El malestar ciudadano se expresó con fuerza. Y ha tenido prácticamente paralizado al país entero. El día a día y la evolución de estos hechos ha sido seguida de cerca por el expresidente del Banco Central y actual decano de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, José De Gregorio.

¿El malestar social que se venía incubando era algo que se pudo prever o fue sorpresivo?

-La explosión, magnitud y la violencia, que incluye descontento y protesta, pero también mucha violencia, eran difíciles de prever. Saber cuándo y cómo iba a explotar este malestar era difícil de prever. También, a medida que empezaron las señales, hubo un manejo confuso de la situación por parte del gobierno. Debemos tratar de entender su profundidad, pero para eso no ayudan declaraciones de guerra, que dan la sensación de falta de compresión del problema social.

Si uno mira las cifras macroeconómicas, el país muestra estabilidad y desde hace décadas viene liderando en la región; sin embargo, eso no ha sido suficiente para mejorar las condiciones de vida de todos los ciudadanos, ¿Cuál es su diagnóstico de la situación?

-Este no es un problema de cifras, de un punto más o punto menos de crecimiento. No es tampoco que no sepamos lo que le falta al país. El mejoramiento de la distribución de ingreso es algo bastante complejo, porque va más allá de los datos del Gini. Hay un descontento de las personas de sentirse ciudadanos de segunda clase. Y eso fue lo que terminó por explotar.

Usted dice que no era algo que la clase política no sabía, ¿cómo se entiende entonces que no haya buscado responder más rápidamente a estas demandas?

-Es una cosa que se incuba y, a mi juicio, refleja un poco de desidia desde el punto de vista de las políticas públicas. Había muchos estudios y propuestas que se han hecho para hacer frente a esto, pero nunca lo tomamos con la urgencia que requería. La clase política estaba más preocupada de cómo elegir gobernadores, de si hay o no integración en la reforma tributaria, de si el alza de la cotización previsional la maneja un ente u otro organismo, cuando la demanda real de las personas es tener mejores pensiones, mejores sueldos. Hay una desconexión de lo que la gente esperaba y lo que el sistema político estaba debatiendo.

Se ha dicho que el período de la Concertación fue uno del más exitosos de la historia de Chile, ¿qué fue lo que no se vio en ese período o no se hizo en esa época?

-Entre 1990 al 2014 podemos decir que Chile tuvo el mejor período de la historia desde el punto de vista económico y social. La distribución del ingreso mejoró, el crecimiento fue muy elevado, fuimos exitosos en relación a nuestra historia y en comparación a la región y al mundo de países en desarrollo. Lo que no se anticipó fue la fuerza del descontento, en un país de ingreso medio alto, que no tiene problemas de inflación, o crisis económica con alto desempleo.

¿Cuáles son esos problemas que tiene Chile?

-El foco del conflicto está radicado en la provisión de bienes públicos y el tratamiento que tiene el sistema con los sectores pobres y medios. Tiene que ver con los derechos sociales que no tienen por qué ser gratuitos. Sería injusto que lo fuera para todos. Los problemas están en que el transporte público es de baja calidad, las pensiones son bajas. Hay segregación urbana preocupante, disparidad de salud preocupante. No es que no se vieran o no se conocieran los problemas, sino que no se abordaron con la premura que se requería. Existe la sensación de que hay personas que van por una gran autopista, y otras por camino de tierra lleno de hoyos, y eso genera un legítimo malestar.

¿Esta convulsión social refleja que el crecimiento por sí solo no soluciona los problemas, pero también sin crecimiento no hay cambios sociales importantes?

-Hay fenómenos a nivel macro también. El consumo no crece como se esperaba, ha habido más crecimiento por la inversión que por el consumo, el empleo está relativamente débil. Hay que tener una mirada cuidadosa del empleo. Estamos con un mercado laboral con poco dinamismo. Tenemos que dejar de hablar de las cifras mes a mes, de cuánto creció el empleo, de cuánto es el Imacec. Eso a las personas no les interesa. A las personas les interesa su calidad de vida, ser tratado bien, ser considerado como un chileno más. Tenemos que tener un país mucho más integrado. Tenemos que avanzar hacia una sociedad más inclusiva, no solo en materia económica y social, sino que también en el respeto y la manera de relacionarse. Se debe mejorar el transporte público, pero no es algo que se pueda hacer rápido. Es algo que tiene que mejorar. En un país donde las personas se demoran dos horas para llegar y dos horas para volver, le dices, además, que se ponga la camiseta en la pega, no cuadra mucho.

¿El malestar social es una señal de que los políticos están desconectados de la situación que ocurre en la realidad?

-En Chile se cometió un gran error en sacar el voto obligatorio. Las personas tienen derechos y deberes y necesitamos que las personas participen de la elección de nuestros representantes. Hay un sabor antidemocrático en las protestas. En los países con democracia representativa se elige un Presidente y en el caso de Chile cada cuatro años. Si alguien no le gusta ese gobierno construye una mayoría y en las siguientes elecciones se presenta y busca ganarla. La protesta es legítima, pero no estoy de acuerdo en imponer condiciones extremas para negociar. No me parece democrático. Por la fuerza se arrogan una representatividad que no tienen, al menos no está legitimada democráticamente. Hay personas que quieren asamblea constituyente, y no detendrán su protesta hasta que ello ocurra. Eso no corresponde, se eligió a un Presidente que no tenía eso en su programa, entonces le estamos pidiendo por la fuerza que lo cambie para gobernar.

