“Entiendo la protección del clima como un motor de crecimiento”, fue el mensaje inspirador de Angela Merkel en 2020, entonces canciller alemán. Los mismos objetivos, la sostenibilidad ambiental y el crecimiento dinámico, son parte de la propuesta programática del presidente electo, Gabriel Boric, y con buena razón: sin innovaciones, ningún crecimiento económico se sostiene. Apostar entonces por un crecimiento basado en sostenibilidad y dinamismo es crucial, porque hoy, una parte importante del mercado chileno parece viejo y cansado en vez de radiar dinamismo.

El programa de gobierno del presidente electo pone énfasis en la innovación a través del apoyo a encadenamientos productivos y un mejor acceso a créditos y capital de riesgo para empresas pequeñas y medianas. El objetivo estratégico es una “transformación” productiva que permita superar el “extractivismo”, y crear valor a través de nuevos emprendimientos y empresas medianas.

La visión detrás de esta propuesta presidencial calza como pieza de puzle en la “visión 2050″ del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD), compuesto por más de 200 gerentes generales de las empresas más grandes del mundo. En esta red global importante participan varias empresas hoy activas en Chile, como CMPC, Deloitte, Enel, EY, IBM, KPMG, Masisa, McKinsey, Nestlé, PWC, Santander y Walmart. Lo interesante es que el WBCSD llama específicamente a “transformar” y “reinventar el modelo de capitalismo con el que hemos crecido”. El problema central: el capitalismo de hoy no distingue entre la creación de valor y “la extracción de valor”. Décadas de concentración en los mercados amenazan hoy la competencia, una característica crítica y central del capitalismo. Ese es el caso también de Chile.

Lejos del dinamismo de empresas medianas, nuestro mercado parece dominado por unos pocos grupos económicos, destaca la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). A ello se suma que el país sostiene una división persistente entre pocas empresas grandes y muchas empresas chicas y poco productivas. El 94% de las empresas en Chile son microempresas o empresas pequeñas, según la cantidad de su empleo. Un nuevo conjunto de datos publicados esta semana por el Servicio de Impuestos Internos (SII), muestra además que empresas con ventas anuales entre US$ 8 y US$ 100 millones -que a futuro podrían clasificarse como empresas medianas- han ido disminuyendo su peso total en la economía. En 2005, un 25% de la facturación total estuvo en este tramo, comparado con solo un 20% en 2020. El único conjunto de empresas que aumentó su proporción sobre la facturación total en el país entre 2005 y 2020 es este que engloba a las empresas más grandes, con ventas anuales sobre US$ 1,2 mil millones. Su participación en la facturación del país aumentó desde un 30% en 2005, a un 40% en 2020. Las que más crecieron son empresas con ventas sobre US$ 2,3 mil millones, mostrando un aumento en su facturación del 185% entre 2005 y 2020, recordando así el efecto winner takes it all que es sensible en un capitalismo competitivo.

La publicación de nuevos tramos de facturación contó con apoyo explícito del Ministerio de Economía, y es innovador también en el ámbito internacional. Los datos todavía no permiten diferenciar “empresas independientes” de empresas que son filiales de empresas más grandes, o de empresas que tienen los mismos dueños finales que empresas ya establecidas. Aun así, constituyen un avance importante que debiera profundizarse, especialmente porque el proceso de la transformación de la economía chilena requiere de gestión de información y metas claras frente a inversionistas y la sociedad. A futuro, ¿qué porcentaje de la economía chilena deberían ser empresas medianas? ¿Cuánta innovación, transparencia, encadenamiento productivo y sostenibilidad debería haber en los mercados, según tramos de facturación? ¿Cuánto dinamismo se proyecta, según sector y región, de aquí a diez años? Definir metas oficiales y data sets que responden estas preguntas es clave para implementar políticas consistentes y precisas -no ciegas- con los objetivos de frenar la concentración económica, y aumentar el dinamismo y la innovación en el mercado. Una publicación interesante del Instituto Nacional de Propiedad Intelectual (Inapi) da cuenta de cuán necesario es ello. De las 402 solicitudes de patentes en 2021, por ejemplo, solo un 12% proviene de empresas con ventas sobre US$ 4 millones. En relación con su facturación, las empresas grandes en Chile son excesivamente poco innovadores, principalmente porque les falta presión competitiva.

Junto con la reciente apertura de datos económicos desde el SII y el Inapi, quizás lo más positivo es el hecho de que la “transformación” productiva a la cual el nuevo gobierno apunta, está alineada como nunca antes con la visión del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible. Quiero desafiar entonces a las grandes empresas que operan en Chile -en especial a los gerentes generales de las empresas socias de esta red valiosa que impulsa la transformación del capitalismo-, a que cooperen con esta nueva visión para Chile: un capitalismo considerablemente más dinámico y sostenible.