Cómo entender las cifras de inversión extranjera en Chile
El 2023, la economía chilena recibió US$ 21.730 millones de inversión extranjera directa, la cifra más alta desde 2015. Si bien el incremento es una señal de “confianza”, los expertos sugieren cautela al mirar los flujos: sólo una parte aumenta la capacidad de crecimiento de la economía y generar empleos. La mitad corresponde a participaciones en capital de empresas y la otra, a reinversión de utilidades, un 40%, y deuda relacionada. El verdadero termómetro del dinamismo de la inversión local está medido en la llamada Formación Bruta de Capital Fijo, cuyas cifras el último año muestran un fuerte deterioro.
“Buenas noticias para Chile”, fue una de las últimas alusiones del Presidente Boric al referirse al récord que han mostrado los flujos de inversión extranjera. Pese a que hay coincidencia sobre la señal de “confianza” que envuelven esas cifras sobre la economía chilena, los expertos llaman a la cautela, dado el limitado alcance que puede tener sobre la capacidad de crecimiento de la economía.
Según una revisión reciente del Banco Central a las cifras de inversión extranjera directa (IED) de los últimos dos años, los flujos por este concepto llegaron a US$21.738 millones en 2023, un alza de casi el 20% en relación con el año previo. El 2022 también fue revisado, pero a la baja: llegó a US$18.327 millones.
Si bien InvestChile, la agencia pública que promueve la inversión extranjera, estima que el alza está influenciada por la revisión a la baja en la base de comparación, destaca que el registro de 2023 es la cuarta cifra en importancia de los últimos 20 años.
Según define el Banco Central (BC), la IED registra las inversiones de una entidad en otro país para influir o controlar la gestión de su inversión, lo que implica una relación de largo plazo. “La inversión directa es una categoría de la inversión transfronteriza, donde el inversionista residente en una economía ejerce el control o un grado significativo de influencia sobre la gestión de una empresa residente de otra economía. En la práctica, esto se cumple cuando el inversionista posee, al menos, el 10% del poder de voto”, precisa el Banco Central ante la consulta de Pulso. “Si un inversionista directo neozelandés del rubro lácteo invierte en una empresa receptora chilena, estableciendo influencia significativa o control de ella, se trata de una operación de IED desde el exterior”, ejemplifica un reciente estudio del mismo BC.
La IED en Chile tiene tres variables. La primera es la de participaciones en el capital: inversiones o desinversiones de inversionistas extranjeros en empresas residentes en Chile, bajo el criterio del 10% del poder de voto. “En Chile, estas inversiones corresponden principalmente a la compra o aportes a empresas ya existentes”, explica el instituto emisor.
Un agente de mercado explica que el piso del 10% del poder de voto busca que haya un horizonte largo de compromiso del mismo inversionista y su capital en la empresa gestionada. De lo contrario, esos flujos corresponderían, por ejemplo, a una inversión de cartera, que no está contabilizada en la IED.
También componen los flujos de IED las utilidades reinvertidas, las que son “utilidades no distribuidas de empresas chilenas receptoras de IED, que corresponden a la diferencia entre las utilidades devengadas de las empresas y los dividendos remesados a sus inversionistas en el exterior”, explica el BC.
Una execonomista del Banco Central explica que la reinversión -o la retención de utilidades- no solo se destina a aumentar la capacidad productiva, sino también apunta a ser un colchón de ahorro para las empresas o ser utilizado en la renovación de equipos y tecnología y así, por ejemplo, recuperar parte del stock de capital depreciado en el tiempo. “Esto conlleva a que no necesariamente una mayor IED por este concepto se destine a aumentar la capacidad productiva de la empresa y se traduzca en mayores empleos”, añade.
Otro economista explica que las empresas extranjeras tienen incentivos para no repatriar sus utilidades dado que pagan un impuesto adicional por esa salida, del 35%, versus el impuesto a las empresas, del 27%. “Esa plata puede estar en una cuenta en Nueva York, no necesariamente es inversión. Igual es buena noticia que lo hagan, porque significa que tienen proyectos futuros más rentables que llevarse el dinero”, analiza.
