“Eres el capitán ahora. Y frente a la tripulación, el capitán siempre sabe qué hacer. No importa si realmente lo sabe o no” U-571, Harvey Keitel a Matthew McConaughey, que debe asumir luego de la muerte de su superior.
El estupor que nos causaron los ataques sanguinarios de Hamás a Israel son un recordatorio no sólo de la persistente tendencia de nuestra especie a la barbarie, sino de la fragilidad del sistema global. Tal como el cuerpo humano, decenas de cosas podrían fallar. Y fallan. Pero, increíblemente, son compensadas por otros mecanismos que mantienen al sistema funcionando. Hasta que algo se rompe seriamente y genera un problema mayor. Cuando eso pasa, hay que actuar con decisión.
La generación que nos gobierna habitó un país que no paró de crecer hasta que ellos se hicieron del poder. No tienen un sólo recuerdo de la recesión del 82, la mayor en la historia reciente, que marcó a fuego a mi generación. No saben lo que es ni PEM ni el POJH. No conciben la miseria de un desempleo de 25%. No imaginan la virtual quiebra del sistema financiero y empresarial, con su estela de dramático descenso en el nivel de vida. No saben cómo cambió la dieta de la clase media ni cómo surgieron las ollas comunes en las poblaciones. No conciben que los que tenían un auto bueno lo vendían para cambiarlo por uno malo y los que tenían el malo volvían a la micro. “La recesión”, palabra amenazante y terrible, como simplemente llegó a conocerse, implicó una caída de 14,3% en el Producto. Su causa última fue un evento externo (agravada por la inflexibilidad del tipo de cambio), como todas las crisis que ha vivido Chile en los últimos 50 años.
Nuestros gobernantes tuvieron la suerte de crecer en un país en que las condiciones materiales mejoraron consistente y sostenidamente. Pasar de US$2.400 per cápita a US$16.000 se nota y quien nació en la prosperidad cree, con una ingenuidad que enternece, que el progreso es parte de un orden natural. Olvidan que antes del capitalismo (al que hay que eliminar…) el mundo fue estable y parejamente miserable. Beatriz Sánchez lo dijo clarito en la campaña del 2017. “Si en este país hay plata¡”, resumiendo bien una noción sin ningún sustento en números, de que los recursos son ilimitados.
Pues bien, así nos pilla el fin de 2023. Bajó la marea y nos vemos con un trajebaño muy chico, con elásticos medio vencidos. “Crecimiento cero”. Un lugar complicado, esta vez mucho más ligado a malas decisiones que a las condiciones internacionales. Chantados, penúltimos en Latinoamérica, con inflación persistente y agravada por los retiros que buscaron dinamitar el sistema de pensiones. Con tasas que seguirán altas y un gobierno embarcado en aumentar la deuda hasta 41% del PIB sin ningún proyecto claro que lo justifique. Estas son las condiciones objetivas, justo en los días en que Jamie Dimon, presidente y CEO de JP Morgan, dice que “es el momento más peligroso en décadas”.
En tiempos de peligro, sin ahorros y sin espacio para endeudarse mucho más, surge la pregunta respecto a las capacidades para liderar bajo presión: cómo estamos preparados para enfrentar adversidades graves. Si los ministerios económicos tienen la estamina y profundidad técnica para enfrentar un cisne negro. Si la coalición, a la que el gobierno parece mirar antes de cada microdecisión, desde una declaración por Twitter (ahora “X”, qué pastelazo Elon) hasta el lanzamiento de una urgente y poco sensata Estrategia del Litio, entregará licencia para maniobrar rápida y decididamente, como demanda una crisis. Por lo visto hasta ahora, no se inmutan mucho. Las isapres cuelgan de un hilo y nadie actúa con la urgencia que amerita una emergencia. El Consejo de Monumentos Nacionales, la Madre-de-Todos-los-Cuellos-de-Botella de la Inversión, se junta a tomar tecito a ritmo victoriano para rechazar proyectos sin que nadie se estrese. El Consejo de Ministros suspende sus reuniones, mientras se hacen declaraciones: “Vamos a apurar la permisología”. Los inversionistas se devoran las uñas pagando intereses.
Me pregunto si la generación frenteamplista, criada entre los algodones del progreso, tendrá la estatura y la convicción para tomar el timón en una emergencia de verdad. Las dolorosas 48 horas que demoró el Presidente Boric en emitir una declaración seria respecto al ataque de Hamás sólo expone estas debilidades y contradicciones. La indecisión del que duda, como un conejo frente a las luces de un auto a toda velocidad, es la peor consejera en una crisis.
Hoy no está fácil. Pero, Bachelet dixit, cada día puede ser peor. El conflicto en Medio Oriente se puede complicar. O algo que no vemos, una bomba silenciosa plantada en alguna parte del sistema, puede estallar. Cuánto nos afectará depende no sólo de la magnitud de la explosión, sino de la capacidad de nuestros capitanes. Ojalá sepan navegar en la adversidad, que tan poco han conocido. Que sintamos que saben lo que hacen. Aunque, sin poder confesarlo, ellos mismos no estén seguros.