Más allá del empleo femenino, la pandemia ha gatillado un sinfín de modificaciones en el quehacer diario de las mujeres de todas las edades, que hacen prever un retroceso sustancial de los avances recorridos. Y en esa oportunidad, ComunidadMujer extiende su gama de preocupación y advierte sobre el impacto de la pandemia en la deserción escolar y en el riesgo de mayor embarazo adolescente.

El Ministerio de Educación creó una mesa técnica para analizar la deserción escolar en esta etapa de Covid que concluyó con 15 propuestas centradas en apoyar a los niños con mayor riesgo de desconexión en su proceso de aprendizaje y que podrían no volver a reintegrarse a las clases en modalidad presencial. ComunidadMujer no quedó totalmente satisfecha con estas recomendaciones porque sólo se remitían al enfoque, el escolar, “careciendo de uno social, que aborde los factores de riesgo desde una perspectiva de género. Es especialmente preocupante la ausencia de la explicitación del embarazo adolescente como una problemática central”. Así lo señala en el boletín de este mes denominado “Prevenir la exclusión escolar con perspectiva de género para una reactivación sostenible” elaborado en el marco del proyecto “Red de Educación Digital” articulado por Fundación BHP Chile.

Entonces desde su mirada propone “adoptar un enfoque de gestión de emergencias” que contempla 16 iniciativas diferentes. Entre ellas se encuentra el otorgar ayudas económicas específicas para los hogares vulnerables con menores entre 15 y 17 años, “que sean capaces de sustituir los ingresos generados por el trabajo adolescente y resguardar sus procesos formativos”; remitir a las adolescentes entre 15 y 17 años que deseen trabajar a programas públicos de iniciación laboral que resguarden su continuidad escolar, similar al programa “Yo Estudio y Trabajo”, aplicado en Uruguay; e implementar campañas de concientización sobre la erradicación del trabajo infantil/ adolescente, pues “resulta fundamental enfatizar la sobrecarga de trabajo doméstico y de cuidado no remunerado que recae, especialmente, sobre las niñas y adolescentes”.

Paula Poblete, directora de Estudios de ComunidadMujer explica que si bien en el país existen programas de retención como la Beca de Apoyo a la Retención Escolar (BARE) para estudiantes de Educación Media más vulnerables, las evaluaciones han detectado dificultades para fijar el monto del beneficio y los criterios de focalización. “Las ayudas económicas que proponemos apuntan a evitar el trabajo adolescente remunerado. Aunque no hemos desarrollado los detalles de esta idea, creemos que es necesaria para contrarrestar las carencias que muchos hogares tienen y que ponen en riesgo la continuidad educativa de miles de niños y adolescentes”.

El estudio agrega que el 69,5% de quienes realizan trabajo infantil entre los 5 y 17 años pertenece al 40% de los hogares más vulnerables.

La pandemia aprieta más fuerte

El documento evita hablar de deserción aunque sea un concepto más instalado en la ciudadanía. “No hablamos de deserción sino de exclusión escolar. Y esto es tremendamente importante, porque no se trata de una decisión individual, libre y arbitraria por parte de los estudiantes, sino de un proceso social, con diversas normas y dinámicas, al que no se logran sumar, que les deja fuera” precisa Poblete.

Estas dinámicas, acota, se observan con mayor frecuencia en los estratos de menores ingresos fortaleciendo el círculo de la pobreza. Con base en la Encuesta CASEN 2017 se observa que la probabilidad de exclusión escolar es casi 5 veces mayor para alguien del primer quintil que del quinto, y en general hombres.

Pero la entidad advierte que la pandemia podría arrojar otros resultados: “planteamos la duda de si se seguirá manteniendo la tendencia de que la exclusión sea mayor para los hombres, puesto que hay situaciones de riesgo para las mujeres que ponen una alerta indicativa de que esto se podría revertir: exceso de trabajo doméstico y de cuidado no remunerado y embarazo adolescente” sostiene Poblete. No hay que olvidar que según la CASEN 2017, la probabilidad de ser madre adolescente en el primer quintil es 3 veces mayor que en el quinto, en efecto, un 36,4% de las mujeres de 12 años y más sin educación formal ha sido madre adolescente, versus un 9,9% de aquellas con estudios superiores.

