Cómo opera el mercado del aceite en Chile

Cadena de producción de aceite de girasol. Foto: AP

Más del 90% del aceite que se vende en Chile es importado. El país no produce las variantes más consumidas: ni el de soya ni el de maravilla. Argentina y Canadá son nuestros principales abastecedores. El valor de compra desde la primera de esas naciones ha aumentado más del 40% en un año. E internamente, el precio en el retail ha subido más del 35% en un mes. Los productos propios de los supermercados representan más de la mitad de la industria, una que se ha convertido en el símbolo del fuerte incremento del precio de los alimentos.


Nunca antes se había visto un alza de esta envergadura. Si hace un año el valor de un litro de aceite de comer bordeaba los $1.800, hoy puede superar los $3.500. De hecho, la consultora Oilworld -el referente de la industria- da cuenta que en el último mes los precios internacionales de los aceites de soya, girasol y canola crecieron en 14%, 58,2% y 22,4%, respectivamente. Por su parte, el índice de precios de aceites vegetales de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) se situó en 202 puntos en febrero pasado, cuando nunca había superado la barrera de los 200.

De esta forma, el aceite se ha transformado en uno de los símbolos de la escalada de los precios de alimentos en el mundo y en Chile; uno que llevó a un grupo de parlamentarios locales a ingresar una denuncia ante la Fiscalía Nacional Económica (FNE) para que investigara este mercado. La Odecu (Organización de Consumidores y Usuarios de Chile) solicitó lo mismo, e incluso el ministro de Agricultura, Esteban Valenzuela, alzó la voz: “La FNE debiera en general investigar estas áreas en las que se han disparado los precios”, señaló.

El organismo antimonopolio tiene 60 días para recabar antecedentes y ver si declara admisible la denuncia. Contactada, la FNE aseguró que no se referirían al tema. Fuentes del sector agroalimentario afirman que a la fecha la entidad no les ha solicitado información alguna respecto a este producto: una industria que mueve más de US$600 millones anuales y en la cual el país es, básicamente, importador.

País tomador de precios

En Chile se consume del orden de 184 mil litros de aceite anualmente. Se trata de unos 31,1 litros por hogar, según datos de Euromonitor. De la ingesta total, más del 60% corresponde a aceite de soya. Le sigue el aceite de girasol o maravilla, con un 25%. Luego, el aceite de oliva, y finalmente el de canola.

Los dos primeros se importan prácticamente en su totalidad. Más del 90% es comprado al exterior -el país sólo produce aceite de oliva y algo de canola-, y es ahí donde radica gran parte del alza, dicen en el sector.

En Odepa dan cuenta que en 2021 ingresaron al país 447 mil toneladas del producto; 142 mil de ellas de soya, y el resto distribuidas básicamente entre canola y maravilla. “El aceite vegetal es un producto commodity, sujeto al comercio exterior”, indican.

El incremento en el precio comenzó a evidenciarse en marzo del año pasado, bastante antes de la guerra en Ucrania. Según Oilworld, en un año el aceite de soya aumentó su valor internacional en un 43,9%; el de girasol en 47,9%, y el de canola, en 65%. De hecho, en 2021 el producto subió un 18,1% en el país, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Y este 2022, el aceite vegetal acumula un avance del 12,3%, y del 32% en 12 meses.

“En los últimos dos años los insumos para su producción han tenido un alza sostenida, debido a factores como los costos de transporte y la energía, la mayor demanda, el incremento del dólar y la sequía que afecta a muchos países productores”, explica el presidente de AB Chile, Gonzalo Uriarte. Añade que “Chile es un país esencialmente importador de aceite, cuestión que hay que tenerlo claro a la hora de buscar causas del incremento del valor”.

Los principales países de origen del producto consumido en Chile son Argentina y Canadá. En la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA) estiman que el 84% del aceite de canola proviene de este último mercado, cuya producción se vio afectada por una sequía importante el año pasado; y un 95% del de soya y un 98% del de maravilla vienen de la nación vecina. De hecho, el país transandino es el primer exportador de aceite de soya del mundo. Y si bien desde la Cámara de la Industria Aceitera Argentina han indicado que el abastecimiento de aceite está asegurado, el consumo interno es la prioridad. Sólo en febrero, la cotización de las exportaciones del poroto de soya -de donde se extrae el aceite- y de la harina de soya se elevó un 9%. El aumento del precio del aceite fue del 4%, según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario. El registro de Odepa revela que el aceite de soya crudo de exportación desde Buenos Aires, pasó de US$1.209 a US$1.760 la tonelada en un año, y el de maravilla desde la misma plaza, de US$1.542 a US$2.217 la tonelada, avances superiores al 40%.

En enero -indican en el sector- una de las principales plantas aceiteras de Argentina debió paralizar por Covid, lo que ya generó una menor oferta.

Y la guerra vino a complicar aún más el panorama. Ucrania y Rusia son los principales proveedores mundiales de canola, y además representan el 52% del mercado mundial de exportación de aceite de girasol. Ambos mercados hoy están prácticamente cerrados por el conflicto bélico, lo que redunda automáticamente en una menor oferta del producto ante una demanda creciente, golpeando directamente sus valores. Es que -señala un actor de la industria- al no poder exportar ellos a Europa, la demanda de este continente se vuelca a otros países tales como Argentina y Brasil, empujando la cotización al alza. “Los argentinos probablemente han privilegiado el mercado europeo y, por ende, sube el precio, por un tema de incertidumbre”, enfatiza el jefe del Departamento de Estudios de la SNA, Francisco Gana.

