Esta semana conocimos la actividad económica de septiembre a través del Imacec, que registró una variación nula (0%), lo que obligó al propio ministro de Hacienda a reconocer que su estimación de crecimiento del PIB de 2,6% para este año ya no es alcanzable.
Sin embargo, más allá de esta cifra puntual, estamos enfrentando un desafío mayor: el bajo crecimiento de nuestra economía es una realidad. Durante los últimos 10 años, Chile creció a un ritmo promedio anual de 1,9%, mientras que el resto del mundo crecía a tasas significativamente más altas (2,8%), y los países de ingreso medio duplicaban nuestro desempeño con un 4,4%. Esta situación no solo refleja una realidad económica difícil, sino también una oportunidad única para reflexionar y corregir el rumbo.
Un indicador relevante para entender esta tendencia es la contribución de Chile al PIB mundial. Desde los años 80, vimos un progreso constante que alcanzó su máximo en 2013, cuando representamos el 0,39% del PIB global. Desde entonces, esta participación ha disminuido sistemáticamente, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿cómo podemos revertir esta tendencia y volver a ser protagonistas en el escenario económico global?
En el sector privado, hemos reiterado la necesidad de reducir la carga impositiva para estimular la inversión, mejorar la certeza jurídica y simplificar el sistema de permisos, siempre en un marco de respeto y diálogo con las autoridades. Sin embargo, hemos hecho más que plantear críticas. Hemos presentado propuestas técnicas detalladas, participado activamente en sesiones del Congreso y convocado a mesas de trabajo para buscar soluciones. Sabemos que la clave está en definir una visión país ambiciosa: debemos volver a crecer a tasas superiores al 4%.
Es fundamental que abordemos esta coyuntura con un claro sentido de urgencia, pero sin caer en el pesimismo. Celebrar el simple hecho de evitar una recesión este año o el anterior no es suficiente. Necesitamos un esfuerzo conjunto para despertar de la inercia y aprovechar las oportunidades que tenemos ante nosotros.
Chile posee ventajas únicas en sectores estratégicos para la transición energética, como el cobre, el litio, el hidrógeno verde y las tierras raras, y servicios que sirven a dichas industrias. Estas ventajas pueden convertirse en motores de crecimiento si logramos resolver de manera estructural los obstáculos regulatorios, institucionales y burocráticos que hoy desalientan la inversión.
En un contexto global de alta incertidumbre, Chile tiene la posibilidad de destacarse como un destino seguro y atractivo para el capital, siempre que podamos ofrecer un entorno competitivo y estable. Esto implica no solo ajustar nuestras políticas impositivas para alinearlas con el promedio de la OCDE, sino también avanzar en reformas que modernicen y mejoren la eficiencia del Estado, flexibilicen el mercado laboral y refuercen la seguridad para familias y empresas.
Desde la sociedad civil, creemos que es momento de plantear un nuevo pacto para el crecimiento económico y social. No podemos conformarnos con tasas de crecimiento por debajo del 2%. Tenemos el talento, los recursos y la capacidad para hacer de esta década una oportunidad para retomar el camino del desarrollo.
En lugar de resignarnos a repetir el bajo crecimiento de la última década, invitamos a todos los sectores a trabajar juntos para recuperar la inversión productiva y crear empleos de calidad. Chile puede y debe aspirar a más. Con una visión compartida y un compromiso real de todas las partes, podemos superar los desafíos actuales y construir una economía más robusta e inclusiva para el futuro.