Estos riesgos se suman a un contexto de vulnerabilidad que ha acentuado el ausentismo escolar por el cierre de colegios, crisis familiares, dificultad en el acceso a servicios de salud sexual y reproductiva, mayor informalidad laboral que al afectar la economía familiar también los expone al trabajo infantil. “Aunque todavía no se cuenta con las estadísticas oficiales del MINEDUC, lo que nos muestran los datos de estudios exploratorios, es que, para los niños, niñas y adolescentes más pobres, el conectarse a las clases online ha sido muy difícil, ya sea porque no tienen un computador, porque no tienen un buen plan de datos o porque no tienen un espacio adecuado dentro de su hogar. Esto es equivalente al ausentismo, se van quedando atrás en la comprensión de las diversas materias y se pierde el estímulo por continuar con los procesos de aprendizaje. El MINEDUC tiene evidencia de que en periodos donde las clases presenciales se han suspendido de forma prolongada, se genera más abandono” recalca la directora de estudios.

Directora de Estudios de ComunidadMujer

Un peor escenario

Si bien no hay cifras 2020, el documento contempla algunos estudios exploratorios como el la Encuesta “Experiencias educativas en casa de niñas y niños durante la pandemia COVID-19” de la U. de Chile, que señala que un 5,2% admitió alguna interrupción en la escolaridad del estudiante: un 2,5% declara que unos de los hijos ha abandonado sus estudios, pero continúa matriculado. Otra encuesta dirigida a los directores de escuelas en agosto, reveló que no se habían conectado con el 7,1% de sus estudiantes en el último mes, lo cual sería equivalente a más de 240 mil estudiantes a nivel nacional, y contactado en forma esporádica con el 15,4%.

Entre 2012 y 2019, el país logró avanzar sustantivamente en reducir la deserción, bajando la tasa de incidencia, de 3,7% a 2,2%, mientras que el número de alumnos que se desvincularon definitivamente del sistema educativo regular pasó de 110.573 y 65.827. Para el caso específico de las niñas la tasa cayó de 3,2% a 2,0%, y de 4,1% a 2,4% para los hombres en el mismo periodo. La mayor exclusión se produce en la Enseñanza Media, siendo 3° Medio el más grave con una tasa de incidencia regular de 6%: 6,5% en científico humanista (5,6% entre las mujeres y 7,5% entre los hombres) y 6,3% en técnico profesional (5,8% entre las mujeres y 6,7% entre los hombres).

El informe menciona que el Centro de Estudios del Ministerio de Educación ha proyectado que unos 81.099 estudiantes podrían haberse desvinculado del sistema educativo como consecuencia de la pandemia por COVID-19, lo que elevaría la tasa a un 5%.

Y si bien son los hombres los que en mayor medida dejan los estudios a medio camino, la especialista cree que la pandemia puede terminar impactando más fuertemente a las mujeres, y por eso abogan por políticas públicas con sesgo de género.

“Incluso hay sesgos menos visibles a los que hay que poner atención. Por ejemplo, en el caso del confinamiento pandémico, cuando se tiene un solo computador, un plan de datos acotado o un único espacio adecuado para estudiar con tranquilidad y hay dos hermanos, un niño y una niña ¿Se establece alguna preferencia por el hijo en vez de la hija? En muchas culturas la opción preferente por la educación de los niños es notoria. O bien a las niñas se las carga mayormente con responsabilidades domésticas y de cuidado que le quitan mucho tiempo para el estudio y el ocio. Eso no hay que desconocerlo, hay que tenerlo en cuenta para diseñar políticas”, remarca Alejandra Sepúlveda, directora ejecutiva de ComunidadMujer.

Directora ejecutiva de ComunidadMujer