Durante la última década, Chile ha aumentado fuertemente las toneladas exportadas de litio y, por cierto, en tiempos más recientes, gracias al alza de su precio, el valor exportado en dólares se ha disparado por el techo.
Sin embargo, nuestra participación en este mercado ha caído. Hace una década teníamos en torno al 40%, ya bajamos del 30% y vamos encaminados hacia el 20%. Esto a pesar de que tenemos algo así como el 50% de las reservas probadas a nivel global y que éstas son del litio que se extrae de salares y no del litio que se extrae de roca, lo que significa que su costo de extracción es casi la mitad. Como si esto fuera poco, debido a nuestra peculiar geografía, nuestro litio se encuentra relativamente cerca del mar. O sea, para decirlo en simple, tenemos el “filete” del litio, particularmente en el salar de Atacama en que escala y leyes minerales son extremadamente favorables.
Como quien no quiere la cosa, con sus costos más elevados, su litio de roca, los australianos nos han ido desplazando en este mercado. Hace 10 años eran 30%, hoy son casi 50%. Y ahora se vienen los chinos con todo.
Mucha gente, genuinamente preocupada, dice que tenemos que avisparnos pronto o perderemos oportunidades de generar recursos críticos para un país que busca mejorar servicios públicos y aumentar los derechos sociales. La verdad es que ya hemos perdido bastante. Imagine usted cuánto habría recaudado el Estado, el año pasado, si todavía tuviéramos la participación de mercado de hace 10 años.
¿Cuál es la fórmula mágica de Australia para desplazarnos en un mercado en el que debiéramos ser completamente dominantes?
Invertir, invertir, invertir y cuando se aburren de eso, invertir un poco más.
Una de las razones que han inmovilizado esta industria en nuestro país ha sido la forma en que se ha visto envuelta en los escándalos de corrupción de la política. Es por esto que es una buena noticia que exista la disposición a darle un remezón para que tome un nuevo impulso. Es buena noticia que se entienda que esto involucra invertir mucho para expandir volúmenes de exportación lo más rápido que se pueda. Es buena noticia que se entienda que esos volúmenes y velocidades de inversión en proyectos productivos sólo serán posibles con la participación de capitales privados. Quizás más adelante se entienda que, además, será necesario crear condiciones para que aprobaciones ambientales de proyectos de expansión, sin sacrificar un milímetro de rigor técnico, sean mucho más expeditas, eficientes y predecibles.
¿Cómo cuadrar este círculo? ¿Cómo hacerse cargo de la carga reputacional de las empresas del litio al mismo tiempo que se movilizan capitales privados?
Una forma es cambiando la organización industrial del sector. La creación de una corporación nacional del litio, una empresa pública, encargada de administrar este recurso y garantizar que su explotación maximice los beneficios para el Estado, puede ser una solución. Esa empresa podría ser extremadamente liviana: un directorio y algunas gerencias dedicadas a administrar licitaciones privadas de exploración, desarrollo y explotación del recurso. Si esta empresa se estableciera con un gobierno corporativo fuerte e independiente, sujeto a la supervisión de la Comisión para el Mercado Financiero como ocurre con Codelco, no solamente ayudaría a dar más garantías políticas de preservación del interés público, sino que colocaría una sana distancia con los gabinetes, la política contingente y el clientelismo parlamentario que debiera dar tranquilidad a los privados del sector que hoy están demasiado expuestos a la política e inmovilizados por sus vaivenes. A las empresas que hoy operan en este mercado se les debiera invitar a una negociación para transitar desde el esquema de explotación que tienen hoy hacia uno nuevo, diferente, a cambio de participar de la expansión del negocio que el Estado chileno pretende implementar.
Hay una solución, ojalá no quede atrapada en la ceguera de la política nacional. Son tan ciegos los sectores que se niegan a ver el problema político de esta industria y se autoconvencen de que todo estará bien si es que volvemos a los paradigmas empresariales de los años ochenta, como los nostálgicos que se obsesionan con crear un segundo Codelco en torno al litio sin hacerse cargo de los tiempos, costos y riesgos que ello involucra. Los primeros no parecen haber entendido las lecciones de octubre, los segundos hicieron la cimarra durante las clases de septiembre.