Columna de Óscar Landerretche: “No debería llamarse PIB”
"Idealmente la agregación de valor se produce sin producir muchas más cosas y, por ende, sin usar tantos recursos adicionales. Esto ocurre cuando el trabajo humano, dotado de educación, talento, esfuerzo y experiencia, logra hacer algo de mejor calidad, duración y usabilidad; o sea mayor valor con los mismos recursos".
PIB es la sigla de Producto Interno Bruto. Evaluamos los años económicos por el crecimiento del PIB y para los interesados lo reportamos trimestralmente. Para rematar, en Chile tenemos un PIB mensual llamado Índice Mensual de Actividad Económica, el famoso Imacec.
Nótese la diferencia de nombres: “Actividad” vs. “Producto”.
Mi querella es con la palabra “producto”. La razón es que provoca la idea de algo físico, un objeto con volumen y forma. Induce, por ende, la idea de que el crecimiento económico consiste en producir “cosas” usando recursos: árboles, agua, tierra, espacio, aire. Una consecuencia es la equivocada idea que suele germinar en círculos ambientalistas de que necesitaríamos hacer decrecer el PIB.
Pero resulta que el crecimiento económico no consiste en producir más “cosas” sino más “valor”. Eso es lo que, con virtudes y limitaciones, busca medir la metodología de cálculo del PIB: la creación de valor, el “valor agregado”, no la producción de cosas.
Idealmente la agregación de valor se produce sin producir muchas más cosas y, por ende, sin usar tantos recursos adicionales. Esto ocurre cuando el trabajo humano, dotado de educación, talento, esfuerzo y experiencia, logra hacer algo de mejor calidad, duración y usabilidad; o sea mayor valor con los mismos recursos.
Consideren un restaurante: con los mismos insumos se puede elaborar una oferta culinaria y estética de mayor o menor valor. Esto depende del conocimiento, cultura, capacidad, talento, disposición y ética de trabajo de la empresaria y el gerente, el decorador y la chef, los garzones y la cajera. El resultado podría ser una experiencia positiva o negativa del cliente. ¿Y cómo se va a manifestar monetariamente ese mayor valor? En más comensales, mayores cobros y propinas por algo que, esencialmente, involucra los mismos insumos, pero mejor combinados.
La parte de la economía en que se expresa de mejor forma esto es el sector servicios donde, por definición, no se hacen “cosas” sino “acciones”. Y no es sorprendente que una de las características de los países desarrollados sea la enorme importancia del sector servicios. En Estados Unidos, a principios del siglo XX, el sector servicios empleaba 30% de la mano de obra, hoy es un 80%. En promedio, en la Ocde, los servicios representan 70% del PIB y el empleo, alrededor de 50% de las exportaciones y un 15% adicional por servicios contenidos en exportaciones de bienes. En gran medida, el desarrollo consiste en producir más valor con los mismos bienes y, por ende, en una pérdida de importancia relativa de la producción de “cosas”. Por contraste, en Chile la participación de los servicios en las exportaciones fluctúa en el rango 5-15%, casi la mitad de estas son servicios de transporte y en realidad importamos más, por ende, somos un importador neto de servicios. Uno de los muchos síntomas del estancamiento de nuestra estrategia de desarrollo es nuestra incapacidad de transitar hacia una economía de servicios.
Pensar en la economía como un proceso de agregación de valor y no producción de cosas es una forma de pensar el desarrollo que requiere otro tipo de mentalidad pública a la que tenemos hoy.
Por ejemplo, si hiciéramos un programa masivo de fomento del sector turístico que incluya, soterramiento de cables, eliminación de avisos en carreteras, limpieza de basuras en caminos y parques, reparación de infraestructura turística y masificación del aprendizaje de idiomas, estaríamos contribuyendo a mejorar el “valor” de los servicios de turismo (y por esa vía aumentar el PIB y el empleo) sin consumir muchos más recursos, al revés, limpiando nuestro país. ¿Cómo se monetizaría ello? Bueno con más turistas dotados de mayor disposición a pagar.
O, por ejemplo, si decidiéramos tener ciudades limpias, con espacios públicos abundantes, bien tenidos y accesibles, sin matones apropiándose de ellos, sin carpas, sin esquinas convertidas en letrinas, estaríamos agregando “valor” sin producir nada físico adicional. Estaríamos desarrollando por la vía de limpiar y ordenar. ¿Cómo se monetizaría ello? Bueno, con valoración de las propiedades, mayores arriendos, incremento en el comercio y aumentos en el flujo turístico urbano (que hoy declina).
Así que quizás, para inducir este cambio de mentalidad, debiéramos cambiar el nombre al PIB. Por ejemplo, podríamos llamarlo Valor Agregado Interno Bruto (VAIB) o Actividad Económica Agregadora de Valor Interno Bruto (AEAVIB) o…
¡nah!, mejor sigamos con el PIB, pero nos entendemos, ¿no?
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