Nos acercamos a marzo y como primer mes de vuelta de vacaciones, de seguro, el gobierno vendrá con nuevos bríos para su agenda legislativa y para pensar qué temas debiesen tener prioridad.

Obviamente, en esta agenda habrá discusiones entre temas que son urgentes y de corto plazo versus aquellos importantes, pero con retornos de largo plazo. Los primeros son los más tentadores porque se llevan las portadas de los diarios.

Sin embargo, son los segundos los que realmente escriben los buenos recuerdos de un gobierno (no lo llamaré "legado" por el abuso a esa palabra).

Ahora bien, si mi memoria no me engaña, parte del programa del Presidente Piñera es la modernización del Estado y, consustancial a éste, la "transformación digital". Esta tarea no es baladí.

Es muy difícil políticamente hacer una dieta a un elefante lento y con sobrepeso; pero su premio sería un inmenso ahorro en costos y burocracia, y una ventaja competitiva frente al resto de los países de la región.

Entonces, ¿por qué el titulo a esta columna? Básicamente porque existen dos proyectos de ley que aun no salen a la luz. Uno es el de protección de datos (del que ya he hablado en otras columnas) y el otro -al que me quiero referir-, es la ley del Instituto Nacional de Estadísticas.

No es muy bueno el proyecto de ley del INE, ingresado en el gobierno anterior; pero, es una tremenda oportunidad para que este gobierno se dé cuenta que está sentado en una verdadera mina de oro de información.

El tema pasa porque hoy no existe una integración gubernamental de los datos que manejan las distintas reparticiones del gobierno. Cada ministerio tiene su área de estudios de datos, pero estos no hablan entre sí, y tampoco se tiene interés en que lo hagan.

Así, creo altamente injusto, como políticos de todos los bandos han criticado al INE -tal como si fuera el empedrado-, por los últimos datos del empleo, pero claramente esas mismas personas poco han hecho para dar un salto hacia el futuro.

El proyecto del INE está ahí, pero no para maquillar cambios menores. Propongo transformar esta institución en una plataforma para un verdadero cambio digital, que haga obligatorio la unificación de la recopilación de información, y que ésta tenga un solo lugar donde llegar: un nuevo "Instituto Nacional de Datos". Sin información nunca se toman buenas decisiones, sin la unificación gubernamental de datos no existirán buenas políticas publicas.