Según el registro de precios de Odepa, hace exactamente un mes, el aceite de maravilla costaba $2.546 el litro en Chile. Hoy está a $3.624, un avance del 42%. El aceite vegetal, en tanto, saltó de $2.300 a $3.122, un 35%.

Una situación de alzas que, como ya se señalaba, no ha sido exclusiva de nuestro país. Según el índice de precios, bienes y servicios mundial elaborado por Global Product Price, de un total de 89 naciones en la categoría de aceites de cocina, Chile aparece en el lugar 40, con un valor de US$2,89 el litro en marzo, bastante más abajo que la líder, Sudáfrica, con un precio de US$5,20, o de países latinoamericanos como Colombia y Ecuador, con el litro a US$4,97 y US$4,31, respectivamente. Argentina anota el menor valor del listado: US$1,53. La nación transandina acaba de renovar la política de Precios Cuidados hasta el 7 de julio, una iniciativa que fija valores en más de 1.300 productos de consumo masivo, entre ellos el aceite.

En la industria sostienen que Chile es solo un tomador de precios. Que si se suma el incremento a nivel internacional, la complejidad de los fletes y el fuerte avance del dólar, la situación no puede ser distinta. Además, precisan que “todos los alimentos han subido de manera importante, no es algo exclusivo del aceite”.

“Al estar en un mundo plenamente conectado, gran parte del incremento en el precio del aceite se debe a factores externos. A nivel local, el principal factor del avance de todos los productos es la inflación, cuyas causas ya han sido suficientemente descritas por los especialistas”, indica Uriarte.

La cadena al consumidor se complica

La ruta es así: las cadenas de supermercados y las marcas importan el aceite directamente. Ya listo. Viene envasado a la góndola, y luego al consumidor final.

Más de la mitad del aceite comercializado dice relación con las marcas propias de los supermercados. Se estima que el actor más relevante en esta materia es Walmart, con un 35% de las ventas en volumen y el 27% en valor. Las otras cadenas tendrían porcentajes menores: Cencosud, del orden de 10%; y SMU y Tottus, una participación de un dígito.

Por marcas, cifras de Euromonitor dan cuenta de que el principal competidor es Watt’s. De hecho, su marca Chef aparece con el 10% de las ventas en valor, y Belmont, con el 6,9%.

La segunda compañía en importancia es la argentina Aceitera General Deheza SA. En el país vecino concentra el 29,35% del mercado interno de aceites vegetales. En Chile, su marca Natura capta el 8,1% de las ventas.

Tras ellos, está la filial chilena del grupo Nutresa, Tresmontes Lucchetti.

Hoy, esas compañías compran el aceite de soya y maravilla a empresas en Argentina que hacen todo el proceso y envían el producto terminado por camión a Chile. Y es ahí donde -aseguran varios contactados- se ha dado un terremoto perfecto, que solo ha presionado los precios.

El costo del transporte desde ese país no solamente ha aumentado en dos dígitos, sino que, además, existe escasez de este. Ello se suma a la escalada que ha tenido el dólar -en un mes se ha elevado un 6,4%-, el incremento del petróleo y un fuerte aumento de la demanda tanto local como internacional. Desde Argentina, por normativa de la industria, sólo pueden salir 20 camiones de aceite al día; un monto bajo para un contexto donde dos de los principales países productores están cerrados por la guerra. “La competencia por quedarse con esa producción es constante, y puede ser más rentable venderles a otros mercados”, señala un retailer. “Nunca habíamos vivido algo así. No hay transporte para todo el aceite que necesitamos”, añade otro.

Y además no hay certezas. Si antes los retailers podían negociar los contratos con los abastecedores a largo plazo y tener un costo estable, hoy prácticamente se negocia cuando se sube la mercadería al camión. La fluctuación del dólar hace que no haya ningún proveedor en el país que venda aceite para más de un mes, porque si se quiere adquirir más volumen se debe volver a cotizar. En una compañía confidencian que hace un tiempo les actualizaban las cotizaciones dos a tres veces por semana. “La volatilidad del dólar hace imposible amarrar contratos por más tiempo”, afirman desde una firma local. Agregan: “Eso hace que el distribuidor nos vaya subiendo los precios constantemente, de un día para otro”.

La semana pasada hubo un paro nacional de transportistas al otro lado de la cordillera. Se paralizaron todas las exportaciones de alimentos por cuatro días, y el principal afectado fue el aceite. Reclamaban alzas en el valor del flete por el aumento del diésel. Según la prensa transandina, el precio del transporte de carga en Argentina en febrero rondaba los US$17,3 por tonelada para un recorrido de 151 kilómetros, y en marzo ya estaba en US$21,6. La huelga terminó el 15 de abril, tras lograr un incremento del 20% en sus fletes, encareciéndose aún más la cadena.

Dado todo lo anterior, el margen de los retailers para el aceite se ha reducido de manera importante. Hoy es de un dígito. Y dada la escasez, en varios comercios reconocen estar priorizando la venta de sus marcas en ciertos locales, ya que hoy es complejo tener producción para distribuir en toda la cadena. Y no sólo existe escasez en este producto, también estaría evidenciándose en la harina y, en general, en todos los derivados del trigo, una materia prima donde Rusia y Ucrania representan el 30% de las exportaciones mundiales.

En el sector no ven que el precio del aceite pueda estabilizarse en el corto plazo. Buscar países abastecedores alternativos a Argentina es complejo y sólo elevaría los costos, ya que además de tener que trasladar el producto por tierra, habría que sumar la vía marítima. Pese a ello, todos los contactados coinciden en estar viendo la forma de hacer frente a la demanda. Formatos más pequeños o nuevos empaques podrían ser parte de la fórmula para sortear la crisis del aceite.

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