como objetivo de los padres será siempre el principal motor de desarrollo de una nación.
Chile compite por atraer inversiones siendo un mercado pequeño que crece poco en ingresos y en población (0,6% estimado para 2025). Entendamos que las malas políticas públicas de los demás países son una oportunidad de crecimiento para nosotros, y que nuestras malas ideas son una oportunidad para ellos.