¿Pero el gobierno debe cambiar su agenda?

- En una democracia también los gobiernos deben entender lo que pasa y reaccionar ante la demanda ciudadana, y creo que se debe producir un cambio en las prioridades, como fue el realismo sin renuncia, pero en este caso mucho más profundo, se requieren renuncias. Hay que desarrollar un programa social con fuerza y eso no estaba en el programa original.

Lo que algunos buscan en los mensajes de la protesta es cambiar el modelo. ¿Hay espacio para que un próximo gobierno cambie el modelo, y a hacia donde se puede transitar?

-La discusión de cuál es el otro modelo es algo bastante etéreo. Lo que si necesitamos es tener un nuevo acuerdo de cómo vamos avanzando con un foco prioritario en la equidad. La provisión de bienes públicos por las empresas privadas tiene que ser bien regulada y que al final llegue bien a la gente. Hay una sensación, muy bien justificada muchas veces, de que las empresas son las que se están beneficiando y el resto no. La gente siente que la clase política está perdida y no los acompaña.

¿El país cayó en lo que se llama trampa de ingreso medio?

-No estoy muy convencido de que exista una trampa de ingreso medio y que de ahí no se pueda salir. Es natural que se crezca menos a medida que uno se desarrolla. No he visto que un país llegue a su nivel de desarrollo con los niveles de desigualdad que tenemos. Nosotros estamos a 20% de ingresos per cápita de países como Portugal, pero el ingreso mediano esta a más de 40% de Portugal, por lo que nos queda bastante trecho.

¿Qué cambios estructurales debería hacer el país para salir de esta crisis social?

-Hay muchas cosas que repensar. Pero, por ahora, hay una agenda mucho más urgente, como la demanda por salarios y pensiones.

¿Cómo ha visto la reacción del gobierno?

-Algo que le está pasando la cuenta a este gobierno es la crítica al gobierno anterior, diciendo que todo el bajo crecimiento era culpa de su incompetencia, sin reconocer el fin del boom de las materias primas. Le dijeron a la gente que ellos sabían cómo retomar el crecimiento, y hoy día la desaceleración la justifican por fenómenos externos, al contrario de lo que decían para el gobierno anterior. En materia económica hay que ser más humilde y hablar con rigor, eso es lo que da credibilidad.

¿Ve riesgos de que si no se logra una buena salida de esta crisis llegue el populismo?

-Es probable que se polaricen las elecciones, y que habrá una primacía entre el progreso social y la ley y el orden, y el próximo Presidente puede ser muy de izquierda o muy de derecha. Lo que ocurre es que las medidas pueden ser poco pensadas. Un ejemplo es 40 horas, que no es algo bien pensado. Eso reducirá de inmediato los salarios de los trabajadores con sueldo variable. Es necesario poder acomodar una jornada más corta, y los países que han abordado esto con menos costo lo hacen con la jornada medida en términos mensuales, no semanales como en Chile que es malo para trabajadores y empresas. Tal cual está el proyecto de 40 horas puede incluso aumentar el empleo, pero por necesidad de horas y agregando menos ingresos, por lo que el ingreso de las personas bajará.

¿Qué le parecieron los anuncios?

-Van en la dirección correcta. Se puede hacer un mayor esfuerzo, pero es un buen primer paso, como el aumento de las pensiones y el ingreso mínimo garantizado. Ambos deben aprobarse ya. La gente no puede esperar. En un acto de apertura, el gobierno debiera comprometerse a discutir en un plazo breve la ampliación significativa de estos beneficios que, a mi juicio, es indispensable. El gobierno debiera, por su parte, desglosar el aumento de la pensión básica del proyecto previsional completo o si no, no habrá ningún avance. En el ámbito del ingreso mínimo garantizado, se puede hacer un esfuerzo mayor que combine la propuesta del gobierno con un aumento mayor del salario mínimo, así pagan empresas y gobierno, y no todo es subsidio estatal.

¿En pensiones se puede avanzar más rápido?

-En pensiones podríamos dejar la ideología de lado y subir las cotizaciones 2% de cargo de la empresa, de manera gradual y con un aporte estatal en la transición, y tomar estos dos puntos y dárselos a los jubilados de hoy. Eso se llama reparto y no es muy distinto de lo que propuso el gobierno de Bachelet. Es fiscalmente responsable, pues es gasto financiado con impuestos, no como el pilar solidario que puede endeudarse y gastar todo lo que quiera, conduciéndonos al desequilibrio fiscal. Eso significaría un alza en las pensiones bastante más significativas que la propuesta del gobierno. Después seguimos la discusión del resto de la reforma de pensiones, el par de puntos adicionales a las cuentas individuales, el ente y todo eso que tomará más tiempo.

¿Es preferible elevar el gasto, salirse de la regla, pero que se vuelva a a la tranquilidad?

-Es bueno que se mantenga una regla fiscal. Habrá que salirse de la regla en esta coyuntura, pero en esta transición, mientras vemos cómo será el financiamiento de largo plazo, se debe dar un horizonte creíble de la regla fiscal, porque el peor error sería que todo esto sea financiado por el Fisco y con un aumento fiscal desmedido como lo han hecho otros países de la región.