Una empresa que en diez años prácticamente no ha incrementado su patrimonio, de US$ 10,1 mil millones en 2012 a US$ 10,9 mil millones hoy, aun recibiendo aportes de capital por US$ 3 mil millones de su accionista durante el período.
Una empresa que hace diez años tuvo utilidades por US$ 4 mil millones y en los primeros nueve meses de este año acumula apenas US$ 0,5 mil millones, aun con un precio de venta de su producto semejante al de entonces, y facturando más o menos lo mismo que entonces.
Una empresa que va camino a ninguna parte (o a la irrelevancia si prefiere), pero que ha pagado, sin embargo, interesantes dividendos: de los US$ 7 mil millones que ha reportado como ganancias durante esta década, US$ 5 mil millones han ido al bolsillo de su accionista ¡Es plata!, dirá usted. ¡Tengo mis dudas!, digo yo. Las ganancias reportadas siempre están “por ver”, y en este caso eso ocurre como en pocos. Si bien contablemente “ganó” US$ 7 mil millones, financieramente “perdió” US$ 1 mil millones en el período. Me refiero al siempre olvidado Flujo de Caja Libre, del cual, las ganancias reportadas pueden diferir brutalmente en el corto plazo, pero en la vida útil de un negocio, deben ser iguales. Diez años no es la vida útil de un negocio, pero tampoco es el corto plazo.
El Flujo de Caja Libre de esta empresa (“libre” porque el dueño se los puede llevar para la casa sin afectar el negocio) en vez de ser los US$ 7 mil millones ganados, o los US$ 5 mil millones repartidos, fue -US$ 1 mil millones. Al flujo operacional le faltaron US$ 1 mil millones para cubrir las inversiones (Capex), y obviamente faltó el total de los US$ 5 mil millones que repartió a su accionista. ¿De dónde salió la plata entonces? De donde siempre sale cuando falta, de más deuda. La empresa incrementó su deuda financiera desde US$ 10 mil millones en 2012 a US$ 17 mil millones hoy.
¿Está mal que el accionista se haya llevado la plata para la casa? Depende. Si yo fuera el accionista de esta empresa y veo que el retorno promedio sobre el patrimonio de los últimos diez años ha sido un flojo 3% anual, sin duda me pongo de pie en la junta de accionistas para exigir distribución total. El costo de cualquier cosa es el costo de oportunidad, y el mío es más que el 3%. Pero, por otro lado, si veo que para pagarme el dividendo la empresa se tiene que endeudar como ocurrió en este caso, me pregunto, ¿no será mejor que me endeude yo directamente? Al final del día, ese dividendo que recibo, que no proviene de caja generada por el negocio, no es más que un préstamo para el cual dejé como garantía la misma sociedad.
A estas alturas usted ya sospecha cuál es la empresa detrás de la “inversión que no puede rechazar”. La empresa es Codelco, y el accionista es el Fisco, y de ahí la única razón por la cual usted no la puede rechazar, aun cuando sea un sinsentido tenerla. El sinsentido es en el rol de accionista que tiene el Fisco, no en su rol de recaudador de impuesto, que seguirá desempeñándolo mientras se mantenga la empresa en su condición pública o sea privatizada. Lo triste es que el Fisco está lleno de sinsentidos financieros como éste (aunque otros, no éste, sí cumplen un rol social): empresas que se endeudan con acreedores que saben que el negocio no rinde, pero que su accionista, el Fisco, siempre podrá servir esa deuda extrayéndola del bolsillo de todos nosotros.
La historia de SQM es casi la opuesta que la de Codelco en esta década, pasando de ganar US$ 0,6 mil millones en 2012 a US$ 2,8 mil millones en lo que va de este año. Entiendo que el gobierno se encandile con esto y quiera copiarlo a través de una Empresa Nacional del Litio, pero debe recordar que lo que el sabio hace al principio, el no-sabio lo hace al final. Y el final, para quien minimiza el muy difícil negocio de crear valor (que el valor percibido por el cliente sea mayor que el precio pagado y éste mayor que el costo), es el fracaso.