Aveces, los alemanes se comportan de forma tan alemana, que pareciera ser de libro. Esta semana, eso fue el caso de Robert Habeck, ministro de Economía y Protección Climática de Alemania, en el Foro Económico de Davos, luciendo un estilo franco y muy directo. Europa ha pagado el precio por la dependencia alemana de las importaciones de gas ruso, confesó Habeck sin elegancia ni oraciones prefabricadas, pero con una franqueza que parecía doler, no tanto a sus interlocutores, sino a él mismo mientras hablaba. Alemania había vendido reservas de gas y refinerías de petróleo a grupos energéticos rusos como Gazprom y Rosneft en 2015, un año después de la anexión de Crimea por Moscú. Era un error “difícil de entender”, así el vicecanciller alemán.
Una de las lecciones sería que los países -y bloques como Europa- deberían crear ahora un mínimo de capacidades propias en sus economías, sea para ciertas materias primas, o productos críticos como baterías, semiconductores, paneles solares y equipamiento médico. En futuro, políticas industriales con subsidios y ayudas estatales deberán ayudar más en la transición verde, pero también deberán ser una herramienta para crear mercados más resilientes. En un mundo ideal y en economías de mercado, políticas industriales de subsidio deberían solo ser la última respuesta y aplicarse en áreas donde realmente el mercado no alcanza. Pero el mundo no es ideal, fue la reflexión de Habeck.
Las reflexiones de uno de los ministros más importantes de Alemania son interesantes porque reflejan las tensiones actuales en el ámbito económico internacional. Por un lado, la situación geopolítica actual está incentivando a redirigir cadenas de suministro hacia “países amigos”, como un friendshoring. En exceso, eso podrá llevar a fragmentación de mercados, y afectará innovación y libre comercio. Por el otro lado, la situación económica coyuntural -y los riesgos climáticos- están llevando al riesgo de definir subsidios no justos y excesivos que podrán distorsionar a los mercados. Un precedente es la nueva Ley de Reducción de la Inflación de EE.UU. (IRA) que fija subsidios e incentivos tributarios con un presupuesto de US$369 mil millones para la transición verde y climática. Entre otros, facilitará la compra de autos eléctricos, con requisitos de local content estadounidense para su producción. Insumos -como el litio- deberán provenir de EE.UU. o países con los cuales existen tratados de libre comercio, y componentes de baterías de autos eléctricos deberán en el futuro ser fabricados o ensamblados en América del Norte. Así no asombra que la IRA fue criticada en Davos. No se trata de un buen augurio para la cooperación transatlántica, sentenció también el BDI, el gremio de la industria alemana. Justo ahora, importaría avanzar más bien fortalecer los acuerdos internacionales. Por su lado, desde la Unión Europea ya fue anunciado la voluntad de acelerar medidas para prevenir el éxodo de empresas europeas hacia EE.UU., lo que se lograría con un nuevo conjunto de subsidios europeos.
Desde Davos, el editor económico europeo de Reuters resume que “la política industrial, equipado de muchos fondos estatales, ya no parece palabra fea”. Tal como suele ocurrir especialmente en tiempos de crisis, también ahora, el concepto está nuevamente en boca de todos. Viene con el desafío de evitar una carrera mundial por subsidios, y de establecer un mínimo de justicia frente a economías de países menos desarrollados, y per se requiere redefinir sus alcances. Significa que cualquier estrategia industrial del futuro deberá precisar sus objetivos, su rendición de cuentas, y también los límites de sus respectivas políticas industriales, dado que entran fácilmente en conflicto con otras políticas claves para el funcionamiento del mercado: la política regulatoria y en específico, las políticas pro-competencia. Por ello, cada estrategia industrial deberá explicitar cómo los respectivos subsidios y apoyos estatales complementan, e interactúan con este otro campo de las políticas económicas en el cual el Estado no actúa, sino fija el marco de acción.
Por ejemplo, para una estrategia industrial en Chile, la instalación de un nuevo mercado de hidrógeno verde requiere tanto de políticas industriales como regulatorias, que deberían presentarse formalmente como un conjunto coherente. Aparte de necesarios subsidios e incentivos estatales para que se instale esta nueva industria, eso requiere precisar cómo el marco regulatorio apoyará que el mercado mismo funcione mejor en este subsector, por ejemplo al (i) incorporar el precio de la contaminación en los mercados, y al (ii) avanzar en transparentar emisiones indirectas de la banca para así incentivar el financiamiento privado del recambio tecnológico, y al (iii) reducir burocracias innecesarias por parte del Estado.