El organismo vivo más grande del mundo es -probablemente- un hongo gigante. Se llama “hongo de miel” (armillaria ostoyae), y vive en Oregón, noroeste de EE.UU., con un peso entre 400 y 600 toneladas, lo que equivale al peso de dos o tres ballenas azules. En contraste con los mamíferos, no es compacto sino disgregado, entramado y asombrosamente extenso. Durante quizás más de 8 mil años se fue desplazando debajo de la tierra y de árbol en árbol, vía una red de largos cordones que se llaman rizomorfos. Hoy cubre una superficie de nueve kilómetros cuadrados - casi a la mitad de la comuna de Santiago, o cerca de 1.200 estadios nacionales. Cada año -con las lluvias de otoño- sale una multitud de hongos dorados de esta superficie, mientras la estructura principal sigue bajo tierra, protegida por una valiosa capa de melanina.
En sí, este hongo de Oregón ayuda a imaginar la “complejidad” del mercado, y las múltiples conexiones que existen entre empresas. Analizar sólo una empresa, sin considerar otras empresas que podrán ser vinculadas, no permite entender ventajas y riesgos de la respectiva unidad, ni del mercado mismo, del mismo modo como mirar sólo a un hongo dorado no permitirá entender al hongo en su totalidad. En este sentido, conocer a los beneficiarios finales de empresas -y poder asociar a múltiples empresas a un mismo beneficiario final- es crucial, porque recién así uno podrá entender las respectivas empresas, y la estructura del mercado. Chile, no obstante, no cuenta con estos datos de forma adecuada.
“No entiendo cómo (en Chile) uno puede querer comprobar potenciales conflictos en la banca si no se sabe quién posee cuál empresa?”, preguntó también el economista de la Universidad de Chicago, Luigi Zingales, en su visita a Chile durante el mes pasado. La CMF monitorea préstamos para empresas afiliadas a un grupo económico al cual también pertenece el respectivo banco, pero sin datos sobre beneficiarios finales, la autoridad no podrá determinar quiénes son realmente todas las empresas ligadas a un mismo grupo económico. Otra preocupación es la colusión. “¿Cómo se puede controlar que no haya colusión (en Chile) si no se sabe quién es dueño de qué?”, preguntó Zingales.
El estudio del economista -encargado en 2020 por Ignacio Briones cuando era ministro de Hacienda- destaca la importancia de contar con datos de beneficiarios finales de empresas, y de regular en forma adecuada a los conglomerados en el mercado, es decir, a los grupos económicos que combinan diversas empresas bajo control de un mismo conjunto de personas. Como transmitió Zingales, una de las principales preocupaciones sería la combinación de tamaño y extensión de estos grupos que les asegura una influencia desproporcionada en el sistema político y en el mercado. De la presentación de Zingales destacan recomendaciones valiosas, inspiradas en los mercados más avanzados, sobra la necesaria regulación de estos grupos, especialmente cuando incluyen instituciones bancarias.
Los medios escritos en Chile -con excepción de algunos, como LaTercera- no cubrieron el análisis del director del Stigler Center en Chicago, uno de los más renombrados economistas a nivel internacional. Quizás, este hecho en sí reafirma una parte del diagnóstico entregado, porque refleja una libertad de expresión debilitada, frágil como un árbol viejo abordado por un fungus subterráneo. Pero ¿cómo defenderemos el mercado en Chile si no hablamos de sus brechas? Y, a la vez, ¿cómo podemos salir -al menos en algo- de este liberalismo descafeinado tan propio de la elite económica, sobre el cual ya reflexionó el rector Carlos Peña?
Si en las estadísticas de demografía empresarial -que valiosamente entrega el SII-, las empresas controladas por otras empresas se contaran no como unidad separada, sino como parte de un grupo, quedaría en aún mayor evidencia la importancia de cuidar más la libertad en los mercados. Entre 2005-2021, las empresas más grandes crecieron sustancialmente más que empresas pequeñas y medianas. Empresas que podrían entenderse como “medianas” -con ventas entre US$25 millones y US$120 millones- apenas duplicaron su facturación en este período, mientras los tramos superiores triplicaron su facturación y, por ende, aumentaron proporcionalmente su peso en el mercado. Esa desigualdad, no obstante, sería aún mayor, si las ventas de empresas se calcularían reconociendo vinculaciones a otras empresas.
Por la enorme importancia de datos sobre dueños de empresas, Luigi Zingales concluyó que en el futuro, Chile se verá obligado, tarde o temprano, a ir transparentando los beneficiarios finales de cualquier empresa que opere en el país. Cuanto antes se tome esta decisión, mejor será para la economía de Chile. ¿Qué dicen los gremios empresariales al respecto?