La medición de la tasa de desempleo para el mes de septiembre no dejó a nadie indiferente. El 9.0% entregado por el INE encendió las alarmas, aunque la compleja situación del mercado laboral se arrastra desde hace varios meses. A saber, la tasa de ocupación es una de las más bajas de la región mostrando un rezago de casi tres puntos porcentuales respecto de la de inicios de 2020. Así, para tener la tasa de ocupación que había antes de la pandemia faltan 450 mil empleos, que de no mediar cambios en las políticas económicas se podría lograr recién a finales de 2026. Si a esto se agrega una tasa de desempleo juvenil sobre el 22%, la severa crisis de la educación, y los pronósticos de crecimiento para el cuatrienio del gobierno actual de 1,9%, las cifras de empleo son definitivamente alarmantes.

Sin embargo, algunos han insistido que esta alza del desempleo se debería a factores estacionales. Pues bien, es efectivo que la tasa de desempleo tiende a subir en los meses de invierno por una caída cíclica de la actividad económica. Sin embargo, las cifras del INE con ajuste estacional muestran un alza en la tasa de desempleo de dos puntos, aún después de corregir por dichos factores estacionales. Si a eso agregamos la evidencia proporcionada por el Banco Central respecto del descenso de la importancia del trabajo al crecimiento del PIB tendencial no minero (de 1,4 a 0,7 puntos) para el período 2023-2032, probablemente enfrentaremos una década compleja para el mercado laboral con una tasa de desempleo natural mayor que la observada los últimos años.

¿Pesimista dirá Ud.? Realista informado diría yo. Como muestra un reciente estudio que realizamos en el Instituto de Economía UC, los países de América Latina y el Caribe ya recuperaron su tasa de participación, de ocupación y de desempleo que tenían previo a la pandemia. Sin embargo, en nuestro país la oferta de trabajo está muy deprimida y qué decir de la demanda. En el estudio se muestra que los avisos laborales caen desde 2015, producto de la deprimida actividad económica de los últimos 10 años. El desempleo sube continuamente desde 2014 y las remuneraciones reales se desacoplaron definitivamente de su crecimiento tendencial en 2020. Un cóctel amargo.

Columna de Tomás Rau: “Estacional y estructural: ¡problema cardinal!”

Mi colega David Bravo habla de una emergencia laboral no declarada. Es una hipótesis plausible. Pero también puede ser que estemos ante un nuevo equilibrio de la economía chilena, con menos empleo, es decir, con un mayor desempleo estructural. De ser así, el problema es cardinal como sugiero en el título de esta columna. Un país donde apenas un 55% de su población en edad de trabajar tiene empleo, estará condenado a la mediocridad económica a menos que la productividad de quienes trabajen logre un salto cuántico, cosa bastante improbable. ¿Quién será el Oppenheimer que nos enseñe de saltos cuánticos como en los Estados Unidos de los años 30s? Ofrezco la palabra.

Emergencia o no, la situación del mercado laboral es bastante crítica. Con cerca de 900 mil desempleados y casi un 45% de las personas en edad de trabajar sin un empleo, debemos dejar el discurso de la resiliencia y tomar acciones urgentes para volver a crecer y destrabar el mercado laboral (no hay mejor política para el empleo que el crecimiento económico). Si no, seguirá más vigente que nunca aquella estupenda canción ochentera de Los Prisioneros que decía: “cuando vino la miseria los echaron, les dijeron que no vuelvan más; los obreros no se fueron, se escondieron, merodean por nuestra ciudad: las industrias. ¡Muevan las industrias!”.

El autor de la columna es profesor titular y director del Instituto de Economía UC