Donald Trump es quien abrió la puerta de la confrontación económica directa entre China y Estados Unidos, pero su partida de la Casa Blanca no alcanza para cerrar definitivamente el conflicto. Su recién asumido sucesor en la Presidencia, Joe Biden, no solo hereda aranceles cruzados y un acuerdo comercial incumplido, sino que también la creciente presión bipartidista por detener el avance de la influencia del país que amenaza con quedarse prontamente con el título de primera economía mundial.
“Se espera que la confrontación estratégica entre Estados Unidos y China continúe bajo la administración Biden, lo que refleja la competencia geopolítica en curso entre las dos naciones”, señala Rajiv Biswas, economista para el Asia Pacífico de IHS Markit, agregando que “las tensiones están profundamente arraigadas y se extienden a una amplia gama de cuestiones que incluyen un grave desequilibrio comercial bilateral, la protección de los derechos de propiedad intelectual, la guerra tecnológica y la competencia militar”.
Si bien por el momento se da por sentado una distensión en el corto plazo, dadas las urgencias domésticas que la nueva administración debe atender por la pandemia, sigue en el suspenso la estrategia que Biden desplegará en el largo plazo, mientras que al frente ya tienen más claras sus definiciones. “China está decidida a convertirse en una potencia tecnológica global y una potencia geopolítica significativa”, asegura Tuuli McCully, economista para Asia en Scotiabank.
Pacto incumplido
Aunque el consenso indica que el nuevo Jefe de Estado encarará la situación con un tono menos belicoso que el de su antecesor, en general los economistas consideran que la disputa seguirá escalando.
De hecho, las cifras que detonaron el conflicto siguen jugando en contra de los estadounidenses. Contra la apuesta de Trump, la guerra comercial no evitó que el superávit comercial chino siguiera aumentando. El año pasado alcanzó los US$ 316.910 millones en 2020, lo que representa un salto del 14,9% en relación al superávit de US$ 275.000 millones de 2017, el año en que Trump asumió.
Lo anterior, debido a que el coronavirus se interpuso en el cumplimiento de los compromisos adquiridos por Beijing en el acuerdo de “fase 1” firmado hace poco más de un año. Mientras que el trato apuntaba a que en el ejercicio anterior los chinos importaran US$ 173.100 millones, logrando solo US$ 100.000 millones y en el detalle no hubo sector en el que se cumpliera la tarea, de acuerdo al informe de Peterson Institute.
En este contexto, las barreras que se levantaron en la guerra comercial no parecen perder su solidez, pese al cambio de gobierno en Estados Unidos. “Anteriormente habíamos glorificado a Biden pensando en que podría recortar los aranceles cuando llegue al poder, pero ahora parece algo lejano”, sostuvo en un seminario Zhong Zhengsheng, economista jefe de Ping An Securities.
Continuidad de la confrontación
Con el conflicto bilateral vivo, Biden deberá marcar su sello, diferenciándose de Trump sin que eso implique que luzca más dócil frente a los chinos. Para McCully “su administración probablemente estaría más inclinada a utilizar formas tradicionales de diplomacia en sus tratos con China y dependería más de un enfoque multilateral”. Eso implica dar la pelea junto a sus aliados, entre ellos Japón, Europa y Australia, esta última con su propia guerra comercial con Beijing.
Por su parte, Biswas concuerda en que no habrá un levantamiento de los aranceles ni tampoco de las sanciones aplicadas a las empresas del gigante asiático, entre ellas las restricciones para la compra de tecnología estadounidense. “Se espera que la administración Biden continúe adoptando una postura de política exterior dura de Estados Unidos sobre China”, asegura el experto.
El analista de IHS Markit precisa que “también se espera que continúe la guerra tecnológica, dada la rivalidad estratégica entre Estados Unidos y China por la influencia geopolítica y las preocupaciones de Estados Unidos sobre la competencia tecnológica en el sector de defensa”.
El comportamiento de la contraparte también será determinante a la hora de las definiciones que haga Biden en la materia. “En el largo plazo, el enfoque dependerá mucho de Xi Jinping”, sostiene Derek Scissors, economista jefe de China Beige Book. “El Presidente Biden no estará obsesionado con el déficit comercial como lo estaba el Presidente Trump, pero estará más preocupado de los derechos humanos, y es poco probable que Xi coopere en la materia, lo que significa que deberá tomar acciones significativas”.
En ese marco, los empresarios ya están asumiendo los riesgos. “Es probable que este sea un período de continua incertidumbre en el frente de Estados Unidos y China”, dijo Myron Brilliant, vicepresidente ejecutivo de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, al New York Times. Desde su punto de vista, Biden no cuenta con “flexibilidad política desde el principio de su administración”, arrastrado irremediablemente por las huellas dejadas por el anterior gobierno.