Columna de Francisco Pérez Mackenna: “¿Es Chile una fiesta?”
“¿Son los impuestos lo suficientemente competitivos? ¿Está la base imponible limitada a lo producido internamente? ¿Hay un adecuado ambiente de seguridad? ¿Están dadas las condiciones como para que sea divertido emprender en Chile hoy?”.
Ha quedado cerrado un proceso de cuatro años, donde se intentó hacer una nueva Constitución para Chile con un gasto fiscal de US$320 millones. Según las reacciones de diversos líderes del país, parece ser que ahora hay que abocarse a resolver los “verdaderos problemas de la gente”. La lista es inmensamente desafiante: crecimiento económico, seguridad, empleo, salud, educación y pensiones entre las prioridades mencionadas. El primer punto de dicha tabla, clave para la solución de todas las otras preocupaciones, apunta al mejoramiento del nivel de vida de los ciudadanos.
¿De qué depende el crecimiento sostenido del ingreso per cápita? En palabras simples, para dar ese salto se requiere, primero, ser capaces de crear un ambiente grato para que las personas más talentosas en diversos ámbitos puedan desarrollar sus potencialidades; segundo, que la sociedad reconozca y recompense el mérito individual; y tercero, que quienes producen puedan disponer ellos mismos de los frutos de su trabajo, principalmente, según sus prioridades y en forma segura. En resumen, como he planteado en columnas anteriores, que exista un contexto que pueda congregar y atraer al mejor capital humano, lo que beneficia a todos.
Crear un ambiente grato: “París era una fiesta”, decía Ernest Hemingway. El crecimiento también es una fiesta. Al igual que con París, si lo has experimentado en la sociedad en que vives, lo añorarás dondequiera que vayas. Una fiesta es un evento al que quieres ir, no del que te quieres marchar. Por ello, ser el lugar más atractivo del barrio para las personas talentosas debe ser el primer objetivo para que su semilla germine, impactando positivamente a todo su entorno. Ni pan y circo, ni sangre, sudor y lágrimas: lo que se necesita es desarrollo personal y familiar sumado a buenas oportunidades de trabajo y de emprendimiento. Ese aspecto es quizás el que más cuesta comprender cuando se proponen iniciativas para recuperar el crecimiento. La inversión es el combustible, el empleo una mezcla de insumo y consecuencia, pero el mecanismo, el motor del crecimiento, es la convocatoria de personas que se interconectan, generando nuevas ideas y poniéndolas en práctica para beneficio de la sociedad. Una ciudad segura, con acceso a buenos servicios de salud y educación, son claves a la hora de construir un lugar grato para que los impulsores de buenas ideas se quieran radicar en un lugar.
Fortalecer la meritocracia: la necesidad de promover este valor viene del hecho de que todos ganan cuando quienes tienen muchas habilidades las despliegan para servir las necesidades que los ciudadanos demandan de los mercados. Es necesario recompensar el sacrificio personal y la toma de riesgos que implica emprender, pues los incentivos son fundamentales para transformar los talentos individuales en bienes para la sociedad. Atrás debe quedar la idea de Rawls según la cual, dado que los talentos se heredan, no se merecen y, por tanto, es injusto recompensarlos. Esa premisa solo conduce a la pobreza.
Hacerse de los frutos del esfuerzo individual: pocas frases son menos inspiradoras para fomentar el crecimiento y con ello el mejoramiento de la calidad de vida de una sociedad que el eslogan “los que tienen más paguen más”. Si las utilidades provienen del desarrollo lícito de una ocupación o empresa, la contribución a la sociedad de quienes más producen es inmensa y resulta obvio que son ellos los que aportan más. Lo hacen principalmente a través del valor de sus soluciones, servicios, productos y buenas ideas. También a través de los tributos directos e indirectos, que pagan ellos mismos y aquellos que se suman al círculo de producción, compras y ventas que se generan en su entorno.
Es por ello que en el origen de una estrategia de crecimiento debe estar la pregunta de si es el país un destino en el que los mejores emprendedores del mundo quisieran establecerse. Hay más interrogantes: ¿Son los impuestos lo suficientemente competitivos? ¿Está la base imponible limitada a lo producido internamente? ¿Hay un adecuado ambiente de seguridad? ¿Están dadas las condiciones como para que sea divertido emprender en Chile hoy?
Si ello no es así, la macroeconomía es finalmente secundaria y no habrá mayor crecimiento ni, por ende, mayores ingresos ni mayores oportunidades ni mayores recursos para financiar las múltiples y creciente necesidades sociales que el país tiene.
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