En 2018 escribí en este diario una columna que planteaba la idea. Desde entonces he abogado por ella y la sigo creyendo pertinente para la discusión previsional. ¿De qué se trata? De salir de la caja y dejar de asumir que las cotizaciones previsionales deban recaudarse solo sobre salarios e ingresos formales y empezar a considerar que pueden venir desde el consumo. Y es que no todos tenemos un trabajo formal, pero todos consumimos. Cotizar vía consumo permite enfrentar el principal problema de nuestras pensiones que es el de su estrecha base de cotizantes, asegurándonos que todos aportemos y ahorremos algo para nuestra vejez. El esquema también permitiría generar un mecanismo simple de solidaridad anclado en el ahorro.
Tradicionalmente las cotizaciones se han recaudado a partir del salario. Probablemente porque el paradigma era el de una fuerza laboral de asalariados y largas carreras en una empresa. Pero ese paradigma ha cambiado. La rotación laboral va al alza, el cambio tecnológico hace y hará más inestables ciertas labores (al tiempo que crea otras) y las lagunas arriesgan con ser más recurrentes. Así, carece de sentido seguir apostando exclusivamente por que las cotizaciones previsionales vengan del salario.
En Chile, de 100 mayores entre 25 y 65 años, 30 están fuera de la fuerza laboral y solo 50 tienen un salario. Por otra parte, hay una creciente proporción de trabajadores por cuenta propia (21%) y la informalidad laboral se acerca al 30%. El problema para recaudar cotizaciones a partir de salarios o ingresos formales es evidente. Los números son elocuentes: de 100 personas que jubilan, en promedio es como si 35 de ellas hubieran cotizado ininterrumpidamente y 65 no lo hubieran hecho nunca. No hay que ser experto para entender que con esa estrecha base de cotizantes no llegamos ni a la esquina. Sin el aporte de todos, la plata no da. El resto es hacerse trampa.
Y es aquí donde la idea de cotizar vía consumo cobra sentido. No todos tenemos un trabajo o un ingreso formal, pero nadie se salva de tener que consumir. ¿Y si con mi consumo ahorrara para mi pensión?
Hoy, cada vez que consumimos, la boleta separa el 19% de IVA que pagamos. Mañana podría agregarse una nueva línea, digamos con un pago de 1% extra, que dijera: “aporte al ahorro previsional”. En la medida que se pague con medios electrónicos, no hay mayores dificultades tecnológicas para que ese monto vaya automáticamente a nuestra cuenta de ahorro previsional. Pero, si bien el pago electrónico se ha masificado, seguimos lejos de que sea universal. Entonces, ¿Renunciar a la idea? ¿Dejarla solo para el ahorro voluntario?
Nada de eso. El Estado podría centralizar la recaudación adicional, tal como lo hace con el IVA, y luego depositarla en las cuentas de ahorro previsional de todos los mayores de 25 años (en el caso de los ya jubilados, directo a su bolsillo) siguiendo algún criterio distributivo.
Una opción consiste en un esquema solidario simple que divida en partes iguales el monto adicional recaudado. Como las personas de mayores ingresos consumen más y las de bajos ingresos menos, tal esquema sería progresivo (en contraste con la crítica a la regresividad del IVA). En efecto, estimo que las personas del primer decil recibirían casi tres veces lo que aportaron, al tiempo que los siete primeros deciles serían receptores netos.
Cada punto porcentual extra sobre el gasto en consumo permitiría recaudar unos US$ 1.700 millones anuales. Esto equivale a 2 puntos porcentuales de cotización tradicional vía salario (que podrían sumarse a los 6 puntos que hoy se discuten en el congreso). Repartir esta recaudación en partes iguales, corresponde hoy a unas 3,2 UF anuales a depositar en las cuentas previsionales de todos los mayores de 25 años. Suponiendo una rentabilidad real anual de 3,5% y bajo supuestos razonables de crecimiento del PIB y de la población, esto le permitiría a cada adulto acumular 400 UF extra luego de 40 años, financiando luego una pensión complementaria de unas 2,4 UF mensuales.
En el esquema propuesto, todos los adultos, no solo quienes tienen un salario o ingreso formal, “cotizan” a través del consumo. La solidaridad se hace con transferencias al interior de una misma generación. Es decir, en oposición al reparto, es en una solidaridad anclada en el ahorro. Ahorro que es la única forma de hacer sostenible al sistema de pensiones.
En la actual discusión sobre el pilar contributivo del 6%, el gobierno bien podría concentrar sus esfuerzos en formas de ahorro solidario entre cotizantes y renunciar a la errada creencia de que solidaridad es sinónimo de sistema de reparto. Un camino de ese tipo, complementado con una cotización solidaria vía consumo como la aquí propuesta, le permitiría al gobierno legar un nuevo e importante pilar solidario anclado 100% en el ahorro que Chile y el sistema de pensiones necesitan. Y de paso, tal vez destrabar una necesaria reforma que nuevamente arriesga naufragar.