Columna de Ignacio Briones: Verdades incómodas para volver a crecer
“¿Se imagina si contáramos con nuestro “Proyecto Chile 2040″ visible en cada web gubernamental, paradero, estación de metro, aeropuerto o carretera? Ese debería ser el sueño país y la épica a construir. Para ello, necesitamos ambición y mirada estratégica de largo plazo. Y comenzar, de una vez por todas, a enfrentar nuestras verdades incómodas”.
¿Basta con solo decir que debemos volver a crecer para que ocurra? Obviamente no. Como dice el refrán, del dicho al hecho hay mucho trecho. No hay magia: crecer requiere aumentar la productividad y la inversión. Para ello necesitamos una mirada estratégica de largo plazo y un pacto de desarrollo ambicioso, con reformas estructurales audaces, sin medias tintas. Esta ambición y audacia son cruciales, pues permiten señalizar un giro de timón que influya de inmediato en las expectativas de los agentes y despierte sus “espíritus animales”, impulsando así el crecimiento de corto plazo y no solo el de largo aliento. Para eso, el pacto debe atreverse a abordar una serie de verdades incómodas que trancan el crecimiento. En un seminario de Icare, junto a los economistas Raphael Bergoeing, Andrea Butelmann y Óscar Landerretche, destacamos 13 de estas verdades. Aquí comparto tres.
Verdad incómoda 1: “La permisología es un elevado impuesto a la inversión y debemos ser mucho más ambiciosos en simplificarla”.
Esto no implica bajar estándares ambientales o de otros bienes a proteger, como algunos equivocadamente creen. El principio básico debiera ser el siguiente: definido un estándar elevado, el ecosistema regulatorio debe ser simple, claro, expedito, predecible y con una judicialización acotada. Se trata de maximizar la inversión cumpliendo con los estándares definidos, en lugar de cumplir con los estándares porque se minimiza la inversión.
Bajo este principio, proponemos una agenda de permisos en “base cero” para revisar, armonizar y podar en forma continua nuestros frondosos árboles regulatorios. En lo medioambiental, planteamos que la evaluación de grandes proyectos no considere únicamente sus impactos o costos, sino que también sus beneficios ambientales. Por ejemplo, los beneficios de una inversión que reduzca emisiones de CO2 deberían ponderarse junto con sus impactos locales. Por último, en materia de autorizaciones, creemos que, en una democracia liberal, donde la igualdad ante la ley es un principio básico, no deben existir grupos con poder de veto por ley.
Verdad incómoda 2: “Recursos naturales y energía son una fuente de riqueza a potenciar”.
En oposición a la lógica “antiextractivista”, debemos sentirnos orgullosos de nuestros recursos naturales, cuyas renovadas ventajas comparativas representan una enorme fuente de crecimiento y de cadenas de valor. Minería, energía, turismo, acuicultura, sector forestal -por nombrar algunos- son sectores cuya producción sustentable debemos potenciar en lugar de torpedear.
El pacto de desarrollo debe tener una hoja de ruta ambiciosa de aumentos de producción, con metas claras, medibles y asegurando altos estándares ambientales, pero de la mano de un ecosistema de permisos amigable, como el ya descrito. ¿Por qué no aspirar a aumentar en 50% nuestra estancada producción de cobre, celulosa o salmones para 2050? ¿Por qué, en minería, Canadá o Australia tienen agendas de este tipo y nosotros no? ¿Por qué Noruega planea triplicar su producción de salmones de forma sustentable para 2050 y nosotros debiéramos conformarnos con quedarnos atrás?
Verdad incómoda 3: “En materia tributaria llevamos demasiado tiempo haciéndonos trampa en el solitario”.
Hay consenso en que nuestra tasa de impuesto corporativa es demasiado alta, al punto que este gobierno ha propuesto reducirla. ¿Por qué llegamos aquí? Porque hemos eludido la verdad incómoda: nuestra brecha de recaudación respecto a la OCDE está en los impuestos personales, debido a una muy estrecha base de contribuyentes y a tasas bajas en los primeros tramos.
Así, al recaudar impuestos, hemos cargado el peso sobre la inversión. Es hora de revertir esto a través de una hoja de ruta ambiciosa de rebaja del impuesto corporativo y una ampliación gradual de la base de contribuyentes, complementada con un impuesto negativo al ingreso. Además, por razones de simplicidad y de equidad horizontal, creemos que se debe reintegrar el sistema.
Pero eso no es todo: Chile se ha vuelto más incierto en el plano tributario, ya que cambiamos las reglas con cada reforma. Y cuando aumenta la incertidumbre, cobran valor los seguros. Por eso proponemos contratos voluntarios de invariabilidad tributaria, tanto para inversiones extranjeras como nacionales.
En la web del gobierno de Irlanda, el logo “Proyecto Irlanda 2040″ aparece por todos los rincones. Durante décadas, su notable crecimiento ha sido fruto de una estrategia y un pacto de desarrollo a largo plazo: ambicioso, compartido y con metas claras. Los resultados están a la vista: en 1980, Irlanda tenía la mitad del PIB per cápita de Alemania (dólares corrientes); hoy lo duplica.
¿Se imagina si contáramos con nuestro “Proyecto Chile 2040″ visible en cada web gubernamental, paradero, estación de metro, aeropuerto o carretera? Ese debería ser el sueño país y la épica a construir. Para ello, necesitamos ambición y mirada estratégica de largo plazo. Y comenzar, de una vez por todas, a enfrentar nuestras verdades incómodas.
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