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Columna de Pablo Halpern “Trump y el derrumbe de la confianza”

"Mientras este nuevo panorama de aranceles y represalias transforma el comercio mundial, una pregunta incómoda resuena en cancillerías y salas de juntas corporativas: ¿cuánto vale realmente la confianza internacional, y a qué costo está Washington dispuesto a sacrificarla? Porque al final, la confianza -a diferencia de los aranceles- no puede imponerse por decreto presidencial ni reconstruirse tan fácilmente como se destruye".

Pablo Halpern, director Centro de Reputación Corporativa. ESE Business School, Universidad de los Andes

La noche en que Donald Trump anunció aranceles a 180 países, la credibilidad estadounidense comenzó a retroceder décadas. El gobierno de Estados Unidos está destruyendo el sistema comercial que ayudó a diseñar tras la Segunda Guerra Mundial, socavando su activo más valioso en el tablero global: la confianza.

Existe una ironía en este giro proteccionista. El país que pregonó durante generaciones las virtudes del libre mercado ahora levanta barreras que contradicen su propio evangelio económico. Lo verdaderamente revelador es que estas medidas, diseñadas para proteger sectores específicos de la economía estadounidense, podrían estar destruyendo algo más valioso que los déficits comerciales: la capacidad de Estados Unidos para convocar aliados, negociar acuerdos y establecer estándares globales, lo que ha dependido no solo de su poderío económico, sino de la confiabilidad de sus compromisos.

Por su parte, China aprovecha este momento para proyectarse como socio comercial estable. Su estrategia incluye ampliar acuerdos con países en desarrollo y aumentar su inversión internacional mediante programas como su iniciativa de infraestructura global, que financia puertos, ferrocarriles y carreteras en diversos países. Esta postura calculada presenta su propia contradicción: China critica el proteccionismo occidental mientras mantiene importantes restricciones a empresas extranjeras en su territorio.

En este escenario, las empresas multinacionales enfrentan un panorama de incertidumbre. Las compañías estadounidenses, que operaban con la confianza de un sistema comercial predecible, ahora deben calibrar cómo las decisiones políticas de Washington podrían afectar sus operaciones globales. Esta incertidumbre se traduce en cautela inversora y posible reconfiguración de cadenas productivas globales.

La Organización Mundial del Comercio (OMC), institución creada para establecer reglas comerciales comunes entre naciones, observa con preocupación cómo las mayores economías del mundo toman decisiones unilaterales que socavan sus principios básicos. Lo que presenciamos no es simplemente una disputa arancelaria, sino un cuestionamiento del marco que ha regulado el comercio internacional durante décadas.

Pero lo más preocupante no es la ruptura del orden comercial, sino sus derivadas estratégicas. La pérdida de previsibilidad en la política comercial estadounidense debilita su capacidad de formar coaliciones, negociar desde una posición moralmente legítima y proyectar liderazgo más allá de su poder económico. Aliados tradicionales comienzan a explorar alternativas, ajustando sus estrategias ante un socio menos confiable.

La historia reciente ofrece lecciones reveladoras. En 2020, tras tensiones diplomáticas con Australia por el origen del Covid-19, China impuso restricciones comerciales a productos clave como el vino, la cebada, la carne y el carbón. Lejos de doblegar a su contraparte, las medidas forzaron a Australia a diversificar sus mercados, acelerar tratados con otras economías de Asia-Pacífico y fortalecer su posición exportadora. Irónicamente, fue China la que terminó levantando gradualmente las sanciones ante la necesidad de acceder a insumos estratégicos. La política de presión comercial terminó minando la percepción de China como un socio comercial confiable y fortaleciendo a su rival.

Mientras este nuevo panorama de aranceles y represalias transforma el comercio mundial, una pregunta incómoda resuena en cancillerías y salas de juntas corporativas: ¿cuánto vale realmente la confianza internacional, y a qué costo está Washington dispuesto a sacrificarla? Porque al final, la confianza -a diferencia de los aranceles- no puede imponerse por decreto presidencial ni reconstruirse tan fácilmente como se destruye.

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