Las polémicas sobre nuestro futuro nunca deben ser de críticas negativas y ni por lejos dependientes de la política contingente.

Tampoco deben ser objeto de opiniones que denostan a nuestro empresariado, tratándolos de "herederos y rentistas", especialmente si la posición que Chile goza hoy se funda en la gallardía del mismo, así como también en la excelencia de nuestros profesionales y, sin duda alguna, incluye a la gran masa de trabajadores que sanamente se esfuerzan.

Más bien, estamos fuertemente anclados a los "rentistas del Estado" y a los "rentistas políticos" que ejercen poderes monopólicos exhibiendo ineficiencias vergonzosas ante la comunidad internacional y que maniatan las libertades e iniciativas nacionales.

Diametralmente distinto es plantear diagnósticos en formato punzante-propositivo a fin de estimular cambios disruptivos que nos permitan concretar saltos relevantes porque las tendencias son vertiginosas y debemos acelerarnos al máximo, impidiendo que las decisiones nos tomen a nosotros en vez de nosotros tomarlas.

O sea, la invitación es a no tener una conducta de "rentista de las macrotendencias" (wave follower), porque definitivamente cuando intentemos subirnos a la tendencia, esta ya va a haber cambiado.

Hace 50 años los mercados parecían "cuadros congelados" y hoy el futuro nos ofrece muchísimas oportunidades, con énfasis en aquellas áreas de competitividad global en las que tenemos rezagos grandes, a saber: los básicos como infraestructura, salud, educación primaria; los de eficiencia tales como el mercado laboral y la preparación tecnológica; y para completar, aquellos que hablan de innovación y sofisticación de los negocios.

Entonces los empresarios y los libres emprendedores, tenemos ante nuestros ojos la bendita posibilidad de que arriesgando razonablemente y con la adecuada orientación social, terminaremos con el secuestro de los rentistas políticos.

La confianza es una cuestión de "actitud" como lo señalé en mi columna anterior. No podemos ni debemos generar profecías autocumplidas; resultan inexplicables índices de expectativas de inversión que varían desde 5,6 puntos en octubre 2017 a 16,6 en marzo 2018 y en agosto caiga a 10,1, así como tampoco índices de la situación general de los negocios fluctuando desde 63,8 a 80,5 y luego 68,8 en las mismas fechas anteriores.

Estas erráticas actitudes develan exceso de dependencia en la aprobación o no de las reformas correctivas, entregándole la razón de la sin razón a los rentistas políticos y ello nos mantiene pegados en un score de 4,6 desde el 2012. Innovar, competir y romper tradiciones, no es arrancar de un monstruo galáctico; lo que hagamos o no hagamos SÍ tiene decidores impactos en el resto del país. Volvamos a demostrar que el modelo es el correcto,

PERO esta vez incluyendo decididamente la variable social, insisto.