“No future for you. No future for me”, Johnny Rotten, Sex Pistols, 1976.

Imacec Zero. Queda bien así, con Z. Como de bebida diet. Inflación 1. Solito, como dicen con megáfono en los bingos. Qué números tan duros... Estamos en menos que Zero. Como en el libro de Bret Easton Ellis. Extraviados. El FMI dice que de aquí al 2030 creceremos menos que el mundo y que Latinoamérica. 2,4% Chile, vs. 3,2% del mundo y 2,6% de Latam. Siempre fue al revés. ¡Les sacamos 2,5% al año durante 25 años al mundo y a Latam!: 5,47% vs 3,07% y 2,89%, respectivamente. Nos perdimos sin remedio el 2014, cuando empezamos a crecer 1% menos que el promedio mundial. A punta de ideas malas. Una tras otra. Un drama para la gente que decían defender. Muchos lo anunciamos. No fuimos escuchados.

¿Tendremos solución? ¿Hay esperanza? ¿Existen países que iban bien y se extravían, para luego reencontrarse? Aunque suene irónico, la frase más desesperanzadora de la historia del rock nos muestra el camino hacia la luz. Ocurrió hace no tanto. En el país de Johnny Rotten.

El Londres de los 60 era un lugar colorido. Alegre. Exultante. Carnaby Street hervía de energía al ritmo de los Beatles, los Stones y The Who. Las minifaldas y los Mini Coopers con banderas de la Union Jack eran la imagen de un país creativo e optimista. Durante los 60 el PIB británico aumentó vigorosamente. A una tasa media de 3%. Pero ocurrió lo de siempre. La receta única de la izquierda se fue imponiendo: subir impuestos para solucionar todos los problemas. El Estado invadió todo. Las tasas de impuestos explotaron a tal punto, que los Beatles inmortalizaron su odio al 83% que se llevaba el gobierno de sus ingresos en “Taxman”. Los Rolling se autoexiliaron en la Costa Azul para escapar del agobio tributario.

Como es obvio, el país se comenzó a estancar. Si ni las leyendas del rock tenían incentivos para trabajar, qué quedaba para el resto. La larga sombra de las regulaciones y el peso del Estado barrió con la energía y el optimismo. El Índice de Miseria, que suma Desempleo + Inflación, pasó de 12% el 70, a 30% el 75, cuando una gran recesión azotó la isla. De ahí en adelante nada volvería a ser igual. El futuro se oscureció. Los 70 serían una década perdida. Londres se hizo gris y decadente, lleno de ventanas rotas y okupas. En ese ambiente depresivo explota el punk, con su mensaje de desencanto y pesimismo. Desempleo juvenil, fealdad, anarquismo y violencia. Enfrentamientos con inmigrantes. El 79 es el “Invierno del Descontento”. Protestas, huelgas y un frío que cala los huesos. “No hay futuro para la gente como tú y yo”, cantó Rotten. Un grito de desesperanza sin CAE.

Pues bien, la vida y la historia son misteriosas. Había futuro. Porque el mismo 79 llega al poder una mujer que todos miraron en menos. En su cartera llevaba un discurso de Lincoln: “No se puede fortalecer al débil si se debilita al fuerte. Ni crear prosperidad si se combate al crecimiento. Ni favorecer al que vive de un sueldo si se perjudica a quien lo paga”. Traía en su cabeza las ideas de Hayek y de Friedman de un Estado pequeño. De impuestos bajos que no destruyeran los incentivos a crear. De una nación de propietarios. De la importancia de las familias y del trabajo. De cómo las regulaciones y el peso del Estado aplastan a los individuos. De cómo el socialismo se acaba cuando se agota la plata de los demás. La Freedom Fighter. Maggie Thatcher. Dura. Armada de convicciones simples, pero poderosas. Hizo estallar la prosperidad como un milagro. El Reino Unido se transformó de nuevo en el centro de Europa, con un sistema financiero vibrante y global, que atrajo capital y talento del mundo entero. Enfrentó y derrotó a la Unión Soviética junto a Ronald Reagan. Aumentó el crecimiento casi sin pausa desde el 80 al 88, cuando llegó a 5,7%. Pulverizó el Índice de la Miseria: lo hizo caer sin parar de 26% a 13%.

Hoy nosotros estamos en menos que Zero. El mundo es un lugar difícil. Trump no es Reagan. La globalización está amenazada. Pero nadie conoce el futuro. Quién sabe si las ideas que nos dieron los años de prosperidad más extraordinarios que nuestro país ha conocido, ahora, en la era del Zero, se vuelven a apreciar. Y nos saquen del estancamiento. Nos devuelvan la convicción de que el futuro siempre debe ser mejor. Y olvidemos esta era amarga, de la queja vacía, sin propuesta. Por lo menos, Mujer de Hierro parece que hay. Eso es, al menos, un comienzo y una esperanza.