Hemos entrado en el “antropoceno” (del griego anthropos, “humano”; y kainos, “nuevo”) término que se popularizó cerca de veinte años atrás para describir esta era de nuestro planeta en la que las actividades humanas empiezan a provocar cambios profundos a nivel biológico y geofísico. Ya no somos sólo creadores de nuestros propios sistemas sociales y económicos - también influenciamos profundamente a todos los sistemas de la naturaleza e impactamos a prácticamente todos los seres vivos en nuestro planeta. En este rol tenemos un desafío principal: no pensamos en sistemas - y ni percibimos los sistemas que nos rodean. Nuestra evolución nos equipó de un cerebro preparado para sobrevivir el instante, pero no para ser “arquitecto del sistema planetario”. Es como ser un ente que aprecia el mundo en 2D, mientras construye edificaciones en 3D.

Nuestra incapacidad de pensar en sistemas nos lleva a percibir ya una peligrosa ingobernabilidad de los problemas complejos que actualmente enfrenta nuestro planeta. Lo mismo ocurre en nuestros mercados y democracias - principalmente porque no somos capaces de abordarlos de forma sistémica e interconectada. Por ejemplo, nos preocupamos del impacto mortal de enfermedades crónicas, pero en nuestros supermercados siguen abundando productos que causan daño a nuestros cuerpos, por no ser alimento en absoluto. No pensar en sistemas nos lleva a ignorar el impacto de los “feedback loops”, que son mecanismos que balancean -o refuerzan- procesos en curso. El ejemplo del Yellowstone Park lo grafica bien: allí, desde inicios del siglo pasado, el exterminio de lobos llevó a consecuencias inesperadas. Sin depredador natural para balancear cantidad y migraciones de herbívoros, los alces aumentaron en exceso y la vegetación se redujo. Otras especies desaparecieron, como los castores. Con ellos desaparecieron sus “represas naturales” y al ecosistema le empezó a faltar agua ralentizada y humedad. La reintroducción de lobos en los años 1990 permitió regenerar una parte del ecosistema, recuperar la vegetación, y cambiar nuevamente la morfología de los ríos.

Feedback loops son un mecanismo relevante también en los sistemas económicos. Contrario a los “negativos” que existen en sistemas vivos -y que corrigen desbalances-, en nuestra economía existe un exceso de feedback loops “positivos” que refuerzan tendencias en curso. Así, por ejemplo, el poder en el mercado suele a llevar a más poder. Datos del SII confirman que el único conjunto de empresas que aumentó su participación en la facturación tributable total de Chile son las empresas más grandes de entre las más grandes, con facturación anual sobre US$1 mil millones. Entre 2005-2022, multiplicaron la suma de su facturación por cinco, mientras que otros tramos sólo duplicaron su facturación. Si la tendencia post crisis subprime se mantiene, es posible que en diez años más, cerca de 150 empresas sostendrán dos tercios de la facturación total en Chile. ¿Cuánto mercado estaría en este mercado?

Feedback loops positivos -que autorrefuerzan el poder- se podrán dar también cuando grupos económicos combinan ciertos negocios, p.e. bancarios y no-bancarios. El efecto para el mercado es negativo por la concentración de información que implica. Como ningún otro actor del mercado, un banco conoce las características del mercado que financia; separar herméticamente este conocimiento de los intereses de quienes operan en el mismo mercado, sería importante para cuidar el sistema, también en Chile.

Las investigaciones sobre la dinámica de sistemas enfatizan también que la estructura de sistemas condiciona poderosamente el comportamiento. La mayoría de los malestares estructurales económicos es entonces principalmente una consecuencia del sistema. En este sentido, los ajustes necesarios requerirán de la ciencia de sistemas, e implicarían evaluar especialmente los feedback loops. Sobre el mercado chileno, por ejemplo, un exfiscal económico tenía mucha razón al insistir que los grupos económicos en Chile no deben caracterizarse como “lobos”. Los lobos causan feedback loops correctivos y cuidan el ecosistema. En Chile y en el mundo, la falta de regulación de las organizaciones más grandes causa más bien feedback loops autorreforzantes, parecido a lo que pasa cuando algas marinas reciben una sobre-fertilización por agroquímicos.

Ya estando en el “antropoceno”, era en la cual el ser humano gestiona e influencia a todos los sistemas del planeta, es de esperar que empecemos a pensar acorde a la ciencia de sistemas, sea para mejorar el desempeño y la viabilidad de nuestros sistemas económicos, o sea para regenerar y sostener la viabilidad de los sistemas de la naturaleza.