En mayo Brasil registró una contracción de 3,34%, la mayor caída del PIB desde 2003, dando muestra de las dificultades que enfrenta el repunte económico y que ponen nervioso a una frágil Argentina y al resto de la región. El paro de camioneros dejó huella en la actividad del país, pero esa no es la única fuente de dificultades que enfrenta el gigante sudamericano.

El real es una de las monedas emergentes con peor desempeño en lo que va del año, con una depreciación 13,8%; la deuda pública alcanza el 84% y el déficit fiscal de los últimos 12 meses llegó a US$28.000 millones, equivalentes al 1,16% del PIB. Adicionalmente, desde el exterior, a la presión que ejerce el alza de tasas de la

Reserva Federal se sumó la guerra comercial, marco en el que sus exportaciones a EEUU fueron gravadas con un arancel de 10%, en el caso del aluminio, mientras que se definieron cuotas para sus envíos de acero.

En ese escenario, la huelga de los transportistas sólo vino a agravar la situación. "Fue un golpe muy fuerte. Redujo entre 0,3% y 0,5% la previsión de crecimiento, que estaba próxima al 2%", asegura a PULSO, Gustavo Segré, académico de la Universidad Paulista, que si bien sigue apostando por una expansión entre 1,5% y 2%, reconoce el impacto.

La inflación interanual de junio subió 4,39%, la más alta desde marzo de 2017; la producción industrial de mayo cayó 6,6%, lo que califica como el descenso más amplio desde octubre de 2016; mientras que ese mismo mes el PMI compuesto pasó a terreno de contracción (49,7 puntos) y se espera que profundice su caída en junio (47 puntos).

Complejas perspectivas

Con esos datos sobre la mesa y una elección presidencial agendada para octubre, caen de manera generalizada las apuestas por Brasil este año. El Banco Central ahora proyecta una expansión 1,6% versus el 2,6% considerado a principio de año y el FMI que corrigió su estimación de abril desde 2,3% a 1,5%.

"Mayor inflación, menor crecimiento y nuevas pruebas de derroche fiscal han dañado el sentimiento de los inversionistas", sostiene Gustavo Rangel, economista jefe para Latinoamérica en ING Financial Markets.

Asimismo, sostiene que la huelga de los camioneros "fue un catalizador para un deterioro más persistente en la perspectiva macro de Brasil" y para "una mayor aversión al riesgo, con consecuencias más duraderas de lo que inicialmente se pensó, en medio de crecientes preocupaciones fiscales y políticas, condiciones crediticias más estrictas y mayor cautela por parte de los prestatarios y prestamistas".

Si se quiere retomar una ruta de mayor crecimiento para Segré resulta fundamental aumentar la inversión, hoy por debajo del 20%, e implementar algunas reformas estructurales, así reconoce que "la crisis política inhibe el crecimiento económico". De hecho, aunque los cambios al sistema de pensiones y tributario formaron parte de la agenda legislativa del presidente Michel Temer, no logró concretarlas luego de que perdiera su limitado capital político enfrentando dos denuncias penales en su contra.

Enestor dos Santos, economista de BBVA para Brasil, cree que hay posibilidades de que el futuro gobierno "anuncie medidas de aumento impositivo y reducción del gasto para calmar a los mercados y para cumplir los objetivos fiscales", pero anticipa que podría haber una flexibilización, mientras que ve reducidas opciones de una reforma a las pensiones. "Dada la incertidumbre política, es difícil prever como se afrontará el problema fiscal en el futuro", indicó.