Por último, están los instrumentos de deuda, los que son préstamos netos recibidos de parte de acreedores relacionados extranjeros, ya sea de la empresa controladora extranjera o de otra entidad del mismo grupo empresarial.
El año 2023, las participaciones en el capital llegaron a US$10.704 millones (similar al registro anterior), con casi el 50% de la inversión extranjera en Chile; seguidas de la reinversión de utilidades, con el 40% y US$8.844 millones (US$7.707 millones en 2022) y en tercer lugar, la deuda relacionada, con US$ 2.189 millones, que fue un 10% (US$221 millones en 2022).
El economista y socio de Gemines, Alejandro Fernández, cree que es necesario mirar con cuidado las cifras de IED, ya que no necesariamente apuntan a elevar la capacidad productiva de la economía y a generar empleos. Este último tipo de inversión productiva, añade Fernández, esta contabilizada en la llamada Formación Bruta de Capital Fijo.
“Si viene un inversionista chino y se compra otra parte del sistema de transmisión eléctrica en Chile, eso es un signo de confianza en el país porque están dispuestos a meter su dinero ahí, pero no están creando nada nuevo, simplemente están sustituyendo al dueño anterior. La IED está contabilizada en la balanza de pagos como un flujo que entró al país, pero no necesariamente es inversión (productiva)”, precisa el economista de Gemines.
“Si bien los flujos de inversión directa pueden financiar la creación de nuevas empresas o proyectos que buscan incrementar la capacidad productiva de una empresa existente, éstos no siempre obedecen a ese tipo de objetivos. También pueden ser respuesta a decisiones meramente financieras que no inciden directamente en la economía real, tales como aumentar el porcentaje de participación de un inversionista en una empresa existente o traspasar la propiedad de una empresa local a un no residente”, complementa el Banco Central. Esto último ocurre con frecuencia: en 2023, el grupo neozelandés Fonterra vendió Soprole al grupo peruano Gloria. O en 2018, la china Tianqi compró el 24% de SQM a la canadiense Nutrien.
Fernández también explica que los cambios propiedad de empresas chilenas que ocurren fuera del país no son contabilizados en la cuenta de la IED, ya que ese flujo no ingresa al mercado nacional. “Todas las operaciones tienen distintos matices, pero su contabilización en el IED depende mucho de si ese flujo por el cambio de propiedad entró o no a Chile”, sostiene otro agente del mercado.
Inversión productiva
A diferencia del IED, la llamada Formación Bruta de Capital Fijo (FBCF) corresponde al gasto de residentes o no residentes que tiene como fin aumentar la capacidad productiva de la economía.
Este indicador, que es el verdadero motor del crecimiento económico, ha tenido un pobre desempeño durante el último año. El BC proyecta una caída de 2% para 2024 de esta cifra.
“La FBCF es una de las variables de destino de la producción de la economía. Comprende el valor de las compras menos las ventas de activos fijos producidos efectuados por el productor durante el período contable, más ciertas adiciones al valor de los activos no producidos realizadas por las actividades económicas (...) Los principales activos considerados en la FBCF son viviendas; edificios no residenciales y obras de ingeniería -incluyendo grandes mejoras de los terrenos-; y maquinaria y equipo. También se incluyen recursos biológicos cultivados y productos de propiedad intelectual adquiridos de terceros y desarrollados por cuenta propia”, explica el Banco Central.
El socio de Gemines precisa que la FBCF ha tenido un “flojo” desempeño durante el último tiempo, lo que deteriora la capacidad de crecimiento de la economía chilena. “Ha habido un evidente aumento de costos para las empresas que le quitan rentabilidad a los proyectos, sumado a los problemas de seguridad por los que atraviesa el país, lo que obliga a gastar más en ese tema. Se ha vuelto complicado invertir en Chile porque la inseguridad y otros temas”, concluye Fernández.
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