El año 2050 marcará un doble desafío a nivel mundial: para esa fecha, el mundo debe reducir en 70% sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y aumentar en 70% su producción de alimentos.

Reducir las emisiones es urgente para evitar que la temperatura mundial aumente más de 2 grados centígrados y así evitar los efectos más devastadores del cambio climático, mientras que aumentar la producción de comida es fundamental para alimentar a una población de casi 10 mil millones de personas.

Uno de los principales responsables de responder a este doble desafío -70/+70 es el sector agropecuario, que actualmente aporta un quinto de todas las emisiones globales de gases de efecto invernadero.

Para hacerse una idea del impacto de este sector, cabe recordar que entre 1990 y 2015, la producción agropecuaria creció con mucha fuerza: un 74% a nivel mundial, 85% en América Central y más de 132% en América del Sur.

En ese mismo período, las emisiones de gases de efecto invernadero del sector (que incluye agricultura, ganadería y cambios en el uso del suelo) se redujeron en 1% a nivel mundial, 28% en América Central y 25% en América del Sur.

En otras palabras, estas cifras no demuestran que hoy producimos mucha más comida emitiendo menos gases de efecto invernadero.

Si relacionamos estas dos variables (producción de alimentos y emisión de GEI), vemos que en 1990 en América Latina emitíamos 15 toneladas de GEI por cada mil dólares de alimento producido, mientras que en 2015 disminuimos fuertemente a 5 toneladas de GEI por cada mil dólares.

De haber mantenido los niveles tecnológicos de 1990 en 2015, las emisiones de GEI latinoamericanas del sector agrícola hubieran sido el triple, lo que hubiera significado agregar 3,3 mil millones de toneladas de GEI adicionales a nuestra atmósfera.

Esto no sólo demuestra cuánto hemos avanzado, sino que sí es posible alimentar al mundo sin contaminar nuestra atmósfera.

En América Latina y el Caribe todavía podemos hacer mucho por intensificar sosteniblemente la producción agrícola y ganadera. La ciencia, la innovación tecnológica y las reformas institucionales y de gobernanza son motores centrales para enfrentar el desafío -70/+70 que marcará las siguientes tres décadas.

Recientemente, el Fondo Verde del Clima aprobó US$90 millones para un proyecto del gobierno de Paraguay formulado por la FAO; el proyecto apoyará la adaptación al cambio climático de 17 mil familias rurales, muchas de ellas indígenas.

Con el gobierno de El Salvador, la FAO ha preparado un proyecto para el mismo fondo: al ser aprobado, beneficiará a 225 mil personas y cubrirá al 33% de la población más vulnerable al cambio climático en el Corredor Seco salvadoreño.