Justo cuando la economía parecía salir de las agitadas aguas de la pandemia, las trincheras políticas vuelven a escena. Dos manifestaciones de aquello son el debate por la explotación del litio y lo acaecido con la reforma tributaria (RT).
Un elemento imprescindible para consolidar la reactivación es la incorporación de capital privado en sectores que requieren permiso público, esto es, las concesiones. La mayoría de las actividades a concesionar son monopolios naturales o actividades de explotación de recursos no renovables de propiedad del Estado. Estos sectores, por su propia naturaleza, generan rentas ricardianas, porque no pueden ser desarrolladas por mercados competitivos donde tienden a desaparecer las ganancias extraordinarias.
¿Significa esto que no pueden ser desarrolladas por privados? Para nada. La creencia, generalizada en la trinchera izquierda, de que debe haber una acción productiva directa del Estado se basa en lo que ocurría hace décadas, cuando la tecnología no era conocida y de acceso general. Entonces, la decisión del Estado de no producir directamente, y entregarlo a compañías extranjeras, significó la captura de dichas rentas por empresas internacionales. Fue lo que ocurrió con las empresas inglesas del salitre y la tecnología “shanks” y con los inicios de la minería subterránea del cobre, el que fue explotado por empresas norteamericanas. Hoy esto ha cambiado y la explotación puede ser perfectamente licitada o concesionada a privados, con contratos que aseguren la captación de las rentas por parte del Estado. Esto no puede seguir demorando porque nos perjudica a todos.
La segunda manifestación de atrincheramiento fue el resultado de la reforma tributaria, la que, rechazada en general, impide siquiera dialogar y avanzar sobre sus puntos específicos. La necesidad de mayores recursos fiscales para abordar necesidades en salud, pensiones, educación, seguridad, incorporación de la mujer al trabajo, etc., puntos todos que se relacionan con nuestra capacidad de crecer, parecía haber sido aceptada. Sin embargo, han vuelto las trincheras.
Espero volvamos sobre este tema, por lo que quisiera relevar aquellos aspectos de la reforma que se alinean perfectamente con las mejores prácticas internacionales. Por oposición, los no destacados creo pueden ser revisitados.
Se dice que la RT afectaba el ahorro y la inversión y con ello la capacidad de crecer. Eso es inexacto. El supuesto impacto proviene de mayores impuestos a los ingresos, focalizados en los tramos de renta más altos. Es efectivo que mayores impuestos al ingreso pudieran mermar el ahorro; pero eso ocurre en todos los países del mundo, pues los tributos deben ser progresivos y los impuestos indirectos son regresivos. Y la carga tributaria directa es muy superior a la de Chile en todos los países desarrollados, lo que no ha representado un obstáculo para su desarrollo. Y el análisis es parcial, pues no considera los enormes beneficios para la productividad que conllevan los consiguientes mayores gastos antes destacados. Seamos claros, no habrá solución para nuestras carencias económicas de base sin elevar la carga tributaria directa. Se agrega, además, que esto sería perjudicial para la inversión. Ello es manifiestamente erróneo, pues se trata de cargas impositivas aplicadas cuando las rentas del capital han sido ya distribuidas a sus dueños para su consumo, habiendo salido del proceso de inversión.
El segundo componente de mejores prácticas es la puesta al día de las normas antielusión. En todos los países desarrollados la figura elusiva se califica en sede administrativa (el SII) y no en tribunales, como ahora en Chile. Es más, en muchos de ellos el peso de la prueba recae sobre el contribuyente, lo que es más duro que lo que contenía la RT. Los ejemplos de simulaciones y planificación tributaria agresiva son copiosos y deben ser contenidos. De lo contrario estamos incentivando el lograr beneficios con burlas a la ley en lugar de que los agentes económicos se concentren en la productividad y la innovación.
Por último, está la necesaria separación de las modalidades de pago de tributos entre los ingresos del capital y del trabajo. Esto porque los primeros, y es correcto que así sea, pueden postergar el pago de los impuestos hasta su distribución, lo que no es el caso de los segundos. Dicha postergación es un elemento crucial de la inversión, pero obliga a un trato particular para no ser abusada por perceptores de altos salarios que simulan ser empresas para pagar menos impuestos. Así se estructuran los impuestos directos en todos los países desarrollados.
Hago votos porque se retome el diálogo en ambos ámbitos. Las trincheras desarrollan una visión sesgada del mundo, al confinar la percepción de la realidad al sentimiento de quienes se defienden juntos. Se entiende para ganar la guerra, no para construir un país común.