El mundo corre a una velocidad vertiginosa hacia un entorno hiperconectado, donde la transformación digital impulsa el desarrollo de sectores como el comercio, banca o servicios. Esta tendencia a la vez ha provocado que los ciberataques se conviertan en uno de los principales riesgos a nivel global y sea, prácticamente, transversal a toda industria. En ese contexto, resulta clave que tanto el mundo público como el privado tomen las medidas para ser ciberresilientes.
En el último año y medio, las organizaciones alrededor del mundo han acelerado el ritmo de adopción de herramientas para proteger su información crítica. Esto se debe, en gran parte, a las lecciones sacadas el 2018, cuando una serie de instituciones -sobre todo financieras- se vieron afectadas con el robo de información y filtración de datos de sus clientes, lo que no sólo generó pérdidas millonarias, sino que afectó a su reputación e incentivó, tanto al regulador como a las entidades, a tomar mayores resguardos.
En ese sentido, tal como en urbanismo hoy se habla de planificación resiliente -donde las ciudades desarrollan la capacidad para prepararse, resistir y recuperarse frente a eventos naturales o sociales-, las organizaciones empiezan a aplicar el concepto de ciberresiliencia a su estrategia digital. Con ello buscan blindar el entorno para hacer frente a ataques de cualquier índole, con el fin de disminuir al mínimo su impacto en la operación.
Por ello, hoy resulta fundamental que dejemos de ver a la ciberseguridad desde una perspectiva reactiva, para abordarla desde una mirada preventiva, que minimice posibles daños y, sobre todo, proteja la información de los clientes, elemento clave a la hora de mantener la confianza de los usuarios y la estabilidad de los sistemas.
Desde esta mirada resiliente resulta relevante tomar en cuenta el rol de los distintos actores, como es la cultura al interior de las organizaciones. En esa línea, cada colaborador debe entender en qué consiste la ciberseguridad y cómo en su trabajo diario puede verse expuesto a diversas amenazas. En las distintas entidades todavía existe desconocimiento sobre los ciberataques que puede enfrentar, en tanto que los colaboradores no necesariamente entienden de qué manera esto puede afectarlos.
Otro de los pilares de la estrategia digital debe estar centrado en las personas, y la razón es sencilla: en un escenario donde los datos son el verdadero insumo para la expansión de tendencias como el big data, analítica o inteligencia artificial, las personas deben tener la certeza de que sus datos no serán vulnerados. Por eso, es nuestra responsabilidad impulsar el desarrollo de un ecosistema en que las políticas de ciberseguridad consideren nuevas estrategias, estándares y prácticas que nos permitan cerrar brechas y que esta sociedad 4.0 sea, efectivamente, ciberresiliente.