Un amigo me dijo que si él fuera más “canuto”, creería que Trump es el Anticristo. Me reí y le dije que al menos pinta de malo no le falta. Así es, el presidente Trump no cae bien, y por efecto halo, parece malo también. Si partimos por lo que prometió, y que está cumpliendo al pie de la letra (cosa poco vista en un político), que fue poner siempre y en todo lugar a los Estados Unidos primero, se entiende perfectamente el sentimiento que provoca en el resto del mundo. Si vamos por lo que representa Trump: negociador duro, que se sale con la suya troleando, arrogante, creído, etc.; llega a ser repulsivo para muchos.

Los comportamientos de Trump son incomprensibles en el fondo y feos en la forma. La solución rápida e instantánea para terminar con la disonancia cognitiva que provoca es asumir que el hombre es malo o que no sabe. Lo primero no tiene arreglo y lo segundo requiere educarlo, como lo haría un universitario mantenido por su exitoso padre, que después de una clase de finanzas llega a casa a darle cátedra sobre cómo conducir sus negocios. Las lecciones de economía 101, dictadas tanto por políticos como economistas de todo el mundo, sobre lo negativo que es su proteccionismo y cómo este destruye valor, me recuerdan a Charlie cuando decía que el hombre joven conoce todas las reglas y el viejo, las excepciones. Trump es viejo y zorro, y quizás malo también. Ser impredecible y no jugar by the book ha sido su vida, y no lo va cambiar justo ahora, cuando es por lejos el hombre más poderoso del planeta. Además, algo de ese orgullo tirado a bullying es lo que los americanos eligieron para la vida de ellos también: ser reconocidos por el mundo por lo que son, el país más exitoso y poderoso del planeta. Cosa que por lo demás está ocurriendo rápidamente. Es como si todo el planeta ya lo hubiese sabido hace mucho tiempo, pero nadie quería que los americanos se enteraran e hicieran exigible ese activo.

¿A qué está jugando Trump? No sé, pero como hacemos los columnistas, voy a especular. Me parece que el presidente Trump está en ese grupo reducido de personas (me incluyo, a mucho pesar) que cree que un conflicto USA-China es casi inevitable, tal como lo fue de casi inevitable el conflicto USA-URSS durante la Guerra Fría, prevaleciendo el “casi” por un pelo. Conflicto que se dará en todos los frentes: militar (proxy o no proxy), económico, tecnológico, etc. Conflicto que se acabará con un claro vencedor, o más probable, con claras esferas de influencia para cada uno, tipo Tratado de Tordesillas.

Por mientras, veo a Trump acumulando cartas para la partida. Cartas económicas, militares, geopolíticas, todas suman, y todas son transables (sacrificables). Y a diferencia de los profesores de economía, para quienes el fin último es el correcto funcionamiento de los mercados, por lo cual medidas proteccionistas son anatema; para Trump, eso no sería más que otra carta que puede jugar.

En un mundo en conflicto entre número 1 (USA) y número 2 (China), mantener a raya a número 3 (Rusia) con concesiones y/o amenazas, como tirar a Zelensky a la línea del tren, puede ser útil. Si número 2 se anexa Taiwán, haber forzado previamente a la empresa taiwanesa que fabrica casi 2/3 de los semiconductores que venden otras (Nvidia, etc.) a montar operaciones en los Estados Unidos, también. Todo útil mientras sea útil; si el mundo cambia, Trump cambia también. En este juego de poderes, todos los demás (incluyendo Europa) pasamos a ser en caso de emergencia carne de cañón. Al final, una negociación la gana aquel al que menos le importa/duele perder una carta.

¿Qué podemos hacer? Supongo que nada. Sólo observar esta nueva “Pax Americana” como lo haría cualquier país chico del fin del mundo, bien de lejos. Calladitos nos vamos a ver más bonitos.