La empresa italiana Sicit Group, una de las más importantes en el mercado de bioestimulantes de origen animal para el mundo agrícola a nivel mundial, estaba buscando algo diferente. Controlada por NB Renaissance e Intesa Holding, desde su sede en la pequeña ciudad de Arzignano (provincia de Vicenza), sus ejecutivos decidieron que era la hora de ingresar a este tipo de productos, pero de origen vegetal. Y el foco estaba puesto en el mar. Tras realizar una evaluación exhaustiva de distintos extractos de algas del mundo, llegaron a la conclusión de que la startup chilena Patagonia Biotecnología (PatBio) era la mejor opción, por calidad, oportunidad y su enfoque hacia la sustentabilidad. El jueves 25 de mayo adquirieron el 51% de la firma.

La historia de PatBio partió en el siglo pasado. Rebeca Gálvez es de nacionalidad guatemalteca y estadounidense, pero vivió en Chile en su época escolar. Luego viajó a Estados Unidos para estudiar en la Universidad de Yale. Pero el fallecimiento de su padre -quien recién había formado la empresa Pesquera Atitlán, en la Región del Biobío- la hizo volver a Chile en 1988. “Discutía mucho con él sobre la poca sustentabilidad de esa industria. Pero otra cosa en con guitarra. Luego de su fallecimiento, tuve que hacerme cargo de la empresa”, recuerda Gálvez. Alcanzó a titularse en Bachillerato en Artes y justo había sido admitida en un doctorado en neurofisiología, el que tuvo que abandonar para cambiar la academia por el emprendimiento. “Al llegar a Chile era la única mujer en la zona en ese rubro. Incluso, ni siquiera podía subirme a un barco porque había una superstición de que traía mala suerte”, agrega.

Ya con el timón en sus manos, ejecutó varias innovaciones y fue pionera en refrigerar un barco y mandar jurel congelado a Cuba, pero decidió vender la compañía cuando surgió el sistema de cuotas de pesca (2001). Con toda la experiencia, fundó la empresa de servicios navieros Río Dulce, en la ciudad de Quellón (Región de Los Lagos), que el 2011 se la vendieron a una empresa salmonera. “Sentimos que fuimos grandes promotores del cambio en el cultivo del salmón, haciéndolo más sostenible, desarrollando un sistema menos contaminante que las jaulas de engorda”, dice.

Junto a su amigo David Hockley buscó otras posibilidades, pero siempre ligados al mar: entonces comenzaron a desarrollar un bioestimulante para la agricultura en base a algas marinas. Hockley es un británico licenciado en física electrónica y fue un alto ejecutivo del Royal Bank of Canada en Londres; luego fundó y administró Wilton Investments, dedicada a brindar servicios de administración de fondos de personas de alto patrimonio en Chile. Fue en ese período en que conocieron a Claudio Fernández, hoy es el gerente comercial de PatBio, y al empresario agrícola y científico portovarino Marcelo Brintrup. Este último había sido discípulo del profesor chileno de origen suizo, Gotardo Schenkel, quien en la década de los 70 daba conferencias por todo el mundo acerca de la importancia de la sustentabilidad en el suelo. Según Gálvez, fue Fernández quien vio el alto potencial que tenía el producto. Los cuatro son los cofundadores.

Los bioestimulantes son sustancias que ayudan al crecimiento y desarrollo de las plantas, además de mejorar su metabolismo, haciéndolos, por ejemplo, más resistentes ante condiciones adversas, como sequías o plagas, algo clave para la agricultura. Existen de varios tipos, desde químicos, basados en microorganismos, y otros que provienen de las algas, como el caso de esta startup. Los desarrollados por PatBio provienen de cuatro especies, donde la principal es macrocystis pyrifera, conocida popularmente como “huiro”.

Hasta el año pasado, las algas se extraían en convenio con pescadores artesanales de Corral (Región de los Ríos) sin producir, aseguran, daños ambientales: se cortan más arriba de la raíz para que vuelvan a crecer. Pero dado el crecimiento que viene, desde este año ya están produciendo algas cultivadas en Chiloé. Su planta principal y oficinas centrales están en Río Chico, una localidad rural a pasos de Puerto Montt. Sus principales productos son Fertum y Fartum.

Pero hay algo que destaca Gálvez: “La sustentabilidad en el proceso de extracción, tratamiento y manejo ha sido clave desde el principio. Nuestros productos son orgánicos, pero a la vez altamente eficientes, que es algo de lo que siempre nos hemos preocupado”. Patbio es una empresa B certificada y Gálvez es parte del selecto grupo Emprendedores Endeavor.

Actualmente, tienen cerca de 300 clientes en Chile, que van desde grandes empresas agrícolas exportadoras hasta pequeños agricultores. Sus bioestimulantes se utilizan por ejemplo para las uvas de mesa y el sector vitivinícola. También para la producción de arándanos, cítricos, paltos, avellanos, nogales, papas e incluso cultivos tradicionales y pastizales.

“Al principio sacrificamos mucho el crecer rápido, por lograr un buen producto. Pero ya tenemos una línea de productos consolidada. Además, creo que tuvimos mucha suerte con la pandemia, porque la gente siguió alimentándose y los productos agrícolas tuvieron un gran crecimiento, lo que significó tremendos desafíos, especialmente hacia nuestros clientes en el extranjero”, señala Gálvez. Esto, ya que, aparte de Chile, los productos de Patbio se venden en Ecuador, Perú, California y ya están aterrizando en México. Además, tienen patentes en Chile, EE.UU. y Canadá.

El año pasado facturaron cerca de US$5 millones y proyectan un crecimiento anual de entre el 30% y el 40%. Especialmente ahora, que acaban de anunciar que el grupo italiano Sicit Group adquirió el 51% de la propiedad de PatBio en un monto no revelado, pudiendo llevar sus productos a más de 80 países. “Desde hace años buscábamos un efecto multiplicador y gracias al apoyo de Endeavor nos hemos ido preparando. A Sicit lo conocimos originalmente como un potencial cliente y al ver la calidad de nuestros productos, tomó la decisión. Creo que las cosas se van dando cuando tiene que darse”, concluye la CEO de Patagonia Biotecnología.