En su percepción, ¿quiénes son las personas más aburridas del mundo?”, preguntaron académicos de la Universidad de Essex (2022). El objetivo era investigar estereotipos de “aburridos” y profesiones asociadas. Las respuestas de las personas no sorprendieron: entre los tres empleos considerados los más aburridos, se destacaron la contabilidad, aparte del análisis de datos y la asesoría tributaria, tanto así que trabajos en estos ámbitos se consideraron menos interesantes que lavar platos o servir en un local McDonald’s, reveló la investigación.
Los sesgos mencionados podrán afectar a los contadores, y también a la economía, por causar un menor interés por asuntos contables en las políticas públicas, aun cuando sea irracional. No podrá haber planificación presupuestaria adecuada desde el Ejecutivo, ni transparencia fiscal -ni tampoco adecuada regulación del mercado- sin una continua preocupación por la contabilidad. Mirando 10.000 años de contabilidad, aquellas sociedades que lograron entender su importancia, florecieron, escribió el historiador económico Jacob Soll en su libro The Reckoning. Desde el Renacimiento hasta el siglo XIX, grandes pintores hicieron cuadros sobre contadores, y filósofos discutieron sobre su rol en la sociedad. Hoy, los grandes artistas ya no pintan a contadores, y medios de comunicación poco hablan de contabilidad. Ejemplos como Enron -o Wirecard- refuerzan más bien su imagen no sólo aburrida sino también fácilmente moldeable, según intereses particulares.
Más allá de tratar de fórmulas, la contabilidad es el lenguaje para registrar e interpretar las historias financieras de cualquier organización, privada y pública. Para ello -contrario a lo que se asume generalmente- la profesión de contabilidad requiere de muchas habilidades de comunicación y pensamiento analítico, destacó un estudio en EE.UU. (2021). Tener conocimiento frente a la contabilidad es también un factor esencial para cualquier jefatura o gerencia. Quienes hayan dirigido una institución, saben que no la entienden, a menos que entiendan su contabilidad.
Las decenas de instituciones privadas sin fines de lucro (IPSFL) investigadas actualmente en Chile a raíz de transferencias recibidas desde el sector público -y posibles delitos asociados- invitan a debatir sobre “contabilidad” y cómo hacerla más funcional para elaborar y controlar el presupuesto público. No hay que subestimar la importancia de esa tarea. Lo que se ha visto en Chile, precisamente, es un clasificador presupuestario desactualizado -sin marco metodológico claro- que da pie a una utilización discrecional de las cuentas contables del Estado. Hoy permite asignar gastos de muy diferente naturaleza en las mismas cuentas, que además pueden tener diferentes estándares de evaluación, control y transparencia. El clasificador no permite tampoco diferenciar adecuadamente entre gasto programático, subsidios, y gasto de soporte, y no ayuda para evitar bolsones de gasto que mezclan los más diversos conceptos vía una misma acción contable. Además, poco ayuda para diferenciar una inversión de un gasto. Todo lo que se clasifica como “gasto de capital”, ¿llevará realmente a un aumento de valor de los activos de Chile o podrá incluir “sobregastos” que no deberían figurar como inversión?
Hoy, en suma, el clasificador tiene asignaciones amplias y poco precisas que esconden gastos y sus objetivos, y ralentizan la labor de la Dirección de Presupuestos para identificar programas. Podrá haber múltiples programas e iniciativas no identificados en el erario, invisibilizados como piedras tiradas a una laguna turbia. Hasta el día de hoy -por ejemplo-, se desconoce la magnitud de las transferencias estatales para el sector sin fines de lucro, porque las cuentas no permiten diferenciarlas.
No obstante, según Ley Administración Financiera del Estado, el clasificador presupuestario debería proporcionar datos para la toma de decisiones y el control de la eficiencia de los recursos públicos. Ello es poco factible hoy. Sobre esta base, los Estados Financieros del sector Público tampoco pueden aportar mayor claridad. Su introducción partió más de una década atrás y fue un hito. Aun así, sin mayor precisión de las cuentas presupuestarias, los Estados Financieros terminan siendo una presentación más bien ceremonial.
Entre las más diversas reformas que requiere el sector público en Chile, destaca entonces una que podrá sonar “aburrido”, pero que es crucial, y fascinante: reformar el clasificador presupuestario, junto con aumentar la utilidad de los Estados Financieros del sector público. Principalmente, porque la contabilidad y auditoría financiera están en el corazón de cualquier gobierno